Las luchas de poder alejan al exilio sirio del frente rebelde del interior
El gobierno del suelo arrebatado al régimen de Bachar el Asad está en manos del Ejército Libre de Siria (ELS). Tanto por sus uniformados combatientes, que aseguran el perímetro, como por su brazo civil, que trata de responder a las necesidades básicas. En la gestión del territorio controlado por los alzados no hay ni rastro de la oposición en el exilio. Ni huella del Consejo Nacional Sirio (CNS), que dice representar al 80% de la alternativa política.
“El CNS no trabaja con los rebeldes en el campo de batalla”, afirmaba recientemente Zacaria Ghrer, de 45 años y vinculado a los grupos activistas que organizan el contrabando en Azaz, localidad de la provincia de Alepo. Y fuera del teatro de operaciones, el CNS (que reúne a 310 miembros y una decena de organizaciones) tampoco parece agradar a los que alientan la revolución: “Hasta [el presidente turco Recep Tayyip] Erdogan y [la actriz] Angelina Jolie han visitado a los refugiados sirios pero el CNS aún no lo ha hecho”, añadía este antiguo calígrafo.
Sus palabras parece que tuvieron buen eco. Días después, el 20 de agosto, una delegación del CNS, encabezada por su presidente, Abdulbaset Seida, visitó los campos de Turquía y Jordania. Un gesto, no obstante, que no borra la perplejidad con la que los rebeldes escuchan preguntas sobre el paradero de la oposición política. La guerra es cosa del ELS. Y el día después, parece que también.
La desconexión entre los combatientes y la oposición en el exilio, envuelta a su vez en una batalla interna, está minando el avance de la agenda política de un teórico futuro de Siria sin la familia El Asad. “Creo que el CNS no está afrontando los retos que hay sobre el terreno”, afirmó esta semana a la agencia Reuters Bassma Kodmani tras dejar su puesto en la organización. Una de las caras más conocidas del CNS, Kodmani criticó que los grupos que forman el entramado opositor (kurdos, laicos, Hermanos Musulmanes, independientes, etc.) prioricen sus “agendas personales” en detrimento de un “proyecto nacional”.
Pero no es la única china en el zapato del consejo que dirige Seida, filósofo sirio de origen kurdo en el cargo tras la dimisión en mayo de Burhan Ghaliun. Otro de los líderes de la oposición, Haitham al Maleh, juez veterano, anunció a finales de julio desde Egipto el “fracaso” del CNS, del que formó parte hasta marzo, y la apertura de diálogo con diferentes agrupaciones en el exilio para establecer un Gobierno de transición. Un ejecutivo en el que también está trabajando el CNS y al que el presidente francés, François Hollande, ya ha entreabierto la puerta. “Francia”, manifestó Hollande, “reconocerá al Gobierno provisional de Siria en cuanto se forme”. Su predecesor en el puesto, Nicolas Sarkozy, fue también uno de los primeros en saludar como único interlocutor válido en Libia al rebelde Consejo Nacional Transitorio.
Obstáculos no le faltan a un posible Gobierno provisional sirio. No solo en el plano diplomático, en el que Washington mantiene sus reservas. Sobre todo abundan en el terreno, donde el apoyo social rebelde, si existe, es para el ELS. El modelo libio, con sede en el bastión de Bengasi, sería aún prematuro en Siria, debido a la inseguridad de la zona controlada por los alzados, objetivo de bombardeos diarios de la aviación del régimen. Si el CNS, que pese a las críticas sigue siendo el señalado para avanzar en la transición, logra poner en marcha un gabinete transitorio en el exilio, la conexión con la región liberada sería casi nula porque sus lazos con el ELS están solo sobre papel. El CNS, con Seida a la cabeza, tratará de ganar nuevos apoyos internacionales esta semana durante una gira europea con paradas en Madrid y Berlín.