Por MST República Dominicana, sección simpatizante de la UIT-CI
La XVIII Cumbre Iberoamericana realizada en Santo Domingo el 25 de marzo, en medio de un severo racionamiento del agua en la capital y una humareda tóxica producto de la quema del vertedero privatizado de San Cristóbal, quedará en el olvido como una reunión intrascendente más, otro trámite burocrático cumplido por mera formalidad por los gobiernos de la región, sin beneficio alguno para los pueblos.
El lema “Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible” chocó en los hechos con las políticas de depredación capitalista que devoran a Latinoamérica y el Caribe, región que además se caracteriza por ser la más desigual e injusta del mundo. Y en ese marco, República Dominicana es uno de los países con peores índices, ya que según las propias cifras oficiales el 1% más rico de la población acapara un tercio de la riqueza creada, mientras que el 50% más pobre recibe alrededor del 12%.
La “Declaración de Santo Domingo” firmada al finalizar la cumbre, además de embellecer el proceso colonial iniciado en el siglo XV al presentarlo como un mero “sincretismo cultural”, está plagada de lugares comunes y saludos al multilateralismo, la paz, la igualdad de derechos y otras lindas referencias sin correspondencia alguna con las políticas de estos gobiernos. Por ejemplo, se aplaudió la inclusión de una supuesta “perspectiva de género en todos los acuerdos alcanzados”, pero estamos hablando de los mismos gobiernos de una región donde se aplastan los derechos de las mujeres, y especialmente en República Dominicana donde se exhiben altísimos índices de violencia, embarazo adolescente, obstáculos en el acceso a la salud y a educación y métodos de planificación familiar, y donde el aborto está criminalizado de manera absoluta.
Se habla de valorar los aportes de los pueblos indígenas y afrodescendientes, mientras los gobiernos entregan los territorios de estos pueblos a empresas imperialistas petroleras y megamineras, mientras se asesina a ambientalistas y se criminalizan las protestas contra la depredación ambiental. Y especialmente en República Dominicana donde el gobierno lleva a cabo una negación sistemática de los aportes de la comunidad inmigrante haitiana, la persigue con deportaciones masivas y sostiene la desnacionalización de alrededor de doscientas mil personas dominicanas de ascendencia haitiana, construyendo un régimen de apartheid en el corazón del Caribe ante la mirada complaciente de los gobiernos de la región.
Para coronar la hipocresía de manera más espectacular, se habla de un “compromiso a favor de una migración segura, ordenada y regular, respetando plenamente los derechos humanos de los migrantes” y con la “inserción socioeconómica de los migrantes”, precisamente en un país que lleva a cabo una campaña racista furiosa en contra de la comunidad inmigrante y les niega todos los derechos sociales y económicos. ¡Hasta se “reconoce” los supuestos “esfuerzos ingentes” del gobierno de Abinader por “contribuir a una solución a la difícil situación humanitaria” de Haití! ¡Se reconoce a un presidente que sistemáticamente pide que el país vecino sea intervenido y que no reconoce el derecho al refugio! Más cinismo, imposible.
Se habla de revertir la pérdida de diversidad biológica, mientras se deforesta y se contaminan tierras, ríos y mares a una escala nunca antes vista en la historia de la región. Se habla de “trabajo decente” mientras se niega el derecho de la clase trabajadora a organizarse sindicalmente, a movilizarse y realizar huelgas, y en el caso de República Dominicana hasta se llega al extremo de proteger y defender desde el gobierno a una empresa azucarera extranjera, Central Romana, con documentadas acusaciones de imponer el trabajo forzoso contra trabajadores cañeros. Se habla de la necesidad de un sistema financiero internacional “más justo, democrático, inclusivo y solidario”, mientras al menos dos de los presidentes presentes en la cumbre, Abinader y Lasso, aparecen en los Pandora Papers reseñados por sus cuentas en paraísos fiscales. Se habla del compromiso con los principios de soberanía y no intervención en los asuntos internos de los Estado, pero desde la misma cumbre el presidente Abinader usó la tribuna para insistir en su obsesiva demanda de que Haití sea invadido y ocupado militarmente por potencias extranjeras.
Uno de los incidentes más lamentables se dio cuando bajo los auspicios de la «Internacional Socialista» que agrupa a los partidos socialdemócratas y del que forma parte el PRM, se reunieron, en un «Foro de Gobiernos Progresistas», Abinader, Gabriel Boric, Gustavo Petro, Pedro Sánchez, Antonio Costa y Alberto Fernández. Es absurdo llamar progresista al gobierno pro imperialista, privatizador, antiobrero, anti inmigrantes y anti mujeres de Abinader. ¿Qué nos indica eso sobre la socialdemocracia y sobre los otros gobiernos que participaron en ese foro? Es lo que debe preguntarse el activismo que vio con expectativas al PRM en 2020 y que ahora aspira a replicar en nuestro país las experiencias políticas de gobiernos como el de Colombia o Chile.
En definitiva, no podía haber la menor esperanza de que en ese cónclave de gobiernos capitalistas se tomaran decisiones para avanzar hacia cambios favorables a los pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Es tarea de los propios pueblos y sus organizaciones avanzar hacia una integración regional para resistir al saqueo y la opresión capitalista e imperialista. Para imaginar un futuro diferente, para luchar por verdadera igualdad y dignidad para quienes trabajan, campesinos, indígenas, mujeres, juventudes, y para acordar estrategias para poner fin a este injusto, depredador e insostenible sistema económico, político y social, debemos reunirnos y discutir entre las organizaciones de la clase trabajadora de toda la región.