El centro del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución sigue situándose en Oriente Medio y el Norte de África. La contrarrevolución ha avanzado en este último periodo en particular con la consolidación de Bashar al Asad en Siria tras la caída de Alepo. Esta derrota puede ser el comienzo del fin de la revolución siria iniciada en marzo del 2011. Están quedando algunos puntos de resistencia en condiciones muy difíciles. Con la caída de Alepo se ha producido un cambio desfavorable en la situación de Siria. Ya no podemos seguir hablando de revolución sino de focos de resistencia a la dictadura. En eso hay un ajuste en nuestras consignas en su orden de prioridades y cambiando el «apoyo a la revolución» por «apoyo a la resistencia».
Es un golpe muy duro al proceso revolucionario sirio y regional. El régimen y sus aliados directos Rusia e Irán, con la complicidad de Turquía y la coalición internacional comandada por los Estados Unidos quieren mandar una seria advertencia a los pueblos de la región que puedan levantarse: les espera la destrucción y la muerte con una crueldad sin límites. Como decía el Ministro ruso de exteriores no sólo Rusia ha salvado el régimen, sino que buscaba acabar con la cadena de revoluciones en la región. Sin embargo hay resistencia aún en Siria y los nuevos regímenes de la región no han conseguido estabilizarse.
3.1. La derrota de Alepo aleja la posibilidad de caída inmediata del régimen
El 22 de diciembre caía la ciudad de Alepo, capital industrial de Siria y corazón de la revolución, tras meses sometida a un asedio total y devastada por bombardeos brutales. La resistencia heroica de la población no pudo ante la abismal supremacía militar del régimen, con el apoyo decisivo de Rusia e Irán. Para preparar el ataque final faltaba la colaboración de Turquía y esta se concretó en agosto entre Erdogan y Putin: Turquía ocupa territorio sirio para cortar el avance kurdo, en tanto deja caer Alepo y se rehabilita a Bashar. El imperialismo americano y los europeos se hacían cómplices del acuerdo. Más de una decena de países intervinieron militarmente en tierra siria y su contribución activa o pasiva fue al servicio de aislar y derrotar la revolución y para dar continuidad al régimen. Incluso impulsando al ISIS como otro factor contrarrevolucionario. Ahora tratarán de sellar ese acuerdo en una mesa de negociaciones. Todos estos factores fueron provocando en los últimos años una degradación del proceso revolucionario. También ha sido fundamental el apoyo criminal del aparato internacional del castro chavismo para apoyar el régimen y boicotear la solidaridad con la revolución siria. Todos estos factores sumaron un alto grado de confusión sobre el movimiento de masas del mundo y su vanguardia, contribuyendo a aislar la revolución siria.
Con el triunfo del régimen en Alepo se aleja la posibilidad de la caída inminente del régimen. El país queda dividido entre la zona sur y litoral que contra Bashar, el este que controla ISIS, el norte bajo control kurdo, con las localidades ocupadas por Turquía. Por último, al oeste de Alepo queda Ildib, que no controla el régimen, pero con una presencia militar salafista (salafismo es una corriente burguesa islámica sunnita ultrareaccionaria que pretende imponer dictaduras teocráticas) significativa de Al Nusra y Ahrar al Sham, fuerzas reaccionarias. En Idlib se han sucedido enfrentamientos entre el Ejército Sirio Libre y Al Nusra, también con población civil. Continúan habiendo focos de resistencia a los que hay que apoyar pero hay que sacar las enseñanzas de estos casi 6 años de lucha para reorganizar las fuerzas en esta nueva situación desfavorable.
El régimen hace apenas un año estaba contra las cuerdas, acorralado por el proceso revolucionario más importante a nivel mundial de las últimas décadas. Sin la intervención directa de Rusia, Irán y Hezbollah hubiera sucumbido.
Pero en el avance del régimen también ha contribuido la falta de una dirección política revolucionaria. La política de las direcciones que han controlado el ESL, aunque más que una dirección hay que hablar de un movimiento heterogéneo con fuerzas de oposición burguesa, como sectores sirios ligados, entre otros, a los Hermanos Musulmanes, que no tuvieron una política independiente del imperialismo y de las potencias regionales, esperando durante largo tiempo que Estados Unidos o Turquía forzaran la caída del régimen. Mientras, la intervención de la Turquía, Arabia Saudí y Catar, para desviar la ruta de la revolución, debilitaba los sectores fieles a las consignas de la revolución como la libertad y la justicia social, y abastecía y armaba a los sectores salafistas, que no tenían un peso significativo en el proceso revolucionario pero que se hicieron fuertes militarmente y fueron imponiendo por las armas su propia agenda.
Otra clave para hacer avanzar el movimiento revolucionario era la conexión entre la lucha del pueblos sirio y kurdo, que habría podido cambiar el curso de la guerra. Pero no ha sido esta la política de las direcciones. De un lado por el panarabismo imperante en la izquierda y los grupos rebeldes sirios, que se niegan a reconocer otras realidades, también por su alianza con Turquía, principal amenaza para los kurdos, y una potencia que ha favorecido a los grupos salafistas. También hay responsabilidades en el oportunismo político nacionalista que ha caracterizado a la dirección del PYD, principal organización de los kurdos de Siria hermana del PKK, y sus YPG, las Unidades Populares de Protección. La dirección kurda ha buscado todo tipo de aliados menos la del movimiento popular sirio: lo han hecho con los Estados Unidos, que los ha utilizado para frenar el avance del ISIS (Daesh en árabe). Lo han hecho con Rusia, que a su vez daba todo su apoyo al régimen sirio. Y esos aliados serán mañana quienes vendan al pueblo kurdo una vez más en su historia. La colaboración de PYD en la toma de Alepo es una página nefasta no sólo del PYD y el PKK sino de aquellos grupos de la izquierda y del anarquismo, que le han dado un apoyo incondicional y explican una transformación prácticamente mística de Abdullah Ocalan en prisión, del estalinismo más férreo a un anarquismo idílico que no se corresponde con la realidad, el llamado confederalismo democrático y que han callado ante esta y otras lamentables políticas sectarias de su dirección.
Era necesaria una dirección política revolucionaria, independiente del imperialismo y las potencias regionales, que impulsara la coordinación de los organismos de la revolución, de los comités de coordinación local en un poder surgido de la revolución y decidiera la línea de la lucha armada. Una dirección que buscara la confluencia de la lucha del pueblo sirio y kurdo. Hay pues una tarea urgente, profundizar la discusión sobre lo ocurrido y avanzar en un proceso de reorganización de la izquierda siria y de la región que permita construir la dirección revolucionaria que le ha faltado a la lucha heroica del pueblo sirio.
La lucha del pueblo sirio se ha encontrado con el único apoyo de muy pocas corrientes de la izquierda revolucionaria. La UIT-CI ha jugado un papel muy activo en esa solidaridad. No especulamos sobre la capacidad de recuperación de la lucha contra Bashar y no dejaremos un solo momento de apoyar la resistencia del pueblo contra el tirano o contra las fracciones reaccionarias del ISIS o Al Nusra. Denunciando la complicidad en la masacre del pueblo sirio de Rusia, Irán y los imperialismos americano y europeo: exigimos que paren los bombardeos y se vayan todos ellos de Siria. Exigimos la libertad de los detenidos y encarcelados.
3.2. La izquierda neoestalinista es responsable de la masacre del régimen.
El neo estalinismo, alineado con chavismo y el castrismo, ha jugado un papel contrarrevolucionario y criminal en los procesos revolucionarios. En Egipto saludando el sanguinaria golpe de estado de Al Sissi. En Libia en la defensa del dictador Gadhafi, ahora en Siria al lado de Bashar El Asad negando la evidencia de sus atrocidades.
Fue Hugo Chávez quien elevó al reaccionario Mahmud Ahmadinejad y al Irán de los Ayatolás a la categoría de revolucionarios antiimperialistas, mientras firmaban millonarios acuerdos petroleros. Un Irán levantado sobre la derrota y el secuestro de la revolución que derrocó al Sha, con el asesinato de cientos de militantes de la izquierda, empezando por el propio partido comunista Tudeh. No es que el chavismo no tenga capacidad de análisis o de comprensión de la realidad de Oriente Medio: es que impone su interés de sector patronal, con ropaje «socialista» y en defensa de sus aliados o socios petroleros, por encima de los derechos de los pueblos.
Y aunque el propio Gadafi se empeñaba en demostrar que era parte del Guantánamo exterior, que iba a entrar «en Bengasi como Franco entró en Madrid» (refiriéndose a la guerra civil española), aunque se demostró que financió la campaña de Sarkozy, que era amigo de Berlusconi. Que mantenía negocios con Aznar -el del trío de las Azores-, que lo como aliado y como amigo «extravagante»… pero no importa esa izquierda no paró de ensalzar a Gadafi como anti imperialista. Pero un paso cualitativo se ha dado en Siria. Porque un apoyo directo al régimen asesino responsable de cerca de medio millón de muertos, de la represión extrema, de los asedios, de los ataques con armas químicas contra la población civil. El grado de atrocidades justificadas o simplemente negadas por esa izquierda, la hacen directamente cómplices de ese exterminio.
Si el chavismo rehabilitó la imagen del reaccionario Irán de los ayatolah, la izquierda neoestalinista eleva a Putin como salvador de Siria. Putin, el ex-jefe de la KGB, brutal represor de toda disidencia, defensor de un capitalismo salvaje y que ha empobrecido la clase obrera con durísimas leyes laborales. A quien apoya toda la extrema derecha europea, Que arrasó Grozny en Chechenia como ahora hemos visto en Alepo. Represor de pueblos. El amigo de Trump. Nadie que se llame de izquierdas puede darle un minuto de tregua. Los bombardeos rusos en Siria desde 2015 marcaron un punto de inflexión en la guerra y salvaron a Al-Asad. Putin quiere mantener a sus aliados en la región y consolidar sus posiciones militares, como la base de Tartús, la última que le queda en el Mediterráneo, pero su desembarco en Oriente Medio tiene también un objetivo de consumo interno; resituarse como gran potencia e inflar el chovinismo tras el que esconder la difícil crisis económica que sufre Rusia.
3.3. El ISIS (Daesh) una quinta columna contrarrevolucionaria
El ISIS (Daesh en árabe) fue creada para intervenir en la revolución siria para dividir el frente contra el dictador Al Assad. Actúa desde 2013 como quinta columna y un factor contrarrevolucionario.
Se trata de una organización islámica burguesa, con una propuesta contrarrevolucionaria dictatorial teocrática (yihadismo salafista), que pretende establecer un «Califato» en la región. Sus milicias actúan aplicando métodos aberrantes, de limpieza étnica, al servicio de ese programa reaccionario. Se asegura que habría sido financiado por el régimen monárquico pro yanqui sunita de Arabia Saudita. O sea que, de hecho es una creación directa de un fuerte aliado de los EE.UU. Con el rol de intervenir en la revolución siria para tratar que, ante la posible caída de Bashar Al Assad, surgiera un régimen dictatorial aliado a la burguesía sunita petrolera de Arabia saudí, enemiga de todo proceso de cambio democrático. En la revolución siria actúa enfrentado a los propios rebeldes para ocupar territorios. De Siria pasó a las provincias del centro este de Irak, de gran presencia sunita tomando ciudades importantes como Mosul y otras. En todos esos territorios fue aplicando atrocidades como ejecuciones en masa de opositores y expulsión de minorías religiosas.
El yihadismo (que abarca diversos grupos islámicos, no solo al ISIS) como fenómeno de masas, es un producto diversos factores como la intervención imperialista en la región, las políticas sectarias de los regímenes regionales, la corrupción y el colapso del nacionalismo árabe y los PCs. Al Qaeda se fortaleció en Iraq después de la ocupación yanki, y las políticas sectarias del gobierno títere iraquí bajo el control de Irán y los EE.UU. Pero cuando estallaron los primeros procesos revolucionarios en 2011, AlQaeda, el referente del momento del yihadismo quedó completamente marginado del proceso político. Las masas tomaron todo el protagonismo para enfrentar las dictaduras que encadenaban la región a los intereses del imperialismo e Israel, fueran monarquías o repúblicas, laicas o no.
Obama, como ahora Trump, Hollande, Rajoy, Putin, Erdogan y Bashar, todos dicen o dijeron combatir el terrorismo. Excusa necesaria para justificar la brutalidad de los regímenes para mantenerse en el poder contra sus pueblos en Siria, Turquía o Egipto. No es una novedad, hay que recordar la financiación de la CIA a Bin Laden en la lucha por echar la URSS de Afganistán, origen de los talibanes y Alqaeda. El ISIS les sirve para esos fines como el mal perfecto, con moderna tecnología para ensalzar la brutalidad de sus acciones, superando Alqaeda. Por eso esas fuerzas reaccionarias son las primeras interesadas en alimentar «el mal». Bashar El Asad ayudó vaciando las prisiones y facilitando la formación de ISIS, a quien no enfrenta militarmente para que ataque la retaguardia de la revolución. Turquía facilitando entrada de material militar y comprándole petróleo. Estados Unidos o los gobiernos de la Unión Europea también alimentan el yihadismo con los bombardeos indiscriminados sobre población civil en Raqqa o en Mosul, que alimenta la dinámica acción reacción, bombardeos/ atentados, y también con la política contra la inmigración, xenófoba y racista. Por otra parte, desde 2013, como reflejo de la decepción contrarrevolucionaria, Al Qaida y después Daesh pudieron ganar un sector social marginalizado en Oriente Medio y también dentro de la juventud musulmana en Europa, debido, sobre todo, a la falta de una dirección revolucionaria y la orientación de las varias direcciones burgueses o pequeños burgueses durante el proceso revolucionario que no responde a las esperanzas de estos sectores.
La otra consecuencia del yihadismo son los atentados, la mayor parte de ellos en territorio árabe para azuzar la lucha sectaria entre sunitas y chiitas, pero también contra las otras minorías, como los kurdos, yazidíes. Pero los atentados también llegan a las ciudades europeas o americanas. Repudiamos los atentados pero a su vez denunciamos la utilización que hace el imperialismo para continuar sosteniendo regímenes opresivos o para justificar su intervención militar directa. Denunciamos la doble vara de medir cuando los muertos son de países semicoloniales o imperialistas. Denunciamos la política de inmigración, racista y xenófoba. El yihadismo es también la otra cara de la contrarrevolución. Atentados del yihadismo de un lado, intervención militar y represión del otro se alimentan mutuamente.
3.4. Irán refuerza su papel en la región.
El imperialismo y su alianza estratégica con Israel son los pilares desde los que se controlan los gobiernos de la región para el expolio de sus recursos naturales estratégicos. Pero ello no impide que -en ese marco de dominación imperialista de la región- varios estados se disputen un papel de potencia regional para ampliar su zona de influencia política y comercial.
La guerra en Irak y Siria está operando un nuevo reparto del espacio regional. Irán gana influencia en detrimento de Arabia Saudí y Turquía. El régimen de los ayatolás sostiene el gobierno iraquí de la post ocupación, en acuerdo con Estados Unidos. Pero al mismo tiempo es determinante para sostener Bashar al Asad en Siria, mientras financia al Hezbollah en Líbano. Las unidades de intervención persas que operan en Irak o Siria son la Guardia Revolucionaria y las milicias chiitas, instrumentos que agudizan la sectarización del conflicto, una sectarización que se completa con la política del gobierno iraquí contra los sunnitas y alimenta la reacción del ISIS.
Estados Unidos en Irak, como Rusia en Siria, ha tenido que echar mano de Irán para asegurar la intervención terrestre, es decir poniendo los muertos. Pero hay que distinguir entre el acuerdo estratégico de Estados Unidos con Israel y los acuerdos tácticos que tenga que realizar con otros estados patronales de Oriente Medio. Pero Israel no quiere ver ninguna potencia árabe que le pueda hacer el juego. Y, una vez Irán haya jugado su papel contrarrevolucionario y el trabajo sucio en la región, el imperialismo le volverá a girar la espalda, como ya prepara Trump.
Turquía, Arabia Saudita y en menor medida Catar han intervenido para no perder espacio de influencia, a menudo pugnando también entre ellos. Fundamentalmente financiando a los Hermanos Musulmanes (HM) y el salafismo. En Estambul Erdogán alimentó el Consejo Nacional Sirio bajo el control de los Hermanos Musulmanes pero sin peso en el interior y sin reconocimiento de los Comités Locales. Arabia Saudi hizo lo propio con el ISIS y Al Nusra. En Egipto, Turquía apoyó a Mursi y a los HM, Arabia Saudi llega a financiar el golpe de Al Sisi a quien concedió un crédito multimillonario.
3.5. El falso dilema entre laicos contra islamistas.
El islamismo como movimiento político no tuvo protagonismo en el proceso revolucionario de la región iniciado en 2011. Sólo cuando el proceso revolucionario se encalló en la reacción democrática (intento de establecer regímenes con cierta democracia burguesa), los HM con un aparato y financiación internacional tuvieron opciones para ganar las primeras elecciones en Túnez y Egipto. La política de Mursi en Egipto, como la Enahda en Túnez fue continuar con los planes del imperialismo en materia económica, del mismo modo que su referente Erdogán en Turquía nunca ha puesto en cuestión la entrega económica del país a las multinacionales y el FMI. Era el momento en que Erdogán estaba de moda como referente en la región.
Mursi y los HM fueron incapaces de imponer los planes económicos y acabar con el movimiento generado por la revolución. Su recurso a medidas autoritarias y represivas levantó pronto la reacción popular, la revolución continuaba bien viva. En junio de 2013 se recogen millones de firmas y cerca de 20 millones de personas se manifiestan por todo el país contra el gobierno Mursi. Es el momento que aprovechan los militares para volver al poder con un golpe de estado. Tras la caída de Mubarak el ejército ha permanecido en la sombra, pero conservan todo el poder económico (controlan el 60% del PIB), el apoyo del imperialismo e Israel (segundo estado en recibir financiación militar americana, tras Israel) y militar. Dicen defender el laicismo frente a Mursi, cuando en realidad es la restauración de la dictadura militar. Atacan salvajemente la reacción de los HM para no dejar espacio para una posición que cuestiona a ambos y poder girarse después contra la izquierda y la revolución.
Miles de muertos, cientos de electos de los HM llenan las cárceles junto a sindicalistas y militantes de la izquierda revolucionaria. Mursi será condenado a muerte mientras Mubarak será rehabilitado. Pronto el régimen añadirá la obligada referencia a la lucha «contra el terrorismo». Buena parte de la izquierda neoestalinista y de las nuevas direcciones sindicales, como el Partido Comunista, apoya el gobierno militar de Al Sisi y la represión. Condenamos el golpe de Estado contra Mursi como rechazamos el intento de golpe de estado en Turquía contra Erdogán, porque del golpe se deriva una situación mucho más dura contra la clase obrera y el pueblo y de recorte de libertades.
Lo mismo veremos en Túnez con la dirección del Frente Popular (alianza de partidos que dirige el PT ex-maoísta, también integra la LGO, sección del SU-IV Internacional) haciendo bloque con Nidé Tunis, para «parar la islamización». Como con Mursi en Egipto, frente a Enhada(partido político patronal islámico) en Túnez, la izquierda debía rechazar incondicionalmente la aplicación de los planes contra los trabajadores/as y en defensa de todas las libertades democráticas, pero no justificar quien tras la bandera del laicismo pretende restablecer el viejo régimen y derrotar la revolución. Con esa palanca el frente político Nidé Tunis alcanzó el gobierno y Esebsi, un dirigente del régimen de Ben Ali, la presidencia de la república. Lo que no impidió que tras la campaña electoral, Nidé Tunis y Enahda levantaran un gobierno de unidad nacional para aplicar los planes del FMI contra los trabajadores/as y los jóvenes tunecinos.
El Frente Popular aparecía como la alternativa más significativa que reivindicaba la revolución desde la izquierda y el marxismo. El PCOT (ahora PT) tenía una posición sólida en los Comités que levantó la revolución, sin embargo la política etapista en la revolución, que le llevó poner todo el énfasis en las elecciones, la falta de un compromiso decidido con la juventud que es el sector más dinámico y radicalizado del proceso y los bloques con la vieja dirigencia política burguesa han cercenado que sea el partido que trabajadores/as y jóvenes puedan utilizar pasa hacer avanzar la revolución, consolidar las conquistas democráticas y tomar medidas para resolver los graves problemas: no pago de deuda externa, reforma agraria, levantar un plan de urgencia por un gobierno de los trabajadores/as.
3.6. Sigue la inestabilidad política de la región.
En los últimos dos años, aunque las dinámicas contrarrevolucionarias avanzaron dramáticamente, las luchas populares todavía siguen y los regímenes no han conseguido estabilizarse. Ya hemos hablado extensamente sobre Siria. En Libia la intervención imperialista intentado imponer una solución controlada han dejado una situación de caos y división que ha dado espacio al yihadismo. En Egipto la represión es hoy más dura que lo fue en el último periodo de Mubarak y hay miles de activistas presos/as, sin embargo no han podido hacer enmudecer las luchas obreras. En Túnez, la cuna de la revolución, la inestabilidad política está siendo salpicada por movilizaciones de jóvenes que denuncian que la revolución está secuestrada y que las necesidades populares siguen pendientes y agravadas por la falta de medidas para resolverlas. Las condiciones políticas y económicas que están en el origen de las revueltas populares se siguen profundizando. En Marruecos, con la muerte del joven vendedor de pescado Mohcine Fikri en Alhucemas, provocó grandes manifestaciones por todo el país y el fantasma del levantamiento popular ciudades durante cerca de un mes.
En el trasfondo de todos los conflictos entre imperialismo y los pueblos de Oriente medio se encuentra la cicatriz permanente, un portaaviones del imperialismo: el Estado de Israel, que ha continuado profundizando el ahogo de Gaza y la ocupación de Cisjordania, acelerada con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
En esta situación se hace evidente y urgente la construcción de un polo revolucionario que dé perspectivas a las luchas contra las dictaduras y los nuevos regímenes patronales, contra el imperialismo y el Estado de Israel.