Por: Mercedes Petit
Puede resultar llamativo este título, y sin embargo, así fue. Este es uno de los hechos más importantes, complejos y tergiversados del siglo XX. El régimen socialista, democrático e internacionalista conquistado en 1917 fue liquidado a los pocos años por un sector de la dirección del propio partido comunista, encabezado por Stalin. La burocracia aplastó a la revolución.
Cuando tomaron el poder, los bolcheviques consideraban que empezaban a dar un primer paso hacia el socialismo en el mundo. Lenin y Trotsky estaban convencidos de que de no ser así, la naciente república soviética sería aplastada, borrada del mapa por la contrarrevolución burguesa capitalista. Toda su expectativa en esos primeros años estaba puesta en obtener nuevos triunfos de revoluciones socialistas en la oleada revolucionaria que sacudía a Europa, y muy particularmente en Alemania.
La URSS de Lenin quedó aislada
Hubo revoluciones obreras y surgieron organismos de tipo soviético en Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria y otros países de Europa. Pero la socialdemocracia traidora logró sofocarlas o canalizarlas y salvar el dominio capitalista. La inmadurez de los nuevos partidos comunistas que fueron surgiendo al calor de esas luchas les impidió ser una alternativa de dirección como se había dado en Rusia con el bolchevismo.
Al mismo tiempo, la contrarrevolución burguesa fue aplasta en tres años de increíbles sacrificios y el nuevo régimen soviético se salvó. Cuando en 1921 terminó la guerra civil, el país estaba solo y devastado. Los obreros, campesinos y soldados desmovilizados estaban totalmente agotados. La mayor parte de los revolucionarios experimentados en la lucha contra el zarismo y en el triunfo de octubre de 1917 murieron en la guerra civil (ver página 19).
Las cosas no ocurrieron según los vaticinios de Lenin y Trotsky. No avanzó la revolución socialista mundial y tampoco triunfó en Rusia la contrarrevolución burguesa. Esta fue una situación nueva. La URSS sobrevivió, pero aislada. Al mantenerse y ampliarse las bases económicas surgidas de la eliminación de la propiedad privada burguesa, en la década del veinte comenzaron a mostrarse los cambios que empezaban a sacar al enorme país del atraso de siglos.
Pero el dominio imperialista mundial se cobró una víctima decisiva: el aplastamiento de la dirección revolucionaria e internacionalista que había encabezado el triunfó de octubre y que gobernó en la URSS e impulsó la Tercera en los primeros años.
La muerte de Lenin y el fatídico año 1924
Luego de la guerra civil comenzó a abrirse paso un proceso de burocratización del aparato del nuevo estado, los soviets y el propio Partido Comunista, que se alimentaba en ese cansancio de las masas, la pobreza y el aislamiento. Lenin comenzó a estar cada vez más limitado en sus actividades desde 1922. Ya muy enfermo, trabajando estrechamente con Trotsky, se dedicó a combatir políticas equivocadas que alentaba el sector de la dirección que en 1917 había sido de derecha y promenchevique. Lo encabezaba Stalin. Este manejaba el aparato administrativo del partido y los soviets, usándolo como motor hacia la burocratización de esas nuevas instituciones estatales. La enfermedad de Lenin se fue agravando. En medio de esa pelea estaba cada vez más limitado para intervenir, y murió en enero de 1924 1.
La desaparición física de Lenin despejó el camino para que Stalin, junto con Kamenev y Zinoviev impusieran su dirección en el Partido Comunista y cambiaran definitivamente el rumbo en la URSS liquidando al leninismo.
En setiembre de 1924 Stalin lanzó la concepción reaccionaria y utópica del «socialismo en un solo país». Entre las cansadas masas soviéticas y la militancia del propio partido dirigente golpeaba el aislamiento de la URSS y la ausencia de nuevos triunfos, en particular en Alemania. La promesa utópica de la conducción stalinista sonaba como música celestial. En la política del partido dirigente fue avanzando el abandono del internacionalismo y el viraje hacia el reformismo y la conciliación con la burguesía y el imperialismo. El aparato burocrático fue generalizando y ampliando la represión. Triunfó una contrarrevolución política interna, en manos de sectores burocráticos y privilegiados del partido comunista. De la penuria generalizada que engendró el esfuerzo de la guerra civil se fue pasando a una creciente diferenciación social, con sectores minoritarios que iban acumulando beneficios materiales en detrimento de la mayor parte de la población.
Así fue que el régimen totalitario de la burocracia fue construyendo un aparato y una base social conservadora y aplastó a la conducción revolucionaria que encabezó la toma del poder en 1917, y al régimen revolucionario de democracia obrera e internacionalista de los soviets2.
En poco tiempo, cientos de miles de revolucionarios que se oponían a ese viraje, fueron perseguidos y aplastados. Trotsky, que los encabezaba, fue expulsado primero del partido en 1927 y luego de la URSS. El viraje político y la represión burocrática se fue expandiendo a los partidos comunistas de los demás países, dando lugar a la bancarrota de la tercera internacional y a importantes derrotas en otros países. La crisis de dirección revolucionaria se reinstaló con una fuerza nunca antes vista.
La URSS de Stalin, el mayor fraude del siglo XX
Desde mediados de la década del 20 el stalinismo fue imponiendo su nefasta política de coexistir con el capitalismo imperialista y conciliar con la burguesía y su represión. Dentro de la URSS, la burocracia acrecentaba sus privilegios materiales. Para un sector, los jugosos sueldos, los buenos autos y limusinas con chofer, casas grandes y confortables y buena ropa, así como las ventajas en espectáculos, vacaciones, hospitales, casas de descanso, las instalaciones deportivas, y un largo etcétera. Para la amplia mayoría, la vida en «el socialismo» significaba escasez de comida, vivienda y ropa, carestía y bajos salarios, todo tipo de penurias cotidianas. Era la «miseria socializada».
Trotsky calculaba en su gran obra de 1936 La revolución traicionada, sobre la situación política, económica y social en la URSS, que un 15 o 20% de la población tenía la posibilidad de disfrutar de tantos bienes materiales como el 80 u 85% restante.
Toda la represión y el vuelco al reformismo estaban al servicio de defender y fortalecer al aparato burocrático y sus privilegios. En los primeros años de la década del treinta la dictadura de Stalin protagonizaba un genocidio contra la población de la Unión Soviética. Trotsky denunciaba en su obra ya citada que las pérdidas humanas a consecuencia del frío, el hambre, las epidemias y la represión, ascendían a varios millones.
Trotsky y los trotskistas dentro y fuera de la URSS siguieron peleando por la continuidad del programa revolucionario y enfrentando a los burócratas.
El colmo de la represión fueron los célebres «juicios de Moscú», en 1936-37. Varias decenas de antiguos dirigentes bolcheviques de la vieja guardia fueron juzgados por acusaciones totalmente fraudulentas, condenados y muchos de ellos fusilados. Así fueron asesinados Kamenev y Zinoviev, estrechos colaboradores de Stalin en su ascenso al poder. Trotsky en 1938 fundó la Cuarta Internacional, y finalmente cayó asesinado en México en 1940.
Todos estos hechos tremendos fueron tergiversados o directamente escondidos por los partidos comunistas, en primer lugar el todopoderosos PCUS. Se divulgaba una «historia oficial» de falsificación total. Historiadores de derecha y de izquierda (como lo hizo hasta su fallecimiento el célebre y muy reconocido Eric Hobsbawm, afiliado al partido comunista inglés hasta 1986) han sostenido desde entonces el mito «oficial» que pregonaba «la construcción del socialismo».
La burocracia que usurpó el poder soviético logró apropiarse de la continuidad de Lenin y de las banderas de aquel octubre, del cual fueron sus verdugos. Su poderío se acrecentó en la posguerra. Los logros económicos de las economías basadas en la expropiación de la burguesía, la propiedad estatal y planificadas, que confirmaban la necesidad y vigencia de las medidas socialistas, fortalecían a la burocracia contrarrevolucionaria que las dominaba.
Por su parte, los falsos «socialistas» reformistas pudieron montar su propia campaña política contra «el comunismo». Sin ningún esfuerzo, al igual que los voceros directos de la burguesía, pudieron tomar los sinónimos falsos entre leninismo = stalinismo que le daba la burocracia, para ampliarlos a los de «socialismo» = dictadura genocida = partido único monolítico y burocrático, para embellecer y apuntalar al capitalismo.
De la mano de la burocracia, un camino sin retorno… hacia la restauración
La burocratización de la URSS y la derrota de la «revolución de octubre», es el marco histórico de los grandes cambios que se dieron en el mundo a partir de que en 1989. Entonces, el pueblo de Alemania oriental se levantó contra la dictadura estalinista del partido único y tiró abajo el muro que dividía Berlín. Toda Europa del Este fue sacudida por aquellas revoluciones. Recordemos al pueblo rumano que acabó con el dictador «comunista» Ceauscescu, fusilado junto a su esposa. Y en medio de huelgas y movilizaciones en 1991 finalmente cayó la dictadura del PCUS y se disolvió la URSS.
Había caído finalmente el aparato estalinista, pero no existían nuevas direcciones revolucionarias. Así, los trabajadores de lo que se llamó el «socialismo real» no lograron frenar y revertir el avance a la restauración capitalista que los burócratas implementaban de tiempo atrás.
En La revolución traicionada, que ya hemos mencionado, Trotsky señalaba que el destino de la Unión Soviética, con sus trabajadores oprimidos por la burocracia, era alternativo: el triunfo de una nueva revolución contra Stalin y su aparato o la restauración capitalista. Convocaba a construir nuevos partidos revolucionarios en la URSS y el mundo. Sigue planteada la gran tarea de construir la dirección consecuentemente socialista e internacionalista que retome el camino de aquel triunfo de la primera y hasta ahora única revolución socialista de 1917 y los primeros años del poder soviético.
1. Véase El último combate de Lenin, por Moshé Lewin. Lumen, Barcelona, 1970.
2. En Stalin, el gran organizador de derrotas, Trotsky polemiza contra este viraje del «socialismo en un solo país» y denuncia las políticas equivocadas en Alemania, Inglaterra y China de la Tercera Internacional entre 1923 y 1927.ÂÂÂ
La Tercera Internacional
Lenin y Trotsky eran internacionalistas consecuentes. Desde 1914 no solo denunciaron la traición de la mayoría reformista de la Segunda Internacional. Comenzaron a bregar por la formación de una nueva organización que diera continuidad al internacionalismo revolucionario.
Por eso, en marzo de 1919, en medio de las tremendas exigencias y penurias de la guerra civil, fundaron en Moscú la Tercera Internacional, agrupando a los partidos comunistas que se iban formando. Fueron pasos muy grandes para avanzar en la superación de la crisis de dirección revolucionaria. Decía Nahuel Moreno (en Actualización…) que fue «el primer intento desde la existencia del imperialismo de fundar una internacional centralizada y revolucionaria, es decir, un partido mundial para dirigir la revolución socialista internacional».
El triunfo del estalinismo en el Partido Comunista soviético se extendió a todos los partidos de la Tercera, que se fueron transformando en aparatos burocráticos que aplicaban disciplinadamente las políticas contrarrevolucionarias de Stalin.
Los distintos textos y resoluciones de los cuatro primeros congresos, hasta 1922, siguen siendo una orientación fundamental en la actualidad para avanzar en la construcción de los partidos revolucionarios y de la Cuarta Internacional.
Trotsky y la posible debacle de la URSS
Trotsky sostuvo categóricamente que era absolutamente imposible lograr el «socialismo en un solo país». Y adelantó que si se mantenían durante un tiempo prolongado en el poder, los burócratas abrirían las puertas al retorno del capitalismo. Llamaba a una nueva revolución política para tirar abajo a esa casta privilegiada encabezada por Stalin y a retomar el camino revolucionario, como única salida para salvar a la URSS. Sobre ese enfoque impulsó la fundación de la Cuarta Internacional en 1938.
En su texto El Programa de Transición decía:
«La Unión Soviética ha salido de la revolución de octubre como un estado obrero. La propiedad del estado de los medios de producción, condición necesaria del desarrollo socialista, ha abierto la posibilidad de un crecimiento rápido de las fuerzas productivas. El aparato del estado obrero, aislado, sufrió mientras tanto una completa degeneración, transformándose de instrumento de la clase obrera, en instrumento de violencia burocrática contra la clase obrera y en forma creciente, en instrumento de sabotaje de la economía. La burocratización de un estado obrero, atrasado y aislado y la transformación de la burocracia en casta privilegiada omnipotente, es la refutación más convincente -no solamente teórica sino práctica- de la teoría del socialismo en un solo país.
«Así, el régimen de la URSS encierra contradicciones amenazantes. Pero continúa siendo un régimen de estado obrero degenerado. Tal es el diagnóstico social.
«El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del estado obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo.»
La escuela estalinista de falsificaciones
El lanzamiento de la campaña por el «socialismo en un solo país» en setiembre de 1924 que hizo Stalin incluía la manipulación de numerosas citas de Lenin y Trotsky. Las de Lenin se «acomodaban» para darle cobertura a la nueva política contrarrevolucionaria, distorsionando y evitando una polémica seria. Las de Trotsky, para comenzar a calumniarlo y denigrarlo. A Lenin se lo transformó en un mausoleo en la Plaza Roja. Trotsky fue perseguido hasta eliminarlo en 1940.
El estalinismo tergiversó por completo la actuación protagónica de Trotsky como estrecho compañero de Lenin y dirigente de la toma del poder en 1917 y los primeros años de la revolución. Había que borrarlo de aquellos hechos y de la memoria de las masas rusas, para las cuales era en los años veinte un dirigente muy querido y respetado. Comenzó la campaña «contra el trotskismo», y en pocos años ya se lo mencionaba de manera calumniosa como «agente contrarrevolucionario» y cosas parecidas. Trotsky lo denunció como «la escuela estalinista de falsificaciones». Así, fue borrado de la «historia» de la URSS.
Tuvo también su expresión en los llamados «Juicios de Moscú» de 1936-37 que se juzgó a todos los que se oponían a Stalin sobre acusaciones falsas, que llevó al fusilamiento de los acusados.
Las falsificaciones también se plasmaron en el cine y en las fotografías. Damos este conocido y muy divulgado ejemplo luego de la caída de la URSS.