Desde 2008, Europa está en el centro de la crisis capitalista y el intento de hacérsela pagar a los trabajadores, la juventud y los sectores populares. Desde 2010, la clase obrera europea, aunque con desigualdades y dificultades por su dirección burocrática, salió masivamente a la lucha.
El «ajuste»: asalto a las conquistas laborales y sociales
El colosal despilfarro del llamado «rescate de los bancos» en 2008 significó que los costos fueron pasados a los Estados. La gran mayoría de los 27 Estados que componen la Unión Europea (UE) quedaron endeudados y sin capacidad para hacer frente a los pagos de la deuda. ¿Con quién es la deuda? Fundamentalmente con los bancos alemanes y franceses, en ese orden. ¿Y quién debe pagarla, según los capitalistas y su tropa de «expertos» económicos»? Los trabajadores y trabajadoras, los inmigrantes, los pobres. ¿Por qué así? La explicación que dan: hubo «años de despilfarro», ahora «hay que sacrificarse».
La forma de «solucionar», según los grandes capitalistas y banqueros, es el «ajuste de la economía», es decir, reducir el déficit fiscal para pagar la deuda pública. El Banco Central Europeo (BCE), el FMI y la «Comisión Europea» (órgano político de la Unión Europea que refleja los intereses de los Estados más poderosos, fundamentalmente de Alemania y Francia), conocidos -y odiados- por millones de europeos como la «Troika», son las instituciones encargadas de diseñar la medida de estos ajustes para cada país y para que los gobiernos endeudados puedan obtener «salvatajes». Es decir, dinero prestado del BCE y el FMI para pagarles a los bancos alemanes y franceses. Y para eso tienen que cumplir con lo que la Troika manda: aumentar la edad jubilatoria, recortar presupuestos de salud y educación, echar empleados públicos, bajar sueldos y aumentar el IVA. Esta política comenzó a aplicarse incluso en algunas de las potencias dominantes de la Unión Europea como Francia y Gran Bretaña. Otra forma de «socorrer» a los endeudados es que el BCE le presta a los grandes bancos al 1% de interés y a su vez estos le prestan a los Estados a un interés de alrededor del 6% o superior. Y la prioridad, en el marco del llamado Pacto Fiscal, es pagar esta deuda que crece de forma imparable.
El ataque a la salud, educación y otros servicios sociales significa el comienzo del desmantelamiento del llamado «Estado de bienestar», conquista de la clase obrera al finalizar la Segunda Guerra Mundial y, a su vez, el precio pagado por el imperialismo para impedir, con ayuda del estalinismo, revoluciones socialistas en Europa.
Y no son sólo los Estados los que recortan, sino que las grandes empresas capitalistas privadas también son autorizadas a despedir y bajar los sueldos, o incluso a cerrar sus plantas industriales con muy pocos requisitos, invocando una situación de crisis.
La criminalización de los inmigrantes es otra arma en manos de los capitalistas contra la clase obrera. Las leyes de extranjería fueron las mejores reformas laborales que los Estados podían imponer sin chocar con los sectores de la aristocracia obrera representados en los sindicatos. La mano de obra «sin papeles» fue la carne de cañón de los sectores de producción que no podían deslocalizar -construcción, agricultura, turismo, gastronomía. Crearon el ejército de reserva junto a los inmigrantes con papeles, que no pueden perder el trabajo si no quieren perder su «legalidad». Y así crearon las condiciones para aumentar la explotación, quitar derechos y dividir a la clase obrera e incluso sembraron el veneno del racismo y la xenofobia entre los propios trabajadores. Se comenzó a perseguir también a ciudadanos de los países de la Unión Europea, especialmente inmigrantes gitanos, polacos o de los Balcanes.
El dominio alemán-francés de la Unión Europea y su carácter imperialista
Dentro de esa nueva jerarquía en la que Alemania termina imponiendo su ley, Francia y Alemania siguen siendo las dos potencias decisivas en la UE. Eso llevó a hablar del Merkozy (Merkel y Sarkozy, este último ya cayó reemplazado por el socialdemócrata Hollande). Al día de hoy, los países europeos concentran más de la mitad de la facturación del comercio exterior alemán, así como son el origen de la mayoría de importaciones, con Francia como el primer socio comercial en uno y otro sentido. Pero también, y principalmente, Alemania es la primera acreedora de los países periféricos (568.600 millones de euros), seguida de Francia (440.000 millones), Italia (96.400) y, a su vez, España es acreedora por 127.600 millones (99.800 de ellos son de Portugal). O sea que el brutal ajuste en Europa es en gran medida para pagarle a los bancos alemanes y franceses, que después de haber sacado enormes beneficios en los últimos años y endeudado a los Estados para rescatar a sus propios bancos, ahora pretenden cobrar a costa de destruir el salario y las conquistas sociales.
La ampliación de la UE al este fue una exigencia de las multinacionales alemanas, que partiendo de la posición privilegiada de la Alemania reunificada con estrechas relaciones con el este europeo, buscaban aprovechar las ofertas a precio de «ganga» de la privatización en masa y elegían los mejores sectores para deslocalizar sus industrias, pudiendo utilizar la mano de obra calificada y barata y proceder a una reducción de costos de producción de sus empresas.
La Unión Europea tiene un claro carácter imperialista dominado por Alemania y Francia. Este carácter se expresa en su interior con la subordinación de los países del sur y la severa limitación de su soberanía nacional por parte de las instituciones de la UE, que no tienen carácter democrático, incluso en los estrechos marcos burgueses. Y se expresa a través de las multinacionales en Latinoamérica, África y Asia. La intervención del imperialismo francés en Malí, en enero de 2013, mostró crudamente cómo los resortes militares imperialistas permanecen para defender a sus multinacionales como el predominio de las francesas Fruit Company, el holding industrial Bolloré -presente en 41 países africanos y que incluye desde terminales de contenedores hasta plantaciones-, el grupo Bouygues -obras públicas, agua, electricidad-, la Total en Nigeria o el líder mundial de energía nuclear Areva con sus extracciones de uranio en Níger. En defensa de esos intereses han acudido la diplomacia, el apoyo a dictadores, el envío de armas o mercenarios… cuando no los ejércitos de los distintos Estados.
El carácter antidemocrático de la UE y los Estados nacionales
El Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el Pacto de la Reforma Estructural y el Pacto del Euro han vuelto a poner sobre la mesa el debate de la cesión de soberanía. Estos acuerdos atan a los Estados a los mandatos de las grandes multinacionales, alejándolos lo más posible de los vaivenes de la lucha de clases de su país -limitándolos incluso para poner paliativos sociales-, pero no son cambios cualitativos en el papel del Estado burgués. No sólo les permiten mantener la esencia del Estado-nación (el batallón de hombres armados encargados de mantener la dominación de clase, como decía Engels), sino que la refuerzan en sus rasgos más represivos y antidemocráticos.
La UE nunca ha tenido un carácter democrático. La Constitución Europea nunca fue aprobada, tras la derrota sufrida en el referéndum francés de 2005. Entonces le cambiaron de nombre, le pusieron «Tratado de Lisboa» y no la sometieron más a referéndum, excepto -obligados- en Irlanda.
La sola mención de la palabra referéndum en Grecia hizo saltar la alarma en el BCE, en los gobiernos y en todas las instituciones de la UE. Se acusó a Papandreu por insolidario, irresponsable e incendiario… Todo ello por el simple hecho de que un gobierno pusiera sobre la mesa la posibilidad de que el pueblo decida sobre el acontecimiento que va a ser más determinante en sus vidas: la respuesta a la crisis. ¿Y si esa exigencia se extendía por la Unión Europea? Papandreu fue obligado a desdecirse del referéndum, que nunca se realizó, y se impuso desde la Troika el gobierno «tecnócrata» de Papademos con la exigencia del apoyo de los dos grandes partidos del parlamento. El capitalismo y todas las instituciones temen la voz del pueblo. ¡Defendemos el derecho del pueblo a decidir sobre su futuro!
Tras Grecia, Italia también fue sometida al control y vigilancia de la Troika. En crisis total, el gobierno de Berlusconi, acosado por las movilizaciones de rechazo, fue sustituido por el también «tecnócrata» Mario Monti. Los gobiernos «tecnócratas» intentan elevarse por encima del enfrentamiento político entre los partidos y los cálculos electorales de estos, para servir al gran capital, incluido el italiano o griego respectivamente. La soberanía nacional se pone en cuestión, como lo estaba en América Latina bajo la deuda externa.
En 2013 se produce la crisis de Chipre y la Troika dicta un «corralito» y un saqueo a sus depósitos bancarios, cerrando bancos y un plan de privatizaciones.
Esta situación de crisis capitalista e intervenciones antidemocráticas para imponer planes de ajuste agudiza los problemas nacionales, de las naciones oprimidas dentro de los Estados nación, como es el caso de Irlanda del Norte, Euzkadi, Cataluña, Escocia y Kurdistán en Turquía, que no se resuelven pese a los estatutos autonómicos en el caso del Estado español o de Escocia. Estamos por el pleno de derecho de los pueblos a su autodeterminación nacional y ni bien derrotemos al poder burgués central, continuaremos la lucha sistemática por la unidad del proletariado de esos países, planteando, estratégicamente, una federación de repúblicas socialistas.
Las luchas obreras y populares
Desde 2010 entró en escena en gran escala la clase obrera. Así vimos reaparecer grandes huelgas generales y movilizaciones obreras en Grecia, España, Francia, Portugal y otros países.
En mayo de 2010 se masificó la lucha de masas en Grecia, como respuesta a los planes de ajuste con recortes del 20 al 30% de los ingresos. Una gigantesca huelga general y las mayores manifestaciones desde el derrocamiento de la dictadura militar en 1974, con 300.000 trabajadores en las calles de Atenas. Esta huelga abrió un ciclo de doce huelgas generales sólo en ese año y centenares de huelgas y movilizaciones parciales. En 2010 hubo, además, dos huelgas generales en Italia, otra en Portugal, otra más débil el 29 de septiembre en España y masivas manifestaciones en Gran Bretaña e Irlanda. En Francia, nueve huelgas generales y bloqueos de los depósitos de combustible por los petroleros.
La primavera de 2011 vio aparecer otro movimiento de resistencia y repudio a las políticas de ajuste: surgirá en España el «movimiento de los Indignados». Decenas de miles de jóvenes estudiantes, desocupados, trabajadores precarizados, la mayoría sin organización sindical, salieron a la calle y ocuparon plazas en el Estado español durante meses. El movimiento se expandió, aunque con menor fuerza, a varios países europeos.
En 2011 hubo otras cinco huelgas generales en Grecia contra Papandreu, del Pasok, y una contra el nuevo gobierno «técnico» de Papadimos. En Italia, dos huelgas contra Berlusconi. Masivas movilizaciones en España y una huelga general en Portugal. En Gran Bretaña, la más masiva huelga del sector público, con unos dos millones y medio de trabajadores en noviembre. En Alemania hubo importantes huelgas sectoriales en compañías como Lufthansa. En Bélgica, una huelga general en 2011 y otra a principios de 2012.
En 2012 Grecia siguió a la vanguardia con sus huelgas generales. Se sucedieron nuevas huelgas de transportes y movilizaciones estudiantiles en Italia, huelga de empleados públicos en Gran Bretaña y grandes movilizaciones y huelgas en Portugal. En Rumania se comienza el año con la gran protesta de «la tijera» contra el recorte en el presupuesto de salud pública. En el Estado español hay dos huelgas generales y la gran huelga de los mineros del carbón de Asturias y León, que con su movilización, bloqueos de rutas y enfrentamiento con armas rudimentarias a la represión, lograron una gran solidaridad popular. Y el año cierra con la llamada «huelga general europea» del 14N, en realidad una huelga general en el sur de Europa, Estado español, Portugal, Italia y Grecia, los países más afectados por el ajuste.
En febrero de 2013, grandes movilizaciones en Bulgaria contra el aumento de las tarifas eléctricas y exigiendo renacionalizar la electricidad determinaron la caída del gobierno conservador.
El 2 de marzo de 2013 hubo, según algunas fuentes, un millón de personas movilizadas en Portugal con la consigna «La Troika a la basura» y cantando en las calles «Gandola Vila Morena» -la canción de la revolución del ´74-, convocada por la misma plataforma que convocó en septiembre de 2012 a centenares de miles de personas.
Estas enormes luchas no consiguen, hasta ahora, generar direcciones revolucionarias con peso masivo. Las burocracias sindicales, en general vinculadas a los PCs, a la socialdemocracia o al Partido Laborista en Gran Bretaña, siguen dirigiendo relativamente, pero no pueden frenar la lucha y en muchos casos son desbordadas, como es el caso de Portugal, adonde la movilización fue llamada por una difusa plataforma de organizaciones y la CGTP (dirigida por el PC) tuvo que adherir obligada por su base (que de todas formas hubiera ido a las marchas). Las luchas han desestabilizado gobiernos y logrado grandes huelgas generales y la huelga general europea del sur. No obstante, la falta de dirección revolucionaria, o incluso de direcciones sindicales consecuentemente combativas, se hace sentir en que las luchas no tienen continuidad y cuesta meses lograr acciones unitarias. Y sobre todo, en que la vanguardia, que es la clase trabajadora griega, está relativamente aislada, sin un apoyo masivo de la clase trabajadora europea.
Inestabilidad política y alternativas antiajuste
Desde fines de 2011, se agudiza la inestabilidad política por la combinación de grandes huelgas con el «voto castigo» en cada elección contra los partidos que aplican el ajuste. Las derrotas de Zapatero en el Estado español y de Berlusconi en Italia marcaron esta dinámica. En 2012 es derrotado el gobierno de Sarkozy en Francia, que junto con la alemana Angela Merkel eran el binomio realmente gobernante en la Unión Europea.
En Grecia se produce el proceso más avanzado con el derrumbe de su histórico sistema bipartidista entre la socialdemocracia del Pasok y la centroderecha de Nueva Democracia. Cae el Pasok y se hunde electoralmente. La UE impone el gobierno «técnico» de Papademos, un interventor de la Troika. Y en las elecciones de 2012 surge una corriente de izquierda reformista antiajuste que obtuvo una altísima elección, con el 27%.
En Italia, las elecciones de febrero de 2013 marcaron la profundidad de la crisis del sistema político con un voto antitroika: el primer ministro «tecnócrata», Mario Monti, que había impuesto la Troika con apoyo de la burguesía italiana y de los partidos del régimen, fue enviado al basurero político con el 10% de los votos Berlusconi con el 31%, el 30% de la centroizquierda y el extraordinario 25% del humorista Boppe Grillo, con su movimiento Cinco Estrellas.
En la propia Alemania, el país dominante y más estable de la Unión Europea, el partido democristiano de Angela Merkel y sus aliados liberales pierden casi todas las elecciones regionales.
En esta crisis política también resurgen sectores de ultraderecha racista. La crisis y la falta de una dirección revolucionaria empuja a sectores empobrecidos de la pequeño burguesía y de trabajadores a culpar a los inmigrantes, y éste es el caldo de cultivo del surgimiento de sectores de ultraderecha, como en Francia el de Le Pen o en Grecia Aurora Dorada, declaradamente nazi. Fenómenos de ultraderecha con peso importante también aparecieron en Holanda, Noruega, Austria, Hungría, Suiza y Dinamarca.
En Grecia e Italia surgen alternativas políticas antiajuste. Tanto el fenómeno de Syriza en Grecia, como con menor claridad el de Grillo en Italia, muestran la aparición de una alternativa política contra el ajuste, aunque con propuestas reformistas en el caso de Syriza o casi sin propuesta alguna en el caso de Grillo. Pero en ambos casos se está rompiendo la lógica de votar por la alternativa «opositora» (socialdemócrata o conservadora) dentro del sistema bipartidista.
También en el Estado español surgió un incipiente giro a izquierda en las elecciones regionales e incluso candidaturas claramente de izquierda en Barcelona con un éxito electoral, logrando tres diputados, siendo Lucha Internacionalista parte del frente electoral.
Por un programa revolucionario
Contra los planes de ajuste. ¡Fuera la Troika! Defensa de la educación y sanidad públicas, contra el aumento de aranceles, contra las rebajas de salarios y contra los despidos. Exigir expropiación de toda empresa que despida. Defensa de los inmigrantes, inmediato otorgamiento de papeles y plenos derechos sindicales, civiles y políticos a los inmigrantes comunitarios o extracomunitarios.
No pagar la deuda: una cuestión de supervivencia. Hemos visto el valor y los límites de los paros nacionales frente a la crisis y los recortes, pero no hay un freno real a los recortes que no pase por el no pago de la deuda y la consecuente salida del euro, que tendrían un poderoso efecto ejemplificador en toda Europa, sea cual sea el país que lo inicie. El pago de la deuda pública hoy aparece ante grandes sectores de las masas como la socialización de pérdidas de los bancos. Ese dinero es necesario para servicios sociales, sanidad, enseñanza, para crear empleos, etcétera.
Nacionalización sin indemnización de la banca y bajo control obrero para servir a los intereses de las clases populares. Expropiación sin indemnización de la banca, empezando por la que ya ha recibido ayudas públicas, para crear con ella una banca pública bajo control de los y las trabajadoras. Garantía de los depósitos a los pequeños ahorristas, sin reconocimiento de deudas a otros bancos, y bloqueo de fondos para evitar la fuga de capitales. Con esos fondos hay que poner en marcha planes de empleo.
Creación de un parque público de viviendas de alquiler social a partir de las carteras inmobiliarias de los bancos expropiados. Paralización de los desahucios por motivos económicos e incorporación inmediata de esas viviendas al parque público.
Abajo los distintos gobiernos: por gobiernos de los trabajadores y los pueblos. Esta debe ser una constante que debemos ubicar en su justo lugar en cada país y momento, unas veces será pura propaganda, pero en cada vez más países -como ocurrió en Grecia, Italia, Estado español, Portugal o Bulgaria- la consigna puede pasar en cualquier momento a la agitación de masas.
Impulsar la movilización y la huelga general nacional y europea. El llamado a la lucha, a la huelga general en cada país es del todo necesario para poner en marcha a la clase obrera y unirla frente al gobierno y la patronal. Pero hoy solo los sindicatos oficialistas están en condiciones de convocarla a fecha fija. Por ello, cualquier política hacia la huelga general, inevitablemente pasa por dirigir la exigencia de su convocatoria a todos los sindicatos y muy especialmente a ellos.
Lo ocurrido con los sindicatos griegos da la pauta. La GEES y ADEDI (función pública) están bajo el control político del Pasok, el partido de Papandreu, y eso no ha impedido que, muy a pesar de sus direcciones, éstas se hayan visto arrastradas a convocar huelgas generales; de lo contrario, hubieran sido abandonadas en masa por los trabajadores/as. No se trata de esperar a que ello ocurra, sino de contribuir activamente. Crear un movimiento de base, en los centros de trabajo, exigiendo la convocatoria de una huelga general unitaria a todos los sindicatos, con pequeñas resoluciones escritas, es la base para generar ese movimiento y abrir el debate en la clase obrera. Solo si ese movimiento progresa es posible: 1) que los sindicatos mayoritarios acaben por llamar a la lucha. 2) se profundizará una ruptura consciente con esas direcciones o incluso 3) se podrían reunir las fuerzas con capacidad de convocarla apoyándose en las bases sindicales, sin esperar a que lo hagan las direcciones mayoritarias.
La huelga general no es ningún fetiche. Estamos a favor de la huelga general como paso importante en la movilización de los trabajadores para derrotar la política del gobierno, pero esto no quiere decir que la huelga general -entendida como un paro general de 24 horas- sea la solución a todos los problemas. Para derrotar los planes del gobierno hace falta más que una huelga general; hace falta que los trabajadores sean conscientes de que la huelga general les hace tomar a ellos el mango de la sartén y que esa huelga general tiene que ir seguida de medidas que tiendan a dar el poder a los trabajadores y esto comienza. Por eso, la importancia de la huelga general radica en el proceso, en la organización de base previa para impulsarla, de la que se mantiene y garantiza la huelga general y la posterior que ha de darle continuidad en un plan de lucha que necesariamente deberá combinar consignas sindicales, políticas -como referéndums tipo Grecia o Islandia- o concretar acciones que impulsan a los trabajadores al control de la producción o de sectores de servicios, como la que surgió en la huelga general griega de febrero 2012, de ocupación de un hospital bajo control obrero, defendiendo la atención médica gratuita, que llama a su generalización y cuestiona el gobierno. Su carácter objetivamente socialista podría representar un salto en el proceso, en caso de extenderse. De igual forma, las grandes huelgas generales pueden irse combinando con explosiones de indignación popular, como ya se dio en Grecia, que incorpore a las capas más oprimidas de los jóvenes desocupados y marginados e inmigrantes en enfrentamientos directos con la represión.
Por la internacionalización de la lucha. Grecia está en la vanguardia de la lucha contra la Troika FMI-UE-BCE que dirige la ofensiva del capital. Desde dentro de los grandes sindicatos, o por fuera, hay que unir las fuerzas con una política que excluya el sectarismo hacia ninguna fuerza sindical. Hay que crear un movimiento por una huelga general europea para unir las luchas. La huelga general de noviembre de 2012 mostró que eso es posible. Hace falta preparar una nueva huelga general más extensa, que abarque a más países.
Nuestro enfrentamiento con la UE como Europa del capital no es desde la defensa de la soberanía nacional, sino desde el internacionalismo. Nuestro proyecto es una Europa unida de los trabajadores/as y los pueblos, unos Estados Unidos Socialistas de Europa. Es desde esta óptica del internacionalismo que enfrentamos a la UE como un proyecto de clase, de la burguesía para mejor imponer sus planes a los trabajadores/as europeos.
Trabajar por una campaña internacional de solidaridad con la lucha de los trabajadores griegos/as podría ser uno de los primeros pasos hacia una lucha internacional superior.
Para ello, y preparando el futuro, es urgente construir una corriente sindical de izquierdas europea. Las fuerzas del capital, gobiernos, instituciones internacionales y gran patronal golpean unidas y sacan su fuerza de nuestra división. Los griegos/as están aislados y luchan solos. Es urgente la conformación de un gran frente de organizaciones políticas y sindicales en cada país y a escala europea alrededor de la ruptura con los planes de la UE y el FMI, creando corrientes sindicales al interior de los grandes sindicatos controlados por la burocracia. 1.- No al pago de la deuda; ese dinero se precisa para mantener los servicios sociales básicos y empezar a crear empleo público. 2.- Nacionalización de la banca y de los sectores vitales de la economía, para ponerlos bajo control de los trabajadores/as. 3.- Plan de inversiones público con salario digno. 4.- Reparto del trabajo entre los brazos disponibles sin pérdida de salario. 5.- Garantía para pensiones y salarios.
Construir partidos revolucionarios, unir a los revolucionarios en Europa. La situación de crisis evoluciona rápidamente y el mayor drama es que no contamos con organizaciones capaces de orientar la lucha de resistencia y ayudar a abrir un camino hacia la revolución. Ésta es la tarea número uno del momento. Es una tarea en cada estado y a nivel europeo e internacional.
Hay que excluir una política sectaria a las corrientes de la izquierda revolucionaria o corrientes combativas de los sindicatos, de la juventud. La respuesta que se den a las tareas concretas de la resistencia y la revolución irán separando y uniendo. Política activa al llamado a la coordinación de corrientes de izquierda revolucionaria. Esta unidad no es para discusiones teóricas, sino que tienen que estar centradas en las tareas para parar la ofensiva capitalista en cada país, solidaridad con la lucha griega y con los procesos revolucionarios en el norte de África y Oriente Medio.