En la segunda mitad de la década del 80 la conducción soviética en manos de Gorbachov viró decididamente hacia la restauración e inició con las llamadas glasnot y perestroika, el camino hacia el capitalismo. Las primeras consecuencias, en términos de deterioro de la calidad de vida, los servicios estatales, los salarios y el empleo se vieron en esos primeros años.
La Unión Soviética se disolvió en diciembre de 1991, en medio de huelgas y movilizaciones de masas comenzadas en 1989 que derribaron al régimen de partido único. Los planes de shock que ajustaron la economía a partir de enero de 1992 completaron la restauración capitalista. Los salarios se pulverizaron y los servicios sociales prácticamente quedaron paralizados. Las grandes ciudades quedaron convertidas en un gigantesco mercado al aire libre donde la población trataba de vender todo lo que tenían en su casa para tratar de sobrevivir. El alcoholismo y la delincuencia crecieron a niveles astronómicos. Las muertes violentas pasaron a ser cosas de todos los días. Dramáticamente, la esperanza de vida rusa que, como explicamos en la nota central había crecido hasta estar en una de las más altas del mundo, descendió hasta los 57 años. Una encuesta en los primeros años 90, dónde se les preguntaba a las adolescentes cuál era su profesión favorita recibía una escalofriante respuesta: «prostituta».
Rusia y las inmensas riquezas creadas en las décadas anteriores se transformaron en un territorio de saqueo. Así, mientras los trabajadores y los jubilados eran sumidos en la miseria, y millones de jóvenes quedaban convertidos en masas de marginados sin futuro, por el otro lado se desarrollaba la nueva clase capitalista rusa. Hoy, basta mirar la biografía de los principales de entre ellos (denominados popularmente «los oligarcas») o del mismo Putin y su equipo de gobierno, para confirmar una realidad: todos ellos iniciaron sus «carreras profesionales» y ganaron sus primeros privilegios en los últimos años del aparato de estado soviético. Todos ellos se aprovecharon de sus posiciones para apropiarse de porciones de la propiedad estatal de los medios de producción, ahora reconvertidos en su propiedad privada.
Lo mismo sucedería en China. En este caso continúa existiendo y conduciendo el país el partido comunista chino. Lo hace por medio de una feroz dictadura, cuya expresión más violenta fue la «masacre de Tiananmen en 1989. Fueron ellos mismos los que condujeron al país a la restauración capitalista. Así, se han perdido muchas de las conquistas logradas por la revolución de 1949. El «nuevo capitalismo chino» se construyó sobre la base de la supexplotación de los trabajadores, que con los salarios más bajos del mundo se los sometió a jornadas brutales, con millones de obreros durmiendo en las propias fábricas, sin derecho a huelga ni a elegir sus representantes sindicales. Son millones los obreros venidos de sus pueblos, en situación de virtual ilegalidad, sin derecho a acceso a ningún servicio social público, que tras cumplir larguísimas jornadas en condiciones de semiesclavitud, duermen en las mismas fábricas, comen en ellas, para enviar unos pocos dólares a su familia en el campo, a la cual mantienen. Millones de obreros y campesinos quedaron desempleados. Se generó además una enorme caída en los sistemas de salud, donde un 45% de la población urbana del país y un 80% de la rural ya no tiene ningún tipo de cobertura médica Lo mismo sucede con la educación. Y se da la reaparición de graves problemas sociales asociados a la pobreza como la prostitución. Así se amasó el crecimiento «a tasas chinas» del nuevo capitalismo, con transnacionales que se aprovecharon de la represión política del gobierno del PC Chino para garantizar sus una extracción de plusvalía sustancialmente superior a la que podrían obtener en el resto del planeta.
La restauración capitalista, y sus terribles consecuencias de aumento de la desigualdad, la explotación y la pobreza son el mejor contraejemplo de la superioridad del socialismo con respecto al capitalismo.