Pocos discuten la crisis del imperialismo yanqui. Incluso, hoy ya se admite que perdió la guerra de Iraq y que está perdiendo la de Afganistán. Esto es gravísimo para el imperialismo.
Pero ante ese hecho, hay muchas interpretaciones. Desde la izquierda, hay sectores que apoyan al italiano Toni Negri, que en su libro «Imperio» (2001) ha teorizado sobre la desaparición del imperialismo y la existencia de un gobierno mundial, extraterritorial, en manos del G-8, el Banco Mundial, el FMI y la OMC.
Sin embargo, las invasiones de Iraq y Afganistán, las disputas con la Unión Europea y Rusia mostraron en los últimos años a un imperialismo yanqui y a los otros imperialismos, muy concretos y activos, con gobiernos como el de Bush y ahora Obama, que juegan un rol fundamental a escala mundial.
Otros, especialmente la corriente castro-chavista, opinan que el imperialismo yanqui va camino a dejar de ser hegemónico y que vamos a un mundo «multipolar» (eso lo dicen, además, embelleciendo a China y Rusia como si fuesen potencias progresivas y «antiimperialistas»). En ese marco explican la guerra civil en Siria, como si fuera parte de esta confrontación, adonde China y Rusia, por ser «progresivas», estarían apoyando al supuestamente «antiimperialista» Assad.
Creemos que son visiones totalmente equivocadas de lo que está sucediendo. Aunque sí reflejan, distorsionadamente, que existe una grave crisis del imperialismo yanqui que ya no actúa con la fortaleza y contundencia de otras décadas.
Para nosotros, todos los datos económico-sociales indican que el imperialismo yanqui sigue siendo hegemónico y dominante, aunque en una gravísima crisis política, económica y militar sin precedentes. Por eso la definimos como una crisis de dominación causada centralmente no por el ascenso de potencias rivales, sino por la rebelión de masas que conmueve al mundo y la caída del aparato estalinista de la ex Unión Soviética, por lo cual perdieron a su principal socio contrarrevolucionario que contribuía con sus traiciones a hundir rebeliones de los pueblos. Ahora, el imperialismo lanza sus contraofensivas por su propia cuenta y riesgo
Es una crisis que combina tres aspectos: económico, político y militar
Esta crisis de dominación también la podemos definir como un debilitamiento de la hegemonía del imperialismo norteamericano. Pero no está a la vista el fin de la dominación norteamericana, como sí sucedió con el imperialismo inglés durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco hay un imperialismo alternativo. Se habla de China, pero no tiene ninguna base real.
Años atrás, la prensa burguesa y el imperialismo decían que existía un «Nuevo Orden Mundial» encabezado por los Estados Unidos y que se reflejaba en la «etapa de globalización de la economía», de auge del capitalismo. Reforzados por la caída del Muro de Berlín y la restauración capitalista, aseguraban el «triunfo histórico» del capitalismo y que se estaba en una nueva etapa superior de desarrollo económico. Se popularizó el «fin de la historia» de Fukuyama.
Todo eso se fue derrumbando por la realidad, a partir del 2007, del total colapso de la economía mundial capitalista. Con el agravante que esa crisis tuvo como epicentro a los Estados Unidos y que se fue transformando en una crisis global del sistema capitalista-imperialista, que afecta a los principales países del mundo y que se fue profundizando en Europa.
Estamos frente a la crisis más grave del imperialismo yanqui en su historia, ya que por primera vez se combinan tres crisis: económica, política y militar. Hubo otros cracks económicos (la caída de Wall Street del ´87, el efecto Tequila del ´94 o la crisis asiática del ´97), pero ahora el crack mundial se combinó con el fracaso militar en Iraq, que significó la segunda derrota militar desde Vietnam, más el empantanamiento en Afganistán. Lo que derivó en una crisis política en la Casa Blanca, con el gobierno de Bush.
Después de la caída de las Torres Gemelas, Bush lanzó una contraofensiva imperialista invadiendo en 2001 Afganistán e Iraq en 2003. Así, pretendía mostrarse ante las masas como el gendarme mundial que ponía fin al «terrorismo», que iba a controlar el petróleo iraquí y tener una cabeza de playa para estabilizar la región, apuntalando a Israel al derrotar la resistencia de los palestinos y de otros pueblos (fracasó, por ejemplo, el golpe de 2002 en Venezuela) y que, a su vez, iba a mostrar una economía capitalista floreciente. Terminó fracasando en todos los puntos esenciales. El proclamado «Nuevo Orden Mundial» culminó en un «desorden» global de proporciones descomunales.
Todo esto llevó a una crisis política en la dirección del imperialismo norteamericano con la derrota del proyecto Bush y la entrada de Obama. Estados Unidos, cuna del racismo, fue escenario de un acontecimiento político impensado, al producirse el hecho de que la población eligiera a Barak Obama, de origen afro-descendiente y del Partido Demócrata, como castigo al gobierno republicano de George Bush hijo, a quien responsabilizaron por el estallido de la crisis económica y de la derrota militar en Medio Oriente.
La crisis del Vaticano es parte de la crisis política del imperialismo
La crisis del Vaticano se explica en el marco de la inédita crisis del imperialismo. La Iglesia Católica no se ha podido exceptuar del proceso de decadencia del capitalismo y que cada vez más los pueblos movilizados y explotados toman distancia de la institución.
El Vaticano ha sido siempre parte del frente contrarrevolucionario mundial. Contribuyendo, en unidad con el imperialismo norteamericano y europeo, a tratar de sostener al capitalismo y derrotar las luchas del movimiento de masas. En ese sentido, fue claro el rol del papa polaco Juan Pablo II, que jugó un gran papel contrarrevolucionario en el proceso de restauración capitalista y buscando, activamente, liquidar las revoluciones como, por ejemplo, con sus viajes a Nicaragua, El Salvador y a Argentina por la guerra de Malvinas.
La inédita renuncia del Papa Ratzinger, algo que no ocurría desde hace más de 600 años, es reflejo de una aguda crisis que sufre la Iglesia y el Vaticano. La crisis financiera capitalista y la corrupción, por ejemplo, también afectaron al Vaticano con el caso del banco Ambrosiano y otros. Ratzinger ha sido uno de los papas más reaccionarios y se vio obligado a renunciar en medio de una ola de escándalos financieros y de pedofilia.
La designación de Bergoglio como nuevo Papa muestra que la Iglesia busca dar un golpe de timón, nombrando por primera vez a un representante de Latinoamérica y de la orden de los jesuitas. Buscan con ello cambiar la imagen de la Iglesia «rica», corrupta y alejada de la gente. Ponen a un personaje como el argentino Bergoglio porque es, como el resto de los jerarcas de la Iglesia, un conservador reaccionario y troglodita, pero con una política más hábil que la del ala Opus Dei y Ratzinger, que eran del viejo «aparato» europeo del Vaticano. Bergoglio posiblemente no cambie mucho las estructuras ni las doctrinas ultrareaccionarias de la Iglesia, pero puede darle una imagen de «estar más cerca de la gente», de no ir en limusina y tomar buses o no andar con adornos de oro. Pero es un representante de la Iglesia argentina, una de las más reaccionarias de Sudamérica. Que, por ejemplo, colaboró con la dictadura militar de Videla, muy lejos de las alas de la Teología de la Liberación o del «progresismo» brasilero que empujó por un PT en los 80. Este nombramiento podrá mejorar la imagen del Vaticano, pero no la crisis de fondo de la Iglesia Católica.
La política de la zanahoria y el garrote
El fracaso político-militar en Iraq obligó a Obama a cambiar de política, pasando a la táctica de la «zanahoria y el garrote», donde lo central será el intento de negociar los conflictos con los gobiernos burgueses y las direcciones contrarrevolucionarias. O sea que lo que prima es la zanahoria, pero sin abandonar el garrote. Por eso, ante el fracaso de la nueva contraofensiva imperialista que lanzó Obama centrada en Afganistán, por su evidente empantanamiento militar, solo les quedó negociar su salida.
La caída de odiosas dictaduras en varios países árabes son espectaculares triunfos de las masas y reflejo directo de la crisis de dominación imperialista En especial, son fruto de la combinación de la derrota del imperialismo en Iraq, la continuidad de la lucha palestina y el propio ascenso en estos países contra los ajustes capitalistas. Los triunfos de la revolución árabe profundizan el debilitamiento del imperialismo en la región, cayendo la dictadura egipcia, que era su principal aliado árabe para apoyar al Estado sionista de Israel contra el pueblo palestino. El imperialismo yanqui se vio impedido de actuar militarmente para evitar estos triunfos de las masas. En el caso de Libia, su intervención tuvo que ser indirecta a través de la OTAN. Tampoco ha podido intervenir militarmente en Siria. La otra consecuencia de estos triunfos es el mayor aislamiento de Israel, el agente imperialista primordial en Medio Oriente.
En este marco se puede entender la situación de conflicto con Irán, en donde es evidente que Obama quiere evitar un enfrentamiento armado o una guerra. Por eso ha insistido a Israel y a los países aliados con que hay que agotar la negociación. La escalada contra Irán está provocada por Israel que, en medio de su crisis política y social interna, está buscando provocar una guerra contra Irán para unificar al Estado sionista obligando al imperialismo a respaldarlo y así tratar de contrabalancear las derrotas que vienen sufriendo. Es tal la crisis del imperialismo, que hasta le cuesta controlar a su principal aliado en la región y por eso no se puede descartar que se vaya a un choque militar si fracasan las negociaciones.
Parte de ese giro táctico, de buscar la negociación con las direcciones, son las tratativas de paz entre el gobierno de Turquía y la dirección del movimiento kurdo del PKK o las nuevas negociaciones entre el gobierno de Colombia con la dirección de las FARC.
La conclusión más importante que podemos extraer de la presente etapa es que la crisis de dominación imperialista se traduce en la agudización de la lucha de clases en las grandes metrópolis capitalistas, la apertura de situaciones pre o directamente revolucionarias y que la clase trabajadora cumple un papel fundamental en la defensa de los derechos de los cientos de millones de habitantes de esas poderosas naciones capitalistas.
Del mismo modo, ante la agudización de las rebeliones de los pueblos contra el intento del imperialismo de descargar sobre ellos el peso de la crisis económica, se puede esperar levantamientos en amplias zonas del planeta como hoy acontece en el mundo árabe.
Es decir, estamos ante el comienzo de un nuevo proceso en el cual comienzan a coincidir en el tiempo las luchas de los trabajadores y los pueblos de las metrópolis (como Europa) con alzamientos en varios países dependientes, como es el caso de los del norte de África.