Escribe Mariana Morena
La asamblea antipederastia convocada por el papa Francisco resultó una farsa. Culminó sin medidas concretas y eficaces contra los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos. Organizaciones de víctimas de distintos países que reclaman el fin de la impunidad para los curas predadores y obispos encubridores denuncian una vez más la doble moral vaticana, ahora bajo el discurso “progre” de Francisco. La Iglesia, pilar de la opresión patriarcal, no se puede reformar.
Entre el 22 y el 24 de febrero se desarrolló en el Vaticano la llamada “Cumbre para la protección de los menores en la Iglesia”. El papa Francisco y unos doscientos líderes de la Iglesia Católica de todo el mundo se reunieron en un intento por aplacar el escándalo de los curas predadores de niños y adolescentes, que no deja de crecer al calor del movimiento de mujeres contra la violencia machista. Tras décadas de silencio, revictimización de las personas abusadas e impunidad, había ciertas expectativas en que Francisco le impusiera un giro a la política de encubrimiento sistemático de los abusadores. Pero las mismas víctimas y activistas son lapidarios: la histórica cumbre fue decepcionante, otra bofetada a su legítimo reclamo.
En su discurso de cierre, el Papa siguió insistiendo en que se trata de “un problema universal”, lavándole responsabilidad a la Iglesia, como advirtiendo que quienes la acusan son “del diablo”. Volvió a pedir perdón y a declamar “buenas intenciones”, pero sin tomar medidas de fondo, como la “tolerancia cero” al abuso sexual clerical. No dijo nada sobre el registro oficial de predadores y víctimas; la entrega de archivos eclesiales, en vez de destruirlos (como develó uno de los obispos); levantar el secreto de confesión; denunciarlos obligatoriamente a la justicia civil antes de que los crímenes prescriban, y no en tribunales eclesiásticos donde los curas son encubiertos por curas, para terminar siendo trasladados de parroquia como “castigo”. Tampoco se refirió a indemnizaciones económicas para las víctimas ni a su negativa de que la protección de los menores en las escuelas confesionales católicas pase por la plena aplicación de una educación sexual integral.
Francisco siguió al pie de la letra la “biblia” del encubrimiento institucional, esto es, la defensa con uñas y dientes del prestigio y patrimonio de la Iglesia por encima de las víctimas sin importar su sufrimiento. Tampoco se le pueden exigir peras al olmo. Bergoglio, como jefe de la Iglesia en la Argentina, protegió al cura Grassi, preso por abusar sexualmente de menores en la Fundación “Felices los Niños”; al cura Corradi, violador de niños sordos en el Instituto Próvolo de Mendoza, y al obispo de Orán, Zanchetta, acusado de abusos sexuales a seminaristas y pornografía infantil, trasladado como asesor al Vaticano no bien Bergoglio asumió como Papa.
La Iglesia está desprestigiada como nunca antes en toda su historia. Sin ir más lejos, dos días después de terminar la cumbre se hizo público que el cardenal australiano Pell, número tres del Vaticano y asesor económico del Papa, fue declarado culpable de abusar de dos niños en 1996. Un informe reciente sobre abusos sexuales calcula en 100.000 las víctimas de la pederastia clerical en el mundo. En los últimos veinticinco años los escándalos no han dejado de estallar: el encubrimiento de 72 curas pederastas por parte del arzobispo de Boston, Law, hecho público por The Boston Globe; los trescientos curas depredadores encubiertos por la Iglesia Católica de Pennsylvania, con no menos de mil niños víctimas; la renuncia en bloque de los obispos chilenos acusados de encubrir por décadas al cura Karadima; el caso del cura Maciel, fundador de la influyente congregación ultraconservadora Legionarios de Cristo, defendido por Juan Pablo II, que abusó de menores, tuvo dos mujeres y varios hijos; la “legión invisible” de 50.000 hijos de curas, repartidos en 175 países; la admisión pública de Francisco de que sacerdotes y obispos trataron a monjas como “esclavas sexuales”, forzándolas incluso a abortar.
Desde Izquierda Socialista/FIT no dudamos en afirmar: credibilidad cero a la institución más reaccionaria de la historia, socia del sistema imperialista patriarcal en la explotación de los pueblos y en la opresión de las mujeres y minorías sexuales. Denunciamos su doble moral permanente, mientras exigimos a los gobiernos su separación absoluta del Estado, el fin de sus privilegios y que los curas violadores y encubridores vayan presos.