Por: Mercedes Petit
El 23 de febrero (8 de marzo en el calendario occidental) de 1917 en Petrogrado nadie esperaba vivir el primer día de la revolución que acabó con el zarismo. Estaban convocadas actividades tradicionales para homenajear a las mujeres trabajadoras, tipo asambleas, declaraciones y discursos.
Ese día, sin embargo, obreras de varias fábricas textiles se declararon en huelga y enviaron delegadas a los metalúrgicos, para que se sumaran. Hubo 90.000 huelguistas. Fueron los primeros pasos, espontáneos, nacidos desde abajo y aun pacíficos, del sector más oprimido de la sociedad. Las mujeres ya estaban cansadas de las largas colas cada vez más largas en las puertas de las panaderías. Muchas de ellas tenían a sus maridos e hijos en el ejército, y sufrían directamente todos los flagelos provocados por la guerra. Numerosos manifestaciones de mujeres recorrieron las calles. Empezaron a aparecer banderas exigiendo pan y rechazando al zar y a la guerra. Al día siguiente, estaban en huelga casi la mitad de los obreros y las obreras industriales de Petrogrado. Muchos soldados se plegaron a la insurrección arrastrados por las mujeres. En cinco días de lucha creciente, y con algo más de mil muertos, el viejo imperio había caído.
Entre febrero y octubre, muchas mujeres se destacaron en las primeras filas del movimiento. Recordemos, entre otras, a la más importante líder campesina María Spiridónova, del ala izquierda del partido social revolucionario (ver página 15). En el soviet de Petrogrado participaba Alejandra Kollontai, que se había incorporado al bolchevismo por su rechazo a la guerra inter imperialista y tenía una larga trayectoria dirigente en el terreno del feminismo y las luchas por la liberación de la mujer. Ella integró el gobierno soviético y el comité central bolchevique. Barbara Yakovleva participó en Petrogrado en los preparativos de la insurrección de octubre. También en el comité central de 1917 estaba Elena Stassova.
Destellos del nuevo mundo
Decía Trotsky en La revolución traicionada en 1936: “La revolución de octubre cumplió honradamente su palabra en lo que respecta a la mujer. El nuevo régimen no se contentó con darles los mismos derechos jurídicos y políticos que al hombre, sino que hizo –lo que es mucho más- todo lo que podía, y en todo caso, infinitamente más que cualquier otro régimen para darle acceso a todos los dominios culturales y económicos.”
Las concepciones de los revolucionarios bolcheviques apuntaban a lograr cuanto antes un amplio sistema de maternidades, casas cuna, jardines de infancia, comedores colectivos, lavanderías, hospitales, centros deportivos, cines y teatros, junto con una sólida educación desde la temprana infancia. Esto no solo sería un beneficio para toda la población, sino que concretaría en los hechos las oportunidades de igualdad y desarrollo de las mujeres, liberándolas de la opresión doméstica. Las intenciones y los proyectos del gobiernos soviético avanzaron en la medida en que lo permitió el atraso del país y la devastación de la guerra civil.
Desde los primeros días se estableció el matrimonio civil (quitándoselo de manos de la iglesia), el divorcio con un trámite sencillo y a solicitud de cualquiera de los cónyuges, y diversas medidas para la protección de la maternidad y la infancia.
Nadia Krupskaya Ulianova, compañera de Lenin y de larga experiencia militante, asumió el vice comisariado (ministerio) de Educación en 1917. La erradicación del analfabetismo y la educación de niños y jóvenes era una prioridad esencial. Krupskaya encabezó el armado del sistema educativo soviético, que llegaría a ser uno de los más grandes del mundo. Su papel fue fundamental en los métodos de alfabetización masiva y en el desarrollo de la bibliotecología.
Vera Schimidt, pedagoga y psicoanalista, fue una pionera en desarrollar una educación psicoanalítica de avanzada. Entre 1921 y 1924 dirigió el “Hogar Experimental de Niños” en Moscú, una experiencia innovadora que buscaba abolir la educación tradicional y al modelo de familia patriarcal para sustituirlos por un modelo educativo que privilegiaba el desarrollo de valores colectivos, y proponía la ausencia de la represión de las manifestaciones sexuales. En 1925 el hogar de niños fue clausurado por el gobierno. Freud fue prohibido por la dictadura de Stalin.
En la década del treinta, Trotsky denunciaba el retroceso que se producía en la URSS en las condiciones de vida de las mujeres en los lugares de trabajo, los hogares y las zonas rurales, como la criminalización del aborto (ver recuadro). Flagelos como la prostitución y las esclavas domésticas para ocuparse de las tareas hogareñas en casa de los funcionarios se instalaban en el país donde oficialmente se decía “que se había construido el socialismo” y que se avanzaba hacia “el comunismo”.
La Tercera Internacional y el trabajo entre las mujeres
Las actividades y resoluciones de la Tercera Internacional entre marzo de 1919, cuando se fundó, y 1922, son toda una escuela para desarrollar las posiciones del marxismo revolucionario entre las mujeres. Desde la fundación se condenó la doble opresión sufrida por las mujeres y se valoró su participación en las luchas y la construcción de los nacientes partidos comunistas. Entre otras, se destacaron la alemana Clara Zetkin y Alejandra Kollontai.
En junio de 1919 se realizó, junto con el tercer congreso mundial, la primera conferencia internacional de mujeres. Se formó un secretariado femenino y se exigía a los partidos afiliados que las mujeres militantes tuvieran los mismos derechos y deberes de los hombres y que se impulsara la acción y organización partidaria entre las mujeres trabajadoras. En 1922, en el cuarto congreso (y último realizado con la conducción de Lenin y Trotsky) se constataron los avances en la mayor parte de los partidos, y se reclamó que aquellos que no habían tomado está actividad lo hicieran de inmediato.
El Aborto legal, seguro en el hospital.
En noviembre de1920 se estableció el derecho al aborto. Era el primer país del mundo que otorgó a las mujeres la posibilidad legal y gratuita de interrumpir el embarazo.
En su declaración, el decreto decía: “Durante los últimos 10 años, el número de mujeres que se realizan abortos ha estado creciendo en nuestro país y en el mundo entero. La legislación de todos los países lucha contra este mal mediante el castigo de las mujeres que se deciden por el aborto y de los médicos que lo practican. Este método de lucha no logra ningún resultado positivo. Empuja la operación a la clandestinidad y convierte a las mujeres en víctimas de abortistas avaros, y a menudo ignorantes, que se aprovechan de esta situación clandestina.” Casi un siglo después, estas palabras mantienen total y trágica vigencia en todos los países en los cuales se mantiene la ilegalidad.
Brevemente, el decreto resolvía:
“I. El aborto, la interrupción del embarazo por medios artificiales, se llevará a cabo gratuitamente en los hospitales del estado, donde las mujeres gocen de la máxima seguridad en la operación.”
Valga la aclaración de que este derecho fundamental no se otorgaba en función del derecho de cada mujer a disponer libremente de su propio cuerpo. Era la respuesta necesaria a un “mal” provocado por la pobreza. A pesar de ello, fue un paso inmenso y de avanzada en el terreno del feminismo y de mejorar las condiciones de vida de las mujeres.
En junio de 1936, una ley criminalizó nuevamente el aborto. Las cúpulas estalinistas estaban preocupadas por la caída de la natalidad en la URSS. No resolvieron ese problema, pero agravaron la represión al sumarle los abortos clandestinos. En 1939 a pesar de la prohibición, la incidencia del aborto era más alta que en 1926, cuando estaba legalizado.