25/04/2012 – Por Juan Carlos Giordano
¿Dé donde va a salir la plata para las nuevas inversiones? ¿Hay que llamar a nuevos empresarios privados? ¿Quién debe dirigir la empresa?
El saqueo de nuestros recursos energéticos, del que el kirchnerismo fue claramente cómplice (tanto en la privatización como en la gestión de los últimos diez años) nos ha dejado una durísima herencia. Se están agotando los pozos de gas y petróleo en explotación, y hemos perdido el autoabastecimiento.Ya hemos explicado en el editorial de este número porqué YPF debe ser 100% estatal, expropiando además a los otros pulpos privados. Hay que quitarles todas las concesiones e integrar todos los pozos y refinerías en una nueva YPF.
No es este el camino que está tomando el gobierno. Todavía no se terminó de votar la nueva integración accionaria y ya empezaron todo tipo de reuniones para buscar «nuevos socios» que inviertan en la empresa. Así, trascendieron reuniones con Petrobras, la francesa Total, las yanquis Chevron, Exxon y Apache Petrol, dos compañías petroleras chinas y los canadienses especializados en «shale gas» (extracción no convencional, como la necesaria para el yacimiento recientemente descubierto en Vaca Muerta). Es cierto que resulta imperioso realizar inversiones del orden de los 15.000 millones de dólares en los próximos cinco años para revertir el desastre que nos dejaron. Pero esto no se va a resolver invitando a nuevos pulpos a que remplacen a los anteriores. Repsol ya demostró que las famosas «inversiones» privadas son sólo para sus negocios capitalistas. Sería, una vez más, poner a los lobos a cuidar a las ovejas. La inversión debe realizarla el Estado argentino. ¿Dé donde saldría la plata?
Primero y principal, de las propias ganancias de la nueva YPF, robustecida si se hace cargo de la totalidad del negocio petrolero y gasífero. Seguramente no alcanzará y harán falta fondos del presupuesto nacional: ellos deberían salir de lo que hoy se está destinando al pago de la deuda externa y de una parte de los miles de millones de pesos que subsidian a otras empresas privatizadas, entre ellas a delincuentes como Cirigliano.
Una nueva YPF tendrá que hacer frente a otro desafío: focalizarse en el desarrollo nacional, la integración regional y al servicio de los trabajadores y el pueblo. Se trata de recuperar muchas de las mejores tradiciones de una empresa cuya historia se remonta a 1922. A través de las décadas, YPF, a medida que exploraba y encontraba nuevos yacimientos, promovía la apertura de escuelas, caminos, hospitales y viviendas. Sus redes de estaciones de servicio cubrían todo el país, hasta los rincones más lejanos. En el rubro exploración, YPF llegó a tener dos plataformas marítimas, de primer nivel mundial. En su momento, fue también pionero en la construcción de refinerías. La YPF estatal fue un modelo para toda Latinoamérica: con su asesoramiento se fundaron empresas estatales de petróleo en Brasil, Bolivia y Perú.
Alcanzar todos estos objetivos, recuperar el autoabastecimiento y mejorar la matriz energética, requiere de una nueva gestión, profesionalizada y eficiente. Esto no será posible si a su frente se ponen personajes integrantes de La Cámpora, que ya demostraron en su administración de Aerolíneas Argentinas que lo único que les interesa es hacerse de «una caja» para sus propios negocios. Tampoco recurriendo a gerentes de empresas privadas que aparecen ahora con «currículums» de expertos petroleros. Así, por ejemplo, el gobierno tanteó a Oscar Vicente, viejo cuadro gerencial de Pérez Companc, y se hizo correr el rumor de traer a parte de la gestión de Estenssoro, el primer presidente de la YPF privatizada en 1992. También, en el marco de la discusión de cómo deben participar las provincias en el reparto de la renta de la empresa, empezaron las peleas por sillones para representantes de éstas.
Ni con burócratas vinculados al poder nacional o provincial de turno, ni con empresarios privados, YPF levantará cabeza y será el pivot para resolver nuestra crisis energética. Afirmamos rotundamente que la única salida es que sea gestionada por sus propios trabajadores y técnicos. Sobra capacidad. Para ello hay que exigir la reincorporación de los miles de obreros calificados e ingenieros que fueron echados por la privatización, muchos de los cuales engrosaron las filas de los desocupados, y muchos otros que hoy están trabajando en empresas del sector. Hay que reincorporarlos, haciendo un llamamiento para recuperar el enorme capital humano ypefiano. Esto no sólo será de estricta justicia, sino que implicará un inmenso salto hacia adelante en aras de recuperar la YPF que fue orgullo de los argentinos.
Kirchner: de los años 90 a la fecha
La privatización de YPF fue un verdadero robo. El peronismo lo hizo -entonces encabezado por Menem- poniéndose al servicio del FMI y el imperialismo. YPF se vendió por dos pesos luego de haber sido usada por la dictadura como garantía para lograr préstamos de deuda externa. Miles de trabajadores quedaron en la calle. Resistieron, pero no pudieron evitar la entrega.
Aquel 24 de septiembre de 1992, día en que se votó la ley, hubo denuncias de coimas por 8 millones de dólares para comprar voluntades (denunciadas entonces por Luis Saadi). Hoy Cristina expropió a Repsol. Usa la medida para posar de «nacionalista». Pero su pasado la condena.
Uno de sus actuales asesores es Roberto Dromi, el gestor privatista de Menem en aquellos años. El propio Menem votará a favor de la medida K. El rol del kirchnerismo de entonces fue de total apoyo a la privatización. El actual secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el miembro informante del PJ defendiendo el proyecto con éstas palabras que formuló en aquella sesión legislativa: «Nos preguntábamos si estábamos traicionando nuestras banderas, si nos habíamos olvidado de dónde proveníamos y si nos sentíamos con vergüenza por nuestra historia, por nuestros muertos y por todo lo que significa el peronismo en la historia. Por ello debo señalar con profunda convicción que no venimos a esta sesión arrepentidos de lo que fuimos, no sentimos vergüenza de lo que somos y tampoco venimos a pedir disculpas por lo que estamos haciendo».
El propio Néstor Kirchner decía que privatización era sinónimo de «soberanía». El actual ministro de Defensa, Arturo Puricelli, fue el diputado por Santa Cruz que votó a favor. José Luis Gioja y Eduardo Fellner, actuales gobernadores K de San Juan y Jujuy respectivamente, fueron otros de los 120 diputados que apoyaron la medida. También lo hicieron Jorge Yoma, Felipe Solá, entre otros. No hay que perder la memoria.