Por: Mercedes Petit
Pasados 100 años puede surgir la duda sobre si siguen vigente sus enseñanzas. Son muchas las voces que desde la propia izquierda responden negativamente a esta pregunta. O que la recuerdan con nostalgia, solo como una vieja y querida utopía. Es un debate que ya lleva mucho tiempo, pero se actualizó desde la caída del muro de Berlín. Nuestra corriente responde positivamente. Sabemos, por supuesto, que nada se repite igual. Vigencia no significa ni copia ni esquema dogmático. Y mucho menos defender un «modelo» falso impuesto por los burócratas comunistas que llevaron al fracaso a la URSS.
Las «enseñanzas de octubre» se pueden resumir en que bajo el capitalismo no hay progreso para los trabajadores y los pueblos, y que la única salida es que estos gobiernen, para avanzar en el socialismo con democracia obrera en cada país y el mundo, derrotando a los patrones y al imperialismo. Y derrotando también a los modernos «menches» y «socialrevolucionarios», los actuales dirigentes neoreformistas que conciliando con ellos han sido sus grandes salvadores. Se trata del desafío de retomar el camino iniciado hace 100 años por las masas rusas con aquellos bolcheviques y aquellos soviets democráticos.
El capitalismo es más miseria y devastación planetaria
La carnicería de la primera guerra mundial fue el síntoma de que el capitalismo imperialista era un cáncer incurable, un flagelo para toda la humanidad. El triunfo de 1917 abrió la nueva época de la revolución socialista mundial. Aunque no se extendió, aunque se burocratizó, aquella experiencia mostró en sus pocos años que podía existir un «mundo nuevo», una alternativa posible a la barbarie capitalista. Desde entonces siguió habiendo todo tipo de revoluciones. Algunas fueron derrotadas, y las que triunfaron se frenaron por el camino, se frustraron, pero en todas ellas las masas siguieron y siguen enfrentando a la miseria y barbarie capitalistas.
En la actualidad son abrumadores los datos y las informaciones sobre las calamidades que se viven en todo el mundo y fogonean las luchas.
Un tercio de la población del planeta está en la pobreza. Y la desigualdad sigue creciendo año a año en lo que va del siglo XXI. Un puñado de menos de cien megamillonarios tiene la misma cantidad de dinero que la mitad más pobre de la humanidad. El calentamiento global sigue afectando cambios climáticos que provocan inundaciones y situaciones extremas de frío o de calor que golpean sin piedad a los sectores más desprotegidos, mientras los gobiernos capitalistas siguen agravando esa situación. Casi la mitad de la población mundial, según datos de la OMS, están expuestas a enfermar de paludismo. En 2015 murieron casi medio millón de los que enfermaron. En 2014 hubo un millón y medio de muertos de tuberculosis (enfermedad que había casi desaparecido). Hay 663 millones de personas que no tienen acceso al agua potable
Así podríamos seguir, con los datos de desempleo y falta de perspectivas para millones, no solo en los países más pobres, sino en las potencias imperialistas como Estados Unidos o Francia, fundamentalmente para los jóvenes, que no encuentran un futuro.
Avanzar hacia nuevos «octubres»
En muchos aspectos los debates que se desarrollan hoy dentro de la izquierda y los luchadores revolucionarios tienen aspectos semejantes a lo que hemos recordado en las páginas anteriores. Ya nos hemos referido a las políticas equivocadas de chavistas, castristas, Syriza, etc. cuando recordábamos la pelea de Lenin por reorientar al partido bolchevique hacia la ruptura con los conciliadores y la burguesía y hacia la toma del poder (páginas 6 a 10). Para avanzar en el mismo debate, podemos tomar la experiencia de la «primavera árabe» iniciada en el 2011 en el norte de Africa. Triunfaron grandes revoluciones en Túnez, Egipto, Libia, donde los trabajadores y los sectores populares tiraron abajo dictaduras de décadas, como la de Mubarak. Salvando las distancias, las podemos comparar con la caída del zarismo en febrero de 1917. Peleaban por libertad, trabajo, salarios, educación, salud, esas necesidades elementales que no tienen ni pueden tener las masas bajo el capitalismo. Pero confiaron en partidos y dirigentes conciliadores y reformistas que dieron su apoyo a gobiernos burgueses.
En el caso de la revolución tunecina, en donde existe una izquierda fuerte y un movimiento obrero organizado, sectores como el PCOT (partido comunista obrero de Túnez, que proviene del maoísmo) apostaron a una versión de la revolución por etapas, coincidiendo con los mencheviques rusos que ya comentamos, considerando que la revolución árabe es «solo democrática» . Con esa concepción conformaron el Frente Popular, una alianza de centroizquierda que se quedó en el parlamentarismo y no desarrolló los comités de defensa de la revolución que habían surgido. Tampoco apoyo ni apoya las huelgas ni las reiteradas rebeliones populares que se dan en Túnez desde el 2011, para desarrollarlas hacia el camino revolucionario de ruptura con la burguesía y pasar a un cambio socialista.
En Egipto sectores de la izquierda y de la juventud revolucionaria directamente confiaron en una conducción burguesa y apoyaron a los militares «laicos» contra el mal gobierno de la burguesía islámica de los Hermanos Musulmanes, haciendo una falsa opción. Las movilizaciones revolucionarias se fueron desgastando y se produjo una nueva frustración. No se lograron mejoras sustanciales en las condiciones de vida, y peor aún, se comenzó a retroceder en las libertades conquistadas, con un golpe dictatorial. Es una alternativa de hierro. Octubre de 1917 demuestra que hay que seguir avanzando en la lucha revolucionaria, para orientar a las masas a la toma del poder y el socialismo, aplicando las medidas de expropiación y planificación de la economía que comiencen realmente a redistribuir la riqueza, a atacar la desigualdad y la miseria. Los neoreformistas se niegan a avanzar, concilian con la burguesía y engañan a las masas, y así inexorablemente se retrocede, como ocurrió desgraciadamente en las revoluciones árabes y tantas otras. Por ausencia de direcciones revolucionarias, allí se mantienen o incluso se agravan los desastres provocados por el capitalismo. Y no se avanza, como lo definía Nahuel Moreno, hacia revoluciones socialistas conscientes.
Esta es la vigencia de «octubre». La gran enseñanza dejada hace un siglo en 1917 por las masas y los revolucionarios rusos es que hay que dejar atrás los «febreros», para avanzar hacia los nuevos octubres. No es fácil, no se ha vuelto a repetir en un siglo, pero sigue siendo el único camino. Aquel triunfo y las posteriores frustraciones o incluso derrotas dan un mensaje contundente. Es imprescindible avanzar en las luchas y en la construcción de las nuevas direcciones y partidos revolucionarios. Retomar la tarea que quedó inconclusa cuando la burocracia estalinista desplazó a Trotsky y a los bolcheviques leninistas de la conducción de la URSS y de la Tercera Internacional. Ese será el más útil homenaje a los 100 años de la revolución rusa.