La profundidad de la crisis abierta en 2007, solo comparable con la de los años 30, ha puesto en evidencia la decadencia del sistema capitalista-imperialista. Una de sus particularidades es su duración, que ya va rumbo a cumplir una década. En ninguno de los casos anteriores esto duró tanto, ni siquiera la mitad, ni un cuarto de lo que viene durando esta. Las políticas para «recuperar» la valorización capitalista, que consistieron en billones de dólares para salvar a los bancos, no logró evitar que derivara en crisis de solvencia de los países capitalistas, basta ver el caso de la UE (Grecia, España, Italia) que salieron super-endeudados.
En conclusión, esta crisis ya está mutando a lo que un economista del establishment, Larry Summers, ex secretario del Tesoro
de los Estados Unidos, llama «un estancamiento secular». Muchos ya pronostican que se entró en una fase depresiva larga, de décadas. Lo peor es que no está descartado una nueva fase aguda de crisis dentro fase aguda abierta en 2007-08, dada por la explosión de alguna nueva burbuja o por una nueva crisis bancaria o de deuda. En síntesis, un capitalismo imperialista que cada vez se va hundiendo económicamente más, con sus consecuencias de más planes de ajuste (y por lo tanto más resistencia obrera y popular), más crisis políticas, y a lo que se le suma una perspectiva muy peligrosa de llevar a la humanidad al desastre ambiental. Hoy, como nunca, sigue siendo válida la alternativa de «Socialismo o Barbarie».
2.1. Los datos de la crisis global
Si bien durante 2016 no se dieron episodios particulares de crack económico, la economía mundial, con sus desigualdades en países y regiones, siguió en un estado de semi-depresión. Crece la miseria y la desigualdad social. Según datos de la ONG Oxfam la diferencia entre ricos y pobres se amplia. Ocho empresarios del mundo concentran tanta riqueza como 3600 millones de personas. O sea la mitad del planeta. Si miramos los índices de desempleo, la zona euro sigue estando muy mal: el promedio de desocupación en toda la zona es alto (del 10%), con tres países al frente: Grecia (23,4%), España (19,3%) e Italia (11,7%). Pero el desempleo también es importante en Francia (10,2%). En Latinoamérica, Brasil está a la cabeza (11,8%), seguido por Argentina (9,3%). Otra expresión de la crisis y la debacle capitalista es el avance del cambio climático y el calentamiento global por el accionar sin medida y control de las multinacionales industriales y la emisión de gases de efecto invernadero que contribuyen al aumento de las temperaturas promedio del planeta. También la profundización de la depredación de la naturaleza, la contaminación del agua, el aire, las tierras y de todas las consecuencias de la destrucción de la naturaleza por la política de saqueo imperialista
La afirmación de que los países imperialistas seguían en crisis se confirmó plenamente y los debates sobre las elecciones yanquis permitieron que se hiciera de masas la definición de que la recuperación de la economía estadounidense era muy parcial, a pesar de que el PBI yanqui había vuelto a crecer, y con millones de empleos nuevos de salarios precarios. «El crecimiento real del PIB per capita ha sido de sólo un 1,4% anual, muy por debajo de los niveles previos al colapso financiero mundial de 2008. Es la recuperación económica más débil después de una crisis desde la década de 1930» (Michael Roberts, Sin Permiso, 14/1 /17).
En Europa, sigue el bajo crecimiento y el estancamiento. La zona del euro tuvo un crecimiento0 leve del 1,5%, pero manteniendo puntos críticos en el los países del sur europeo como, por ejemplo, Grecia, sigue su crisis con un «crecimiento» del 0,2 %, e Italia registra un 0,8% que es igual a estancamiento. Según un informe del FMI, «Italia sufre una gran crisis bancaria que podría venirse encima de los bancos muy pronto, a menos que el gobierno pague su rescate, sino que el FMI calcula que el PIB y la producción de Italia no volverán al nivel del año 2007 ¡hasta el 2025! Eso supone dos décadas perdidas de producción, ingresos, empleo y mejores condiciones de vida para el pueblo italiano. Tan débil ha sido la recuperación en Italia». (M. Roberts, 13/8/16 Sin Permiso).
Un hecho que muestra la inestabilidad financiera de la eurozona fue la mini crisis del Deutsche Bank de Alemania. En octubre del 2016, se desplomaron sus acciones por una multa millonaria de los EE.UU. por su implicación en ventas de hipotecas subprime antes de la debacle del Lehaman Brothers de 2007. Expresión de sus crisis ha sido el anuncio de un plan de 35 mil despidos en el mundo. Cuando ya se retiró de operar de 10 países. También el Commerzbank, el segundo banco privado alemán, anunció una reducción de 20% de su personal.
El endeudamiento público medio de la eurozona está ya en el 92% del PIB. Para Grecia, Estado español, Italia la deuda ya supera el 100% del PIB, Francia ya casi lo alcanza. La mayor parte de los bonos de deuda estaba en manos de la banca privada, la «rescatada» con dinero público. En un intento de evitar la quiebra por impago de los estados y la banca, en el 2015 el BCE decidía un plan para inyectar entre 60.000 M€ y 80.000 M€ cada mes para compra de bonos públicos y activos de bancos. A fines del 2016 se había gastado más de un billón de euros y el plan continúa aplicándose. Ese dinero, en manos de las empresas ha servido para hacer crecer de nuevo las inversiones financieras, preparando nuevas crisis cuando estallen estas burbujas especulativas.
La deuda pública es impagable. Grecia es el eslabón más débil, su deuda prácticamente alcanza el 180 % del PIB y el FMI la ha declarado «insostenible» y pide una nueva reestructuración, a la que se opone Alemania. La deuda es a su vez un instrumento de dominación político y la UE exige más medidas a Syriza y el tercer rescate amenaza con acabar como los dos precedentes, en un fracaso
También se siguen expresando los elementos de crisis, retroceso o estancamientos, con sus desigualdades, en los países del llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que eran presentados como las «economías emergentes» en «crecimiento» y que fogoneaban una supuesta «recuperación capitalista» frente a las naciones imperialistas en crisis.
China siguió con su estancamiento económico y un crecimiento bajo, lejos de los promedios de dos dígitos de décadas pasadas. En el 2016 registró un crecimiento de 6,7. Casi similar, a la baja, al del 2015 de 6.9%. Que fue considerado el más bajo en 25 años. El estancamiento de China es un reflejo claro de la crisis capitalista global y un factor que, a su vez, alimenta esa crisis. Otro dato a tomar en cuenta es que debido a la burbuja inmobiliaria que ha llevado a cabo en los últimos años, la deuda China se calcula que alcanza 25 billones de dólares, lo que supone el 254% del PIB.
Rusia lleva dos años de recesión. Marcó un crecimiento de – 0,8%, aunque levantó del – 3,7% del 2015. Afectado por la crisis mundial y en especial por la caída de los precios del petróleo y en menor medida la guerra de sanciones de la UE por Ucrania, devaluó el rublo a casi la mitad y lanzo un brutal ajuste con congelación de salarios, despidos y subida de precios.
La crisis de Brasil es el punto más débil de los BRICS con una gran recesión, registra un crecimiento negativo de -3,2%, uno de los peores indicadores del mundo.
Sudáfrica está estancada registrando un crecimiento de 0,4%, con un fuerte el desempleo en Sudáfrica (27,1%).
Si bien la India fue la excepción con un crecimiento del 7,6%, empezaron a darse síntomas de crisis económica a finales del 2016. En noviembre el Primer Ministro de India decidió eliminar los billetes de mayor denominación de ese país, teóricamente para combatir el dinero negro y la economía informal. La decisión fue desastrosa, generando el caos y la parálisis total de las actividades comerciales. Se desataron protestas en varias ciudades. Previamente hubo una inédita huelga general.
2.2. La crisis en los EE.UU y la política de Trump
La nueva fase aguda de la crisis económica capitalista, se inició en los Estados Unidos en el 2007 y luego detonó como una nueva crisis del sistema capitalista global. Pero lo distintivo es que se desató en el centro del sistema capitalista-imperialista. Los hechos y hasta el triunfo de Trump muestran que esa crisis particular no ha sido superada y ha tenido sus consecuencias políticas.
La irrupción de Trump con su discurso «populista» y «proteccionista» mostró la subsistencia de una grave crisis social que lleva décadas pero que se agravó con la crisis del 2007. Mostró también que los números que mostraban una «recuperación» eran muy leves y casi ficticios. Que dejaba un tendal de trabajadores con nuevos empleos descalificados, con salarios muy por debajo de los que tenían antes.
Obama invirtió en salvar a los bancos y las automovilísticas con miles de millones de dólares anuales de la Reserva Federal y con eso amortiguó la crisis parcialmente. Creó cerca de 14 millones de empleos para simular que bajaba el desempleo. Pero con salarios precarios. «Lo hizo a un costo que según The Economist creó un nivel de desigualdad sin paragón entre los países más ricos. La mayor parte de ese desbalance sucedió en la década pasada. El promedio del ingreso semanal era en 2014 igual que en el 2000. Un estudio de las universidades de Harvard y Princeton revela que 95% del nuevo empleo añadido en la gestión Obama fue «temporario o de medio tiempo». A su vez, el sistema de quantitative easing, aplicado por la Reserva Federal para reavivar la economía inyectando dinero público, fue positivo pero generó una descomunal concentración en el tope de la pirámide. Entre 2008 y 2016 la riqueza de los 400 norteamericanos más acaudalados pasó de 1,57 billones de dólares a 2,4 billones. Es lo que la Universidad de Stanford sintetiza en un estudio titulado «el desvanecimiento del sueño americano». Esa es la frustración sobre la cual se montó Trump para saltar al poder» (Marcelo Cantelmi, en Clarín, Argentina, 14/1/2017).
Trump asume su gobierno con un discurso de promesas de volver al «sueño americano», dirigido a recuperar puestos de trabajo, con un supuesto «proteccionismo» a ultranza, convocando a que vuelvan las multis a producir en el país, a anular los tratados de libre comercio, amenazando a China, etc. Todas fantochadas que tienen patas cortas y graves contradicciones con su carácter de gran capitalista y presidente del imperio de las más importantes multinacionales. Como ya lo señalamos, parte sustancial de su mensaje son bravuconadas electorales que no van a ser cumplidas por que irían contra la esencia del carácter capitalista e imperialista de su gobierno. En especial en lo que se refiera a responder a sus votantes de trabajadores o sectores populares marginados. Va a reducir la extrema desigualdad social de los EE.UU? Va a elevar los salarios de los obreros automotrices? Hay un plan «antiglobalización»? La política real de Trump está muy lejos de todo esto. Ya una de sus principales medidas fue a favor de los banqueros derogando un decreto que le ponía ciertas trabas y daba cierta protección a los consumidores. También favoreció a los empresarios de la salud privada recortando el plan de salud de Obama.
Respecto al «proteccionismo» todo es relativo. El imperialismo en si es «proteccionista» de sus multinacionales y su rentabilidad. Tampoco es que no existieran medidas proteccionistas bajo la era Obama.. La agudización de la crisis hizo que crecieran medidas proteccionistas y roces comerciales interburgueses. «Desde el 2008, cuando se inició la crisis, los países del G20 implantaron más de 800 medidas proteccionistas en el comercio de los metales, en particular del acero, el cobre y el aluminio. EE.UU. impuso tasas de hasta 500% a China en el sector del acero» (Julio Algañaraz, Clarín, Argentina, 8/1/17).
Desde ya podrán surgir nuevas medidas proteccionistas. Se verá que parte es retórica y que medidas reales. Por ejemplo, sobre la relación con China. La interrelación entre Estados Unidos y China es enorme. China tiene invertidos, por ejemplo, casi dos billones de dólares en bonos del tesoro yanqui. Si por un conflicto fuerte el gobierno chino decidiera venderlos todos juntos, desataría una crisis descomunal, que hundiría a los dos. Suena imposible. Desde ya no podemos cerrarnos a algunas medidas extremas de Trump y su equipo de cavernícolas nacionalistas. Lo seguro es que buscará salir con un «garrote» de palabras y medidas parciales para tratar de renegociar nuevos acuerdos que favorezcan a Estados Unidos y sus empresas. Entonces, sin exagerar, quizás haya algunos roces comerciales, en especial con China y la UE, veremos florecer más acuerdos «bilaterales» entre potencias que grandes acuerdos de libre comercio como vimos en los últimos años. A esto exactamente se lo llamará «más proteccionismo».
Pero la cuestión de fondo, que es la crisis económica y social de los EE.UU. difícilmente se supere con el nuevo gobierno. Podrá lanzar algún plan de obras públicas, pero el pronóstico es que un gobierno de un derechista como Trump, va camino a consolidar el poder concentrado y a aumentar la pobreza.
2.3 Hacia una mayor contrarrevolución económica de la mano de Trump
Pese a algunas insólitas manifestaciones de simpatías con Trump del neoreformismo, como Maduro y el PSUV, nos tenemos que preparar a enfrentar una nueva contraofensiva del imperialismo contra el movimiento obrero y popular.
Más allá de los pronósticos sobre los ritmos de la crisis económica capitalista, lo importante es que Trump y las multinacionales no tienen otra salida para tratar de superar la debacle del capitalismo y la crisis actual, que avanzar con nuevos recortes y ajustes sociales.
Por otro lado, se ratifica, en la agudización de la crisis capitalista, la tendencia a una sobre acumulación de capital que no se invierte en la producción sino que hace crecer el capital especulativo y usurario. El capital «gaseoso», especulativo, sigue creciendo a velocidades espasmódicas. Para cuantificar: el PBI mundial es de 60 billones de dólares. El conjunto del «crédito» mundial es de 300 billones. En este marco ha continuado el crecimiento de las deudas en el mundo.
La suba de la tasa de la Reserva Federal –unida a esta suba generalizada del dólar y a la suba de la bolsa yanqui- puede transformar el endeudamiento mundial en más caro y que los países con deuda externa alta empiecen a encontrarse con que ahora se les exige que paguen más que la nueva deuda que reciben y se den nuevas crisis de no pago como ocurrió en Grecia y otros países.
Por ello reafirmamos que la deuda externa puede transformarse en un factor de crisis en países semicoloniales y en Europa.
En la perspectiva, no podemos pronosticar si verá o no otro «estallido» de alguna burbuja especulativa, sea por hundimiento de bancos, hundimiento de alguna bolsa que arrastre al resto, default de deuda externa o caída violenta de precio de las materias primas agrícolas. Lo que sí podemos asegurar es que continuará la depresión, crecerán los roces interburgueses y que habrá nuevas expresiones de la crisis.
Lo otro seguro es que la continuidad de la crisis provocará mayor intento de medidas contra los trabajadores y esto generará nuevas confrontaciones sociales contra los planes de recortes y ajuste.