Por Miguel Angel Hernández (dirigente del Partido Socialismo y Libertad de Venezuela, sección de la UIT-CI)
En Nicaragua estalló una rebelión popular encabezada por la juventud, contra el gobierno «sandinista» de Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta, Rosario Murillo. La ola de protestas fue consecuencia de la aprobación de una reforma previsional aconsejada por el FMI.
Fue tan masiva la movilización y el repudio popular que el represor gobierno de Ortega tuvo que dar marcha atrás y anunciar su derogación.
La reforma en el Instituto Nicaragüense de Seguro Social (Inss) aumentaba los aportes de los trabajadores y del sector privado, y establecía una reducción del 5% de las pensiones para los jubilados. Un ataque brutal contra los trabajadores y jubilados, en el segundo país más pobre de América Latina.
Estas medidas están a tono con los planteamientos que hace el FMI para ajustar las economías, haciéndole pagar a los trabajadores y los pueblos las consecuencias de las crisis creadas por los gobiernos, empresarios y corruptos.
Como socialistas internacionalistas repudiamos enérgicamente la brutal represión llevada a cabo por las fuerzas de seguridad del gobierno junto a bandas paramilitares «sandinistas». Respaldamos la movilización de los jóvenes y el conjunto del pueblo nicaragüense que salió a las calles de las principales ciudades del país.
Ortega pactó con la burguesía nicaragüense
Lo que está sucediendo en Nicaragua es una nueva evidencia de la debacle de los supuestos gobiernos progresistas o de «centroizquierda». Gobiernos de medias tintas y reformistas, que no tienen nada que ver con el socialismo ni la izquierda. Gobiernos que siguen siendo capitalistas, pero con un doble discurso seudopopular o de izquierda, mediante el cual pretenden engañar y presentarse como antiimperialistas, con el objetivo de intentar embaucar a sectores importantes de la juventud y de los pueblos. Ejemplos de ello son el gobierno de Maduro en Venezuela, el del peronismo kirchnerista en Argentina, los de Lula, Dilma y el PT en Brasil o Syriza en Grecia. En la práctica aplican medidas de ajuste contra los pueblos y reprimen cualquier disenso o protesta. Como ocurrió el pasado año en la rebelión popular que se desató en Venezuela contra Maduro, y hoy con Ortega.
El de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, es un gobierno burgués que aplica las recetas del FMI contra su pueblo. Que utiliza las banderas y símbolos del sandinismo y la revolución de 1979, como un recurso propagandístico para mantenerse en el poder mediante la represión, el control arbitrario de todas las instituciones del régimen y la realización de elecciones fraudulentas.
Es bueno dejar en claro que no se trata de que el actual Daniel Ortega es otro distinto al del inicio de la revolución sandinista. O que desvirtuó al «verdadero» sandinismo.
El germen de este gobierno está determinado por las políticas de colaboración de clases que el sandinismo instrumentó en la década de los ochenta, y que impidieron que en Nicaragua se avanzara hacia el socialismo.
En 1979, el FSLN tomó el poder en medio de una poderosa revolución donde la juventud, los llamados «muchachos», jugaron un rol de vanguardia. Un proceso que destruyó al ejército somocista, en medio de una desbandada de los sectores empresariales que respaldaban a la dictadura de Somoza. Se abrió entonces la posibilidad cierta de avanzar en la construcción de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, y que se tomara el camino hacia una Nicaragua socialista. Sin embargo, el sandinismo optó por seguir los consejos de Fidel Castro que dijo «no hagan una nueva Cuba» (discurso del 26 de julio de 1979). Estableció un gobierno de unidad nacional con sectores de la burguesía tradicional, con Violeta Chamorro, líder del Partido Conservador opositor a Somoza, y Alfonso Robelo, representante del Cosep (gremio empresarial nicaragüense).
Fue así como la burguesía, que había perdido su ejército por la insurrección, fue recomponiendo su poder aliándose a Daniel Ortega, Tomás Borge y el resto de los comandantes sandinistas. Se formó un nuevo ejército burgués y el FSLN respetó la propiedad imperialista y la mayor parte de la propiedad terrateniente. Siguió la sumisión al FMI y los bancos extranjeros, aceptando el compromiso de pagar la deuda fraudulenta de la dictadura.
Todo esto posibilitó que la burguesía estuviera en capacidad de derrotar al FSLN en las elecciones de 1990 y retomar el control del Estado durante 15 años. Hasta las elecciones de noviembre de 2006 cuando el FSLN, con Daniel Ortega a la cabeza, retomó el gobierno.
Hay que recordar que en el año 2000 el FSLN firmó un pacto con el somocista Partido Liberal Constitucionalista de Arnoldo Alemán, ex presidente, acusado y condenado por corrupción, y quien salió libre gracias a ese acuerdo.
El Frente Sandinista se alió con los sectores más derechistas en el Congreso para aprobar una ley que penalizaba el aborto terapéutico, que ni el mismo Somoza se atrevió a derogar. Esto fue parte de los acuerdos con la iglesia católica y el reaccionario cardenal Obando y Bravo, amigo personal de la esposa de Ortega, quien es una fanática católica, conocida como «La Bruja» por sus prácticas religiosas y esotéricas.
El gobierno de Ortega que ya lleva, en esta semana, 30 personas asesinadas, más de 60 heridos y 43 desaparecidos y decenas de detenidos, es un régimen dictatorial.
Ortega socio de las multinacionales
Es un gobierno que apela al discurso hueco del antiimperialismo pero que en realidad mantiene Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, los países de Centroamérica, la Unión Europea, Taiwán, Venezuela, República Dominicana y Chile.
Más allá del discurso seudoantiimperialista, su mayor socio comercial es EEUU, a donde se dirigen dos tercios de sus exportaciones y de donde proviene al menos un cuarto de las importaciones. Pero su alianza fundamental es con el capitalismo chino, con quien proyecta construir un canal interoceánico, en cuya construcción participarán varias transnacionales chinas.
Algunas de las principales empresas exportadoras son la minera canadiense B2Gold, la minera Hemco de capital colombiano; Albanisa, empresa mixta entre Pdvsa (51% de las acciones) y la petrolera estatal nicaragüense Petronic; Pat Group argentina, la exportadora de café suiza ECOM. EEUU tiene más de cien empresas en Nicaragua.
El estado español es el quinto en inversiones extranjeras en Nicaragua, algunas de sus empresas enclavadas en Nicaragua son Iberia, FCC, Acciona, Telefónica, Repsol, Mapfre, Barceló, Inditex, ACS-Cobra, Adolfo Domínguez, Isolux, Gas Natural, Global Exchange, Mango y Nueva Pescanova.
Las protestas que se desarrollaron en Nicaragua contra la reforma previsional, son expresión del odio generalizado de la juventud y del pueblo nicaragüense contra el gobierno de doble discurso de los Ortega-Murillo. Todo lo anterior pone en evidencia la experiencia frustrada de la revolución nicaragüense.
La única salida hoy en Nicaragua es continuar la movilización popular y apostar a la construcción de una alternativa socialista revolucionaria en la lucha.
La derogación de la reforma ha sido una gran victoria de la movilización popular y fortalece las luchas por venir de la juventud y el pueblo nicaragüense. La pelea no termina aquí sino que recién comienza. Nuevas movilizaciones abrirán el camino para sacar al gobierno represor y antipopular de Daniel Ortega e imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo que rompa sus lazos con el FMI y el imperialismo, e instrumente un Plan Económico de Emergencia Obrero y Popular al servicio de la juventud, los trabajadores y sectores populares.