Por Prensa UIT-CI
Compartimos el reportaje realizado por la periodista Camila Mitre del medio digital independiente El Ornitorrinco de argentina al dirigente de Izquierda Socialista y la UIT-CI, Miguel Sorans, quien fue miembro de la Brigada Simón Bolívar durante la revolución nicaragüense.
Antes de entrar de lleno en la entrevista de hoy, quería contarte sobre una canción que estuvo muy presente en mi infancia y que, sin querer, terminó de ganar sentido el viernes pasado luego de hacer esta entrevista.
Plástico del disco Siembra (1978) de Rubén Blades y Willie Colón, es un himno afilado contra la superficialidad y el materialismo. La canción es súper salsera, pero también una crítica mordaz a la frivolidad de una sociedad obsesionada con las apariencias, donde “todo lo superficial” se desmorona en cuanto es puesto a prueba. Pero hacia el final, la canción da un giro: una enumeración de países latinoamericanos que rompe con la ironía inicial y se convierte en una oda a la diversidad y a la riqueza cultural de la región. Esto se repite en varias canciones del disco.
Y dice así:
Panamá (¡presente!)
Puerto Rico (¡presente!)
México (¡presente!)
Venezuela (¡presente!)
Perú (¡presente!)
República Dominicana (¡presente!)
Cuba (¡presente!)
Costa Rica (¡presente!)
Colombia (¡presente!)
Honduras (¡presente!)
Ecuador (¡presente!)
Bolivia (¡presente!)
Argentina (¡presente!)
Nicaragua sin Somoza (¡presente!)
El barrio (¡presente!)
La esquina (¡presente!)
Vamos con el entrevistado.
“Yo fui el encargado de llevar el decreto de expropiación de la empresa pesquera Booths”
En 1979, Nicaragua fue escenario de uno de los procesos más relevantes en la historia reciente de América Latina: el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y el triunfo de la Revolución Sandinista. Esto no solo marcó el fin de más de cuatro décadas de un régimen familiar, sino que también se convirtió en un símbolo de las luchas populares contra la opresión en toda la región. La dinastía Somoza, que comenzó con Anastasio Somoza García en 1937, había consolidado su poder a través de la represión brutal, el control absoluto de las instituciones estatales y una corrupción desenfrenada que empobreció a la mayoría del país mientras enriquecía a una élite estrechamente vinculada al régimen.
Este sistema opresivo fue sostenido durante décadas gracias al apoyo incondicional de Estados Unidos. En el marco de la Guerra Fría, la política exterior estadounidense se centró en frenar cualquier movimiento que considerara una amenaza para sus intereses geopolíticos en el continente. Para ello, financió y armó a gobiernos autoritarios que garantizaran estabilidad a su favor, y el régimen de los Somoza no fue la excepción. Nicaragua, bajo su control, se convirtió en un enclave estratégico para Washington, una barrera contra las ideas socialistas que se expandían en América Latina tras la Revolución Cubana. Estados Unidos no solo respaldó a la Guardia Nacional, fuerza militar clave del régimen somocista, sino que también cerró los ojos frente a las violaciones de derechos humanos y la creciente desigualdad en el país.
Sin embargo, la represión y la miseria sembraron las semillas de la resistencia. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), inspirado en la lucha de Augusto César Sandino contra la ocupación estadounidense en los años 20 y 30, canalizó el descontento popular y encabezó una insurrección que fue creciendo en fuerza a lo largo de los años 70. La revolución no fue solo un acto de resistencia interna: también se convirtió en un faro de solidaridad internacional. Movimientos progresistas de todo el mundo respondieron al llamado del pueblo nicaragüense, entre ellos la Brigada Simón Bolívar, un grupo de jóvenes militantes de varios países de América Latina que llegaron a Nicaragua para sumarse a la lucha armada y al esfuerzo de reconstrucción del país tras la caída de Somoza.
La intervención de Estados Unidos no terminó con el derrocamiento de Somoza. Por el contrario, Washington redobló sus esfuerzos para desestabilizar al nuevo gobierno revolucionario. El apoyo a la Contra, grupos armados contrarrevolucionarios financiados y entrenados por la CIA, desató un conflicto interno que dejó miles de muertos y agravó las tensiones en la región. A través del bloqueo económico, la desinformación y el sabotaje, Estados Unidos intentó asfixiar el sueño sandinista y enviar un mensaje claro a otros movimientos sociales en América Latina: la transformación política tendría un alto costo.
Miguel Sorans fue uno de los integrantes de la Brigada Simón Bolívar, quien vivió en primera persona los días de la insurrección y los inicios del gobierno sandinista, hoy es dirigente de Izquierda Socialista y la UIT-CI. En esta entrevista, Sorans reflexiona sobre la lucha contra la dictadura somocista, el papel que desempeñaron los gobiernos extranjeros —particularmente Estados Unidos— en la historia de Nicaragua, y el impacto de las brigadas internacionalistas en un momento de gran efervescencia revolucionaria en la región. Una búsqueda por entender las lecciones de una revolución que marcó una época y sigue siendo un punto de referencia para quienes luchan por el fin de la opresión de la clase trabajadora.
-¿Cómo llegaste a formar parte de la Brigada Simón Bolívar?
-Formé parte como militante y dirigente de la corriente de izquierda trotskista que en 1979 lideraba nuestro fundador Nahuel Moreno, quien se encontraba exiliado en Colombia. Desde allí con las compañeras y compañeros colombianos del PST, se hizo una convocatoria internacional. Los brigadistas eran colombianos, panameños, mexicanos, argentinos, costarricenses, con distintas formaciones políticas. Los trotskistas éramos minoría. El objetivo era brindar una solidaridad concreta con la caída de Somoza.
En ese entonces, yo estaba en Argentina, actuando en la clandestinidad en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), cuando fui convocado. Fui uno de los pocos argentinos en sumarme. Viajé a Colombia y, posteriormente, a Costa Rica, que era el punto de encuentro y preparación para integrarnos a la lucha en Nicaragua.
-¿Podrías describir el clima político y social que se estaba viviendo en Nicaragua en ese momento? ¿Cómo caracterizarías la dictadura de Somoza?
-La dictadura de Somoza era un régimen heredado de padre a hijo, de «Tacho» a «Tachito», y había durado cerca de 50 años. Era una dictadura tremenda, pro-norteamericana, Este proceso revolucionario en curso combinaba la lucha armada del Frente Sandinista de Liberación Nacional con una insurrección de masas que iba creciendo.
A partir de 1978, hubo una huelga general que debilitó significativamente el poder dictatorial de Somoza. Esto llevó a que el régimen se desmoronara, y que incluso el propio imperialismo estadounidense decidiera soltarle la mano al ver que ya no podían sostenerlo. El 19 de julio de 1979 cayó finalmente Somoza.
-En este punto de encuentro, de todas las personas que integraron la brigada en Costa Rica, ¿cómo fue la preparación? ¿Qué tipo de entrenamiento recibieron antes de partir hacia Nicaragua?
-La preparación militar, como en toda guerra civil, era mínima por la ´premura de los combates y la necesidad de combatientes. Algo común en este tipo de conflictos. En Costa Rica, el entrenamiento incluía lo básico: manejo de armas y reconocimiento del terreno donde íbamos a actuar.
Cada persona llegaba con antecedentes diferentes; en mi caso, había realizado el servicio militar. Había campos de preparación. Por ejemplo, en la zona que me tocó actuar, la costa atlántica, en el puerto de Limón, de Costa Rica, teníamos un campo de entrenamiento con alrededor de 70 combatientes de diversas nacionalidades, hasta había un joven alemán. Este lugar era similar al área del Atlántico de Nicaragua, específicamente semejante la región del puerto de Bluefields, que más tarde tomaríamos junto a grupo armado sandinista local. Es una zona selvática que se llama la Costa de los Mosquitos.
-¿Cómo era la interacción de la brigada con la población nicaragüense?
-La participación fue abierta. Había gran simpatía con los combatientes de la Brigada. En nuestro caso, estuvimos involucrados en la toma del puerto de Bluefields, un lugar estratégico en la costa atlántica de Nicaragua. Primero nos dirigimos a la isla del Bluff, donde ya se encontraba un grupo sandinista autónomo de origen afrodescendiente. Esto se debía a que, tanto en la costa atlántica nicaragüense como en Costa Rica, predominan los descendientes africanos, llevados como esclavos. En esta región incluso se habla un dialecto inglés propio. Fuimos recibidos masivamente por la población. Cuando la Guarda Nacional se rindió desembarcamos en la ciudad de Bluefields.
Al entrar en la ciudad, realizamos una marcha, y rápidamente tomamos el control, ya que el pueblo nicaragüense apoyaba la revolución. En el caso de Bluefields, y también en Managua, contribuimos a la construcción de sindicatos y a la formación de milicias barriales. La revolución trajo consigo cambios rápidos: aunque había habido una huelga general previa, los sindicatos estaban dominados por el aparato de la dictadura. Tras el triunfo de la revolución, surgieron nuevos sindicatos de empresa, organizados en asambleas.
-De alguna forma, se perfilaba la construcción de una nueva Nicaragua en pleno auge de las dictaduras del Plan Cóndor.
-Nuestra brigada estaba compuesta por muchos latinoamericanos, incluso de diferentes corrientes ideológicas, como maoístas e independientes. Esto facilitó nuestra labor, ya que contábamos con experiencia sindical y de organización desde la base. Rápidamente fundamos sindicatos, organizamos asambleas y apoyamos la creación de milicias barriales. En toda Nicaragua, la gente había asaltado los cuarteles y se llevaban armas a sus barrios, cajas de municiones, incluidos tanques y vehículos militares. Fue un proceso revolucionario pleno.
Por ejemplo, en Bluefields no había ningún sindicato y logramos formar 12 sindicatos en pocos días. En una ciudad con una población de unos 25 o 30 mil habitantes. Era una ciudad-puerto muy importante. Hay que tomar en cuenta que Managua, tenía entonces 500 mil habitantes en un país de 2.5 millones de personas en 1979. La brigada logró formar más de 120 sindicatos en todo Nicaragua. La simpatía con la brigada fue tan fuerte que en los plenarios y asambleas de los sindicatos se firmaron peticiones al gobierno, para que se otorgara la nacionalidad y la ciudadanía nicaraguense a los integrantes de la brigada.
-¿Y qué tan importante es el hecho de que, más allá de las diferencias políticas entre las organizaciones que formaron parte del movimiento revolucionario, se logró construir un movimiento de unidad que pudo derrotar a la dictadura?
-Sí, exactamente, fue muy importante y esa fue nuestra política de unidad. Aunque siempre mantuvimos críticas y diferencias el Frente Sandinista porque, desde el principio, dejamos en claro que no estábamos de acuerdo con que el triunfo de la revolución derivara en un gobierno compartido con sectores burgueses. Esto, lamentablemente, fue lo que ocurrió, concretándose en la figura de Violeta Chamorro, quien representaba a una oposición conservadora a Somoza y dirigía el diario La Prensa.
A pesar de esto, nuestra política no fue sectaria. Siempre llamamos a la unidad y promovimos la participación de todas las fuerzas de izquierda, no solo trotskistas, sino también antiimperialistas en general, para conformar un movimiento de solidaridad con la revolución para derribar a la dictadura de Somoza. Esto no solo implicó combatir en el terreno, sino también articular acciones en cada país de la región. Fue un esfuerzo positivo.
-Un proceso que se burocratizó rápidamente.
Al triunfar la revolución, comenzó un proceso de hostilidad hacia la brigada por parte del gobierno liderado por Daniel Ortega y Violeta Chamorro. Esto culminó con la expulsión de nuestra brigada, ya que no aceptaban voces críticas. De hecho, esta fue la primera represión ocurrida en Nicaragua tras la caída de Somoza, lo cual resultó lamentable.
Más de 40 años después, nos encontramos con que Daniel Ortega, quien había sido uno de los principales dirigentes de la revolución, ahora encabeza una nueva dictadura burguesa. Incluso ha perseguido y reprimido a sus propios excompañeros y compañeras de la revolución, bajo una falsa aureola de izquierda. El caso más triste es el de la ex comandante Dora Tellez, que fue encarcelada y luego expulsada del país, bajo la acusación de “traidora a la patria”. Cuando fue una heroína de la revolución ya que teniendo solo 21 años dirigió la insurrección de la ciudad de León.
-¿Y si tuvieras alguna anécdota o recuerdo, algo que digas «esto no me lo olvido nunca más en la vida», que quieras compartir?
-Sí, creo que habría dos recuerdos principales, fuera del hecho de haber tenido el privilegio de haber participado de una revolución histórica para Latinoamérica. Lo que más me impactó fue nuestro rol en la formación del gobierno independiente, sin miembros políticos burgueses, en el puerto de Bluefields. Junto con el grupo sandinista regional que mencioné, detuvimos al alcalde somocista y a los oficiales de la Guardia Nacional, los encarcelamos y tomamos el cuartel. Cada día, a las 5 de la mañana, hacíamos formación militar junto a los compañeros sandinistas e izábamos tanto la bandera de Nicaragua como la sandinista. Fue un momento realmente impresionante.
El segundo hecho significativo ocurrió más adelante, cuando la revolución decretó, la expropiación de las empresas de Somoza, muchas de las cuales estaban asociadas con empresas norteamericanas. Una de esas empresas estaba en Bluefields, en una de las islas, y era la fábrica pesquera Booths, de envasado de langostinos, entre otros productos que se exportaban a los Estados Unidos. En ese contexto, yo fui el encargado de llevar el decreto de expropiación, ya que había viajado a Managua y regresado a Bluefields con ese documento.
En ese momento no había celulares ni internet, y Bluefields era una zona aislada; para llegar había que navegar por el río Rama durante al menos dos horas. Una vez allí, ejecutamos el decreto. Hicimos con la brigada una asamblea con las y los trabajadores y se designó, en ese marco, la primera dirección obrera de la fábrica.
Para mí, estos son hechos revolucionarios inolvidables. No los viví como logros individuales, sino como parte de los triunfos de la revolución obrera y popular y del trabajo colectivo de la brigada Simón Bolívar.
-¿Queda hoy algún vestigio de la revolución?
-Lamentablemente, en términos concretos, no queda nada, porque todo fue destruido por el propio Frente Sandinista, que se alió con la burguesía, incluso con sectores proestadounidenses. Hoy no hay libertades; las cárceles están llenas presos populares, seguimos reclamando por la aparición de la periodista Fabiola Tercero, y las conquistas democráticas y sociales se perdieron. Esto refleja el problema central de la Revolución, y por eso se nos enfrentaron y reprimió el sandinismo. La brigada Simón Bolívar proponía avanzar al socialismo y romper el pacto con Violeta Chamorro y la burguesía.
La dirección sandinista encabezada por Daniel Ortega, en ese momento influida por Fidel Castro, el castrismo y el reformismo, decidió no avanzar hacia el socialismo, a pesar de que en Nicaragua había condiciones para hacerlo.
Esto los llevó a retroceder constantemente, pasando a un régimen cada vez más dictatorial.
Lo que sí queda, y no podrá ser borrado, es la historia. La historia no desaparece. Todavía hay personas, algunas más jóvenes, otras menos, que participaron en el proceso y lo conocen. Esa idea de la Revolución será retomada. Nosotros, los socialistas revolucionarios, confiamos en eso. Confiamos en el pueblo trabajador nica y las masas, que tarde o temprano levantarán nuevamente esas banderas. El traidor y dictador Daniel Ortega también llegará a su fin.
-¿En qué año volviste a Argentina?
-Yo regresé clandestinamente ese mismo año a reintegrarme al PST. Volví de esa forma porque en ese momento estaba vigente la dictadura de Videla en Argentina. El PST y nuestra corriente trotskista morenista siguió difundiendo el triunfo de la caída de Somoza y la experiencia de la brigada porque, en ese momento, en Sudamérica predominaban las dictaduras. La caída de Somoza representó un cambio que nos ayudó a fortalecer la lucha contra las dictaduras en Sudamérica, en países como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Esa victoria revolucionaria impactó y contribuyó a que las masas adquirieran la fuerza necesaria para enfrentar y finalmente derrotar esos regímenes.
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Siempre resulta importante leer o escuchar la historia en voz de sus protagonistas; sobre todo cuando se habla de mundos que parecen tan lejanos como la Revolución Sandinista. Espero hayas disfrutado esta entrevista tanto como yo, y que te hayan gustado las fotos que son del archivo personal de Miguel Sorans.