Por Federico Novo Foti
En la Segunda Guerra Mundial, en poco más de dos meses, desde el 1º de agosto de 1944, cincuenta mil combatientes de la resistencia polaca se enfrentaron al sanguinario ejército nazi y tomaron la capital, Varsovia. Fueron derrotados ante la descarada pasividad y la traición de José Stalin y los aliados anglo-yanquis. Tras la caída del régimen nazi, la heroica lucha polaca quedó silenciada por la burocracia estalinista.
El 1° septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, cuando los ejércitos alemanes invadieron Polonia. Días antes, los ministros de Asuntos Exteriores de Adolf Hitler y José Stalin habían celebrado un infame pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética (URSS), que incluía la partición y el reparto de Polonia entre ambos países. El 8 de septiembre, las tropas alemanas alcanzaron Varsovia, la capital polaca. El 17 de septiembre, la región oriental fue invadida por la URSS.
Polonia fue uno de los países más castigados por la barbarie nazi, en particular su numerosa población judía. Allí gobernó el carnicero Hans Frank, quien instaló la sede del “gobierno central” en Cracovia, la segunda ciudad polaca en importancia. Frank fue un entusiasta impulsor de la “Solución Final”, es decir, de los campos de exterminio y el genocidio del pueblo judío. Fueron igualmente víctimas del nazismo los gitanos, eslavos, comunistas, homosexuales y todo opositor a la contrarrevolución nazi y su “modelo ario”.
El mayor levantamiento antinazi de la Segunda Guerra Mundial
La batalla en la ciudad soviética de Stalingrado, en febrero de 1943, marcó un punto de inflexión en la guerra.1 Desde entonces las tropas de Hitler comenzaron su retroceso. El avance del Ejército Rojo en 1944 fue arrollador. En abril de 1943, alentados por la derrota de los nazis en Stalingrado, los judíos sobrevivientes del gueto de Varsovia protagonizaron un heroico levantamiento que fue ahogado en sangre.2
En junio de 1944, el Ejército Rojo alcanzó el río Vístula, que atraviesa Polonia, ocupando la región oriental del país. Entre tanto, se producía el desembarco aliado en Normandía, en la costa noroccidental francesa del Canal de la Mancha.3 Desde entonces, los ejércitos alemanes se verían acosados desde el frente occidental, el sur y, especialmente, en el frente oriental.
La resistencia polaca había comenzado en 1939, a pesar de las enormes dificultades que ocasionó la ocupación y partición del país. Se estima que, entre 1941 y junio de 1944, el clandestino Armia Krajowa (“Ejército del Interior”- AK) participó en el descarrilamiento de 700 trenes, la voladura de 40 puentes, 25.000 acciones de sabotaje, 5.700 atentados contra las fuerzas de ocupación y, desde 1943, organizó una guerra de guerrillas en la que hubo más de 170 combates contra las fuerzas de ocupación.
Pero en agosto de 1944 se inició el mayor levantamiento antinazi de la guerra. Alentados por el debilitamiento del ejército nazi, unos 50.000 combatientes del Armija Krajowa se lanzaron heroicamente a la lucha por recuperar Varsovia, la ciudad capital. Con armamento liviano, enfrentaron a un número equivalente de tropas alemanas, armadas con tanques, artillería pesada y aviones de combate. Los nazis esperaban aplastarlos en sólo cinco días, pero la batalla duró 62 días de encarnizada guerrilla urbana. Se peleó casa por casa y se utilizaron los túneles de alcantarillado y las cloacas para trasladarse y como refugios. Debido a la escasez de municiones, los combatientes debieron afinar la puntería bajo el lema: “una bala, un alemán”.
Los cruentos combates dejaron veinte mil soldados muertos en cada bando. La población de la ciudad, que antes de la guerra se contaba en 1,3 millones de personas, fue completamente diezmada. Los SS (Schutzstaffel), responsables de la política de exterminio nazi, masacraron a unos 50.000 ciudadanos, otros doscientos mil perecieron bajo los bombardeos y medio millón fueron deportados a los campos de exterminio. Finalizados los combates, el 2 de octubre, por orden de Hitler la ciudad fue desalojada y arrasada hasta sus cimientos a modo de represalia.
La traición de José Stalin
Los planes de la campaña soviética, la “Operación Bragatión”, señalaban que el mariscal Constantin Rokossovski debía tomar Varsovia el 2 de agosto. Aquel día, desde el otro lado del Vístula, Rokossovski contempló la ciudad en llamas, tras haberse iniciado el levantamiento de Varsovia. Junto con el general Gueorgui Zhukov, enviaron una propuesta a Stalin para tomar la ciudad y seguir el avance hacia Alemania. Sin embargo, tras su intercambio, el Ejército Rojo se quedó del otro lado del río, a escasos 20 km de los combates, permitiendo que los nazis aplastaran la insurrección.4 Recién avanzaría sobre Varsovia en enero de 1945.
Isaac Deutscher, investigador y periodista socialista polaco, autor de la primera gran biografía de León Trotsky, también escribió Stalin. Biografía política en 1949. Allí, a pesar de justificar las purgas, la represión y otros crímenes de Stalin, calificó de “cínica” su postura ante el levantamiento polaco. Afirma que “la conducta de este [Stalin] fue sumamente extraña, por no decir más. Al principio no les dio crédito a los informes sobre el levantamiento y sospechó un engaño. Después prometió ayuda, pero no la dio. Todavía hasta entonces se hubiera podido darlE una interpretación benévola a su conducta. Era posible, e incluso muy probable, que Rokossovsky, rechazado por los alemanes, no estuviera en condiciones de acudir al rescate de Varsovia, y que Stalin, ocupado entonces en grandes ofensivas en el sector sur del frente, en los Cárpatos y Rumania, no pudiera alterar sus disposiciones estratégicas para auxiliar al levantamiento inesperado. Pero a continuación hizo algo que horrorizó a los países aliados. Se negó a permitir que aviones británicos, volando desde sus bases para abastecer de armas y vituallas a los insurgentes, aterrizara en aeródromos rusos tras las líneas de combate. De esa manera redujo a un mínimo la ayuda británica a los insurgentes. Entonces, los rusos aparecieron llevando ayuda a la ciudad en llamas, cuando ya era demasiado tarde”.5 La posición de los ejércitos aliados no fue menos exculpatoria. A medida que pasaban los días, la resistencia polaca concluyó en que no recibiría colaboración alguna desde el exterior, ni del Ejército Rojo ni de los Aliados. Es que ni el primer ministro británico, Winston Churchill, ni el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, hicieron nada para evitar el martirio del heroico pueblo polaco, que enfrentó a la máquina de destrucción nazi. Con claridad meridiana, en su última trasmisión, antes de ser silenciada para siempre, la radio Blyskawica (“Rayo”) de los insurrectos dio el siguiente mensaje: “sepan los pueblos del mundo que todos los gobiernos son culpables”.6
1. Ver El Socialista Nº 554 (15/02/2023)
2. Ver El Socialista Nº 558 (12/04/2023)
3. Ver El Socialista Nº 269 (04/06/2014)
4. Ver Norman Davies. Varsovia 1944. La heroica lucha…. Editorial Planeta, Barcelona, 2005.
5. Isaac Deutscher. Stalin. Biografía política. Ediciones Vanguardia Obrera, Madrid, 1979.
6. Norman Davies. op. cit.
El estalinismo intentó ocultar el levantamiento
En el periodo final de la Segunda Guerra Mundial y tras la rendición nazi en mayo de 1945, los acuerdos de Yalta y Potsdam, en el que los gobiernos imperialistas y la burocracia estalinista hicieron su “reparto del mundo”, Polonia quedó bajo la órbita de la burocracia soviética. La dictadura de partido único estalinista, entonces, intentó condenar al olvido al heroico levantamiento de Varsovia.
Una de las pocas voces que en aquellos momentos reivindicaron a la resistencia polaca fue el periodista y escritor socialista inglés George Orwell. Este se había convertido en un fuerte crítico del totalitarismo estalinista tras su participación en la guerra civil española. En su columna “A mi manera” en la revista “Tribune”, denunció su conducta criminal ante el levantamiento en 1944 y ante la indiferencia de la prensa mundial escribió: “Ante todo, un aviso a los periodistas ingleses de izquierdas y a los intelectuales en general: recuerden que la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después volver repentinamente a la honestidad intelectual”.1
En 1953 murió Stalin y comenzó a desarrollarse el descontento obrero y popular en Alemania Oriental, Polonia y Hungría (cuyo levantamiento fue aplastado en 1956) contra las dictaduras stalinistas. En Polonia comenzó cierta apertura. Esto permitió que el joven director de cine Andrzej Wajda pudiera filmar que en 1957 impactó en el monótono medio artístico polaco. Aquella película, la segunda de Wajda, se llamó “Kanal” (“La patrulla de la muerte”).2 Basada en la novela de un sobreviviente, divulgaba por primera vez la insurrección y la brutal represión nazi. Mostraba la experiencia de aquellos dos meses de combates y mostraba en forma angustiante el aislamiento de los combatientes, su lucha por sobrevivir y su situación sin salida. Pese a la censura, algunas de sus escenas remitían a la traición de la burocracia soviética. La posterior caída de la burocracia estalinista de la URSS y los países de Europa oriental, incluido Polonia, renovó los debates sobre el levantamiento de Varsovia y permitió el surgimiento de nuevas investigaciones históricas que han echado luz, entre otros aspectos, sobre el funesto rol de Stalin.
1. Ver George Orwell. “A mi manera y otros escritos”. Editado por Paul Anderson, Mayo, 2007.
2. Disponible en www.youtube.com