Por: Movimiento al Socialismo-Mujeres
Del terremoto acontecido el pasado 19 de septiembre, que ha dejado a más de 160 personas fallecidas en la Ciudad de México, una de las edificaciones que se derrumbó de manera catastrófica fue la fábrica textil, ubicada en la calle de Bolívar y Chimalpopoca, en la Colonia Obrera, no sólo porque se calcula que quedaron atrapadas cien obreras, el dato es impreciso, de que se recuperaron 21 cuerpos sin vida, de que sobrevivieron catorce obreras rescatadas por voluntarias y voluntarios casi de manera inmediata después del siniestro; sino también por la catástrofe laboral en la que ya se encontraban.
Primero se dijo que eran cuatro las empresas que compartían esta edificación, la bodega de New Fashion, de origen israelí; una maquiladora de ropa femenina de origen chino; la tienda de juguetes ABC Toys, operada por coreanos; una bodega de refacciones para camiones, y una tienda de ropa Línea Moda Joven; pero posteriormente se dio otra información, que se trataba de empresas principalmente de origen taiwanés. Lo que es claro es que las autoridades gubernamentales no han dado información precisa de las empresas que ahí operaban, ni mucho menos de las condiciones laborales que existían.
Es por eso que los datos de cuántas y quiénes son las obreras que quedaron atrapadas es incierto, y esto se debe a la sospecha de que muchas de ellas son migrantes indocumentadas centroamericanas y asiáticas, quienes laboraban en condiciones precarias, como en las que se encuentran la mayoría de trabajadoras de esta industria en nuestro país. Una situación irregular, violatoria de los derechos laborales y humanos, en la que no sólo la patronal es la responsable, sino también los gobiernos.
En México, la manufactura textil emplea principalmente a mujeres (se calcula que abarcan el 70%), y laboran en condiciones sumamente precarias, en las que generalmente sus salarios son bajísimos, trabajan largas jornadas laborales, a marchas forzadas, por destajo, sin ninguna prestación, sin seguridad social, ni derecho a sindicalizarse; además de sufrir maltrato psicológico o acoso sexual por parte de los gerentes o patrones. Generalmente estas empresas contratan a mujeres de extracción muy pobre, indígenas y migrantes, para así poder casi esclavizarlas en jornadas en las que no se les permite ni ir al baño, se les encierra, o como se revela en la fábrica de Chimalpopoca, no se les permitió hacer ningún simulacro el 19 de septiembre, para no afectar la producción.
Es en este contexto que las obreras de Bolívar y Chimalpopoca quedaron atrapadas, no sólo por el desastre natural, sino por el desastre social y económico en el que ya vivían, de superexplotación y discriminación, por ser mujeres trabajadoras, pobres y migrantes. Pero al rescate acudieron organizaciones feministas, y sindicales, como el SME, voluntarias y voluntarios independientes, quienes denunciaron que el ejército controlaba el acceso y entorpecía las labores de rescate. El 22 de septiembre se dio un connato de violencia, en el que el cuerpo de granaderos de la Secretaria de Seguridad Pública de la Ciudad de México, reprimió a voluntarios y voluntarias que querían impedir el acceso de maquinaria pesada, pues se tenía la esperanza de seguir recuperando cuerpos con vida; llevándose además la herramienta y víveres donados por la población.
Compañeras y compañeros del Movimiento al Socialismo, nos sumamos a la exigencia que han hecho otras organizaciones de que el gobierno esclarezca la situación en la que laboraban estas trabajadoras, que se presente la nómina completa del personal; que se conozca la lista de quiénes y cuántas obreras quedaron atrapadas en los escombros, de las sobrevivientes, fallecidas y desaparecidas. Que se indemnice a las familias de las trabajadoras sin que haya ningún tipo de represalia, ni deportación; que se regularice su situación migratoria, brindándoles todos los derechos. Que se castigue a los empresarios por violentar los derechos laborales y humanos de las trabajadoras y a los funcionarios gubernamentales corruptos que permiten la operación de estos talleres.
Repudiamos la represión suscitada al final del rescate por parte de la Secretaria de Seguridad Pública capitalina en contra de las y los voluntarios que se oponían a que avanzará maquinaria pesada.
La organización y la solidaridad que el pueblo ha demostrado ante el siniestro debe continuar para el rescate y la reconstrucción, en ese sentido, llamamos a las colectivas, organizaciones feministas, sindicales y sociales a fortalecer ese esfuerzo de manera unitaria. Conformemos una coordinación de mujeres que apoye a quienes perdieron a sus esposos, hermanos o padres; para quienes perdieron sus bienes o su casa exigiéndole al gobierno una indemnización justa, pues no puede ser el pueblo el que cargue con la tragedia, ni mucho menos las mujeres trabajadoras. A todas ellas, les decimos ¡No están solas!
¡Trabajadoras unidas contra la explotación y la opresión!