Editorial – LA INDIGNACIÓN AUMENTA
Junio sepultó los discursos exitistas de Piñera. La salida Mañalich y el apuro por firmar el acuerdo nacional con parte de la oposición, son expresiones de la crisis. Los números de contagios y muertos por coronavirus, combinados con la profundización de la crisis económica, vuelven a traer al fantasma de la crisis política que Piñera creía comenzar a superar. El descontento social que estalló el 18 de octubre, sigue recorriendo Chile.
La situación se recrudece El hambre crece, los despidos crecen, los precios de los productos de primera necesidad crecen, lo único que viene cayendo con fuerza es el nivel de vida de la clase obrera y el pueblo.
La pandemia y la crisis sanitaria, con sus brutales cifras de afectadas y afectados, son sólo una parte de la tragedia que está sufriendo el pueblo. La desigualdad social que provocó la crisis política abierta en octubre de 2019, sigue creciendo como una pandemia. Las familias trabajadoras son más pobres, y junto a estas vienen cayendo dueños de Pymes y sectores sociales medios. Las necesidades más sentidas expresadas en las masivas movilizaciones de hace unos pocos meses, se van multiplicando cada día que pasa.
La cantidad de cesantes, en cifras oficiales (siempre discutibles) ya subió a los dos dígitos. Junto a los más de un millón de cesantes, se acumulan 600.000 suspendidos y suspendidas, que rellenan el trágico cuadro de los 2.600.000 trabajadores y trabajadoras informales que no han podido ganarse el sustento por las cuarentenas. Estas cifras son, aterradoramente, las más conservadoras que se han dado. La realidad multiplica con mucho estos números.
Este es el gran temor de Piñera. El pueblo que salió a enfrentarlo en jornadas históricas de movilización, se hunde en una crisis económica que sólo es comparable a la de principios de los años 80. Por si fuera poco, lleva tres meses enfermándose y viendo morir a sus seres queridos, producto de las mentiras del gobierno y el colapso del sistema de salud. Un panorama nada tranquilizador para los inquilinos de la Moneda.
Las luchas continuarán
La pandemia pudo hacer lo que ni el gobierno, ni Carabineros, ni militares, habían podido hacer en cinco meses: sacar a la gente de las calles. Por eso Piñera, el empresariado, y la falsa oposición, respiraban aliviados. Por fin, sentían, podían volver a ponerse a la cabeza del país sin las molestas protestas. Y así lo hicieron.
En estos estos cuatro meses de coronavirus, no han revertido ni un centímetro de las injusticias sociales que provocaron el estallido. Las AFP siguen robando, las carreteras, la educación, la salud y hasta el agua siguen siendo privadas. Las violaciones a los derechos humanos perpetradas por Carabineros y militares siguen en la impunidad, como políticos y empresarios corruptos. Nada ha cambiado, o más bien, todo está peor que antes.
Es evidente que las razones del descontento ahora son más profundas. El pueblo que no pudo ser derrotado por el gobierno desde octubre, buscó voluntariamente la cuarentena para evitar morir de coronavirus. Pero como la necesidad de comer empuja a miles a volcarse a buscar su sustento hacia las calles, el hambre y la desesperación puede transformar esa salida en movilizaciones masivas.
A prepararnos para dar la pelea
El hambre y la crisis social ya comenzaron… hace meses. Junio tiró las ilusiones de Piñera, al ritmo de contagios y muertes. Esto quiere decir que la necesidad de enfrentar la política criminal del gobierno, es hoy y ahora. No podemos seguir permitiendo que muera gente o se contagie por las sus negligencias, ni que cientos de miles sean despedidos o no tengan que comer.
En este dramático escenario la DC, el PS y PPD no encontraron mejor respuesta que firmar vergonzosamente un Acuerdo Nacional con Piñera. Otros, desde afuera, si bien formalmente no lo firmaron, como el PC y lo que queda del Frente Amplio después de sus rupturas, indirectamente lo apoyan pues de ellos no ha salido ningún plan de lucha desde la CUT, la Confech o la Unidad Social contra Piñera.
La necesidad de un plan de lucha, de una coordinación nacional entre las asambleas territoriales, los sindicatos, organizaciones estudiantiles y populares es hoy y ahora. Tenemos que detener los despidos, el endeudamiento de las familias, el hambre y las muertes por coronavirus. Debemos poner todos los esfuerzos en unir todas las manos para botar al gobierno de Piñera y derrotar su ataque contra las familias trabajadoras.