Por: Miguel Lamas
Las recientes elecciones en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte significaron una derrota política para el Partido Conservador, encabezado por la primera ministra Theresa May. El no haber logrado la mayoría de miembros en el Parlamento y la sorpresiva alta votación del laborismo, encabezado por el «izquierdista» Jeremy Corbyn, provocó lo que los diarios ingleses llaman un «caos» y la posible incapacidad de Theresa May para formar gobierno.
Ello deja abierta la posibilidad de que sean necesarias nuevas elecciones. Recordemos que en el Reino Unido sólo se eligen «miembros del Parlamento», más exactamente a la Cámara de los Comunes, que son los que eligen al Primer Ministro.
Ante las negociaciones del Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y la intención de profundizar el ajuste ante la crisis económica, May convocó a elecciones aunque le quedaban tres años de mandato, suponiendo que podría aumentar su mayoría parlamentaria. Según las encuestas ella ganaría el 50% de los votos, obteniendo la mayoría absoluta en el Parlamento y el laborista Corbyn sólo el 25%. Por eso realizó la convocatoria, pero le salió el tiro por la culata. No solo perdió parlamentarios, llegando a un 42% de la votación, sino que el laborismo logró el 40%. La extrema derecha antiinmigrantes de UKIP, que había trepado al 13% en elecciones pasadas, ahora bajó a menos del 2%. El castigo a los gobiernos del ajuste vino por izquierda. ¡Ahora en las calles reclaman que renuncie Theresa May!
El laborista Jeremy Corbyn defendía subir los impuestos para las grandes empresas y el 5% más rico de la población para financiar políticas tales como la renacionalización de los servicios de agua, ferrocarriles, correos y energía, la construcción de medio millón de casas de protección oficial, un salario mínimo de 10 libras esterlinas la hora, la abolición de los aranceles universitarios y las deudas estudiantiles, y la inversión de 8.800 millones de libras (9.100 millones de euros) en los sistemas de salud y de enseñanza. Denunció la intervención británica en Medio Oriente y planteó que el Reino Unido deje de armar a Arabia Saudita, aunque es favorable a los gobiernos de Irán y Siria. En definitiva representaba un cambio en el programa laborista, que desde Tony Blair era abiertamente privatista y de alianza acrítica con los Estados Unidos.
Con este programa Corbyn logró una inscripción masiva de jóvenes para votar (dos de cada tres menores de 25 años votaron por él) y también de sectores de trabajadores.
Sin embargo, los elementos progresivos del programa de Corbyn, son inaplicables en la actual etapa del capitalismo, manteniendo el dominio del gran capital en la economía, como se demostró con Syriza en Grecia que terminó de rodillas frente al gran capital europeo. Y no sería apoyado siquiera por la mayor parte de los parlamentarios laboristas y la cúpula del partido, en el caso de que hubiera nuevas elecciones y Corbyn ganara y formara gobierno.
Pero, el «fenómeno Corbyn» expresa a centenares de miles de jóvenes y trabajadores que buscan una salida de izquierda, que repudian tanto al partido Conservador, como a la cúpula tradicional laborista. Estos jóvenes y trabajadores saldrán ahora a luchar contra los ajustes antipopulares. Solo la construcción de una nueva alternativa socialista revolucionaria, basada en la energía combativa de estos millones de trabajadores y jóvenes, puede terminar con los ajustes económicos antipopulares y el dominio de los multimillonarios.