Por Movimiento Socialista de Trabajadoras y Trabajadores de República Dominicana
La madrugada del 19 de septiembre, el huracán Fiona entró por la parte oriental del territorio dominicano, atravesando desde Boca de Yuma hasta Samaná. Una serie de condiciones políticas y sociales vigentes en el país, como la ausencia de una verdadera política de construcción y reparación de viviendas populares y una elevada pobreza, profundizadas en estos dos años del gobierno derechista del PRM, aumentaron la vulnerabilidad de miles de personas ante este fenómeno. Esa es la causa del alto costo humano que tuvo Fiona, con más de 40 mil personas desplazadas y más de 10 mil viviendas afectadas, de ellas más de dos mil destruidas, y al menos dos personas fallecidas. Más de 700 mil personas quedaron sin servicio eléctrico y más de un millón sin acceso a suministro de agua.
En los días anteriores a la llegada del huracán, el gobierno fracasó en la tarea de comunicar de manera sencilla y efectiva qué medidas debían tomarse en los hogares para aminorar riesgos. Varios medios de comunicación privados incluso emplearon titulares indicando que el huracán se había desviado y que su ojo no pasaría sobre el tierra dominicana, aumentando la desinformación y los riesgos. Como consta en nuestra historia reciente, varios huracanes que han pasado cerca de nuestras costas, sin que su ojo atravesara nuestro territorio, han generado enormes daños, como ha sido el caso de Noel (2007), Gustav (2008), Irene (2010), Isaac (2012), María (2017) y Elsa (2020). Los anuncios de un desvío de Fiona contribuyeron a generar una falsa sensación de que el peligro había pasado.
Otro anuncio desastroso lo realizó el Ministerio de Educación, al llamar a no utilizar las escuelas como albergues salvo como última opción, dado que en realidad en la mayoría de los casos es la única opción, otra situación imputable a este y a los anteriores gobiernos. Aún existiendo una legislación para la reducción de riesgo de desastres, no se cumple. Desde hace años que no se hacen las inversiones correspondientes, a tal punto que aún hay numerosas personas sobreviviendo en albergues que debían ser temporales, como consecuencia de anteriores huracanes, incluyendo el Georges de 1998.
El gobierno pretende tapar sus fallas de prevención y planificación con el peor clientelismo y aprovechamiento de la miseria para fines reeleccionistas, con visitas de Abinader a zonas afectadas para anunciar ayudas que nunca llegan. La utilización de la emergencia para realizar compras e inversiones sin los procedimientos regulares ni vigilancia del pueblo trabajador está asociada a una larga historia de corrupción, y con este gobierno embadurnado de escándalos no será la excepción, lamentablemente.
Más de una semana después, todavía muchas comunidades rurales del Este no han recibido auxilio alguno por parte de las instituciones estatales, otra demostración de la política discriminatoria que aplica el gobierno de Abinader contra comunidades empobrecidas por décadas de superexplotación, ausencia de derechos laborales y escasas o nulas inversiones estatales en infraestructura y servicios públicos.
Además de generar pobreza y vulnerabilidad, el capitalismo también está generando una crisis climática que tiende a aumentar la frecuencia de los huracanes en nuestra región. La solidaridad dentro las comunidades afectadas y entre personas de distintas regiones que se han movilizado para enviar ayuda a quienes antes y después del paso del huracán padecen el abandono y la discriminación del gobierno, nos recuerda que solo el pueblo salva al pueblo. Construyamos una alternativa política para cambiar de raíz este inhumano sistema económico, político y social.