Escriben Rubén “Pollo” Sobrero y Edgardo Reynoso, comisión de reclamos, ferroviarios del Sarmiento. El Socialista 485 (11.11.20)
El viernes 6 de noviembre recibimos una noticia que nos entristeció. Murió Pino Solanas. Afectado por el coronavirus, estaba internado en París, Francia. Con Pino tuvimos muchas discusiones políticas. Pocas veces coincidimos, pero era uno de esos tipos con los que nos daba gusto charlar.
Lo conocimos entre 2006 y 2007 en Castelar. Fue así, de repente, cayó en una asamblea ferroviaria y ahí nomás comenzó a filmar. Terminada nuestra asamblea, y todavía un poco sorprendidos, nos reunimos en la sala de guardas y nos comenzó a contar su proyecto, la película que se iba a llamar La próxima estación. Nos dijo que le interesaba nuestra propuesta de reestatización y nuestra reivindicación de Scalabrini Ortiz en cuanto a los ferrocarriles. Le llamaba la atención que hiciéramos estos planteos desde adentro, desde nuestro lugar como delegados. Ahí lo sorprendimos nosotros, porque él siempre había creído que el tema ferroviario se debatía lejos de las vías, que no había quedado nadie que cuestionara la privatización y el desmonte desde adentro del ferrocarril.
Posiblemente, esa conversación hizo que él siempre nos haya respetado mucho. Más allá de la película seguimos manteniendo siempre un contacto afectuoso y nos visitó muchas veces en la seccional Haedo acercándonos sus textos. Escuchaba nuestro planteo de control obrero y de usuarios del ferrocarril y, aunque no lo compartía, no cambió su actitud hacia nosotros ni polemizó por ello.
La película nos hizo bastante visibles y ayudó mucho para poner en discusión el tema de los ferrocarriles y la salida, que es volver a reestatizarlos. No hay que olvidar el contexto, fue durante el gobierno peronista de Néstor Kirchner quien se negó a sacarles los trenes a las empresas privadas y les prorrogó indefinidamente las concesiones a ladrones y corruptos como Cirigliano, Romero, Urquía o Fortabat y tenía de funcionarios a Jaime, De Vido y Luna.
Él siempre decía que el argumento por el cual se había privatizado el ferrocarril era la pérdida económica, y enseguida se preguntaba ¿los servicios públicos están para dar ganancia? ¿Deben ser rentables las escuelas y los hospitales?
El día del estreno de la película tuvimos un problema en Castelar. Un tren se quedó parado y bloqueó el servicio, lo que provocó la ira de los pasajeros que apedrearon el edificio del ferrocarril y se produjeron destrozos. Esto era algo habitual por el pésimo estado de las formaciones y las vías –que desembocó en la masacre de Once–, pero como se dio justo en ese momento, al impresentable Aníbal Fernández, funcionario del gobierno peronista kirchnerista, no se le ocurrió mejor idea que decir que era una acción combinada entre Pino y nosotros, los ferroviarios del Sarmiento, para promocionar la película. ¡Un absurdo!
Un absurdo que marca una contradicción de Pino, entre otras, que tuvo en su vida política, como el de haber terminado sus días siendo embajador de un gobierno peronista que él tanto criticaba en relación con los ferrocarriles.
Pero, como decía Marx, “nada de lo humano nos es ajeno”. Hoy ante su muerte, más allá de las diferencias políticas que tuvimos, preferimos recordarlo por esa relación de camaradería que conseguimos construir gracias a su proyecto cinematográfico y a las denuncias contra la privatización del ferrocarril. Y que está muy bien pintada en una anécdota. Durante la filmación hacía algunas tomas individuales donde le hacía preguntas a los compañeros. Cuando me toca a mí (Edgardo), la hace dentro de un coche comedor fuera de servicio. De repente, desde atrás de la cámara me pregunta quién había influido en mi formación y yo, naturalmente, le respondo Nahuel Moreno, y el entonces grita “corten” y, muerto de risa, dice a los gritos: “¡Quién me manda a meterme con los trotskistas! No te pregunté de tu vida política, te pregunté en el ferrocarril”. De esta forma, despedimos a Pino Solanas.