Por: Miguel Lamas
En medio del ataque del gobierno de Temer contra los trabajadores -ya aprobó la ley de flexibilización laboral y ahora intenta una ley de jubilaciones que anula para muchos hasta la posibilidad de jubilarse- y frente a la presión de las bases las centrales sindicales convocan a una huelga general para el 5 de diciembre.
Convocan a la huelga general, mediante un manifiesto conjunto, las centrales sindicales CUT (Central Unitaria de Trabajadores, dirigida por el PT), Forza Sindical, UGT, CTB, Nova Central, CSB, Intersindical, CGTB y CSP-Conlutas (central de izquierda donde se concentran las fuerzas combativas), que sumadas representan a la casi totalidad del movimiento obrero organizado. Llaman a realizar asambleas, actos, debates y otras actividades preparatorias hacia la huelga general. El reclamo central es contra la nueva ley jubilatoria que consideran que anula el derecho a jubilarse (¡establece 40 años de aportes para cobrar una jubilación completa!).
Pero el ataque es global y no solo a las jubilaciones. Por eso desde la CST/PSOL (sección brasileña de la UIT-CI) se afirma que es necesaria una respuesta de la clase trabajadora, la juventud y el conjunto de sectores explotados y oprimidos. Para transformar la huelga en un movimiento que derogue la reforma laboral antiobrera (aprobada en junio), la cual prioriza acuerdos por empresa por sobre normas legales y contratos temporales «intermitentes» con jornadas de trabajo «flexibles»; contra la congelación de los presupuestos y salarios públicos por 20 años, por aumento de los presupuestos de salud, educación, salarios y empleos; contra el pago de la deuda pública, por la prisión y confiscación de bienes de políticos y empresarios corruptos, con expropiación de empresas implicadas en el Lava Jato (el escándalo de coimas que afectó a centenares de políticos y a empresas enormes como la constructora Odebrecht) y por ¡Fuera el gobierno de Temer!
Sin embargo, este llamado a la huelga, arrancado en gran medida por la indignación de las bases, no cambia el hecho de que la burocracia de las mayores centrales sindicales ya capituló en la huelga general del 30 de junio pasado, negociando con el gobierno de Temer algunas ventajas en sus ingresos. Y la más importante de las centrales, la CUT, tiene como prioridad defender a Lula y otros corruptos del PT y promover sus candidaturas para las elecciones nacionales de octubre de 2018. Todos ellos son parte de un acuerdo nacional para mantener la presidencia de Temer, pese a ser el presidente más impopular del mundo (solo 3 de cada 100 lo apoyan) y para tratar de tapar los escándalos de corrupción.
Por eso, la única posibilidad de que el movimiento tenga continuidad es construirlo desde las bases, exigiendo que los dirigentes cumplan con el llamado que ellos mismos hicieron, reclamando asambleas de base, plenarios y formación de comités de lucha por estado (provincia), y rodear de solidaridad a las grandes huelgas, como la nacional de Fasubra (trabajadores de 39 universidades), de los docentes de Río Grande do Sul, de las fábricas químicas en huelga en el Valle de Paraiba, San Pablo, así como las movilizaciones de las mujeres y las peleas contra la discriminación racial del «movimiento negro».