Por Mariana Nuñez
Hace unos días la Justicia israelí exculpó al Ejército de la muerte de la activista Rachel Corrie en 2003: «Se trató de un accidente desafortunado», concluyó el tribunal. La estadounidense, defensora de la causa palestina, falleció arrollada por una excavadora militar en la franja de Gaza.
«Realmente me duele ser testigo de hasta qué punto consentimos hacer del mundo un lugar horrible. Estoy siendo testigo de un genocidio y me cuestiono todas mis convicciones sobre la bondad de la naturaleza humana…»
El 16 de marzo de 2003 la joven estadounidense Rachel Corrie, de 23 años, se encontraba en la ciudad gazatí de Rafah, frente a la vivienda familiar de los Nasrallah. El Dr. Nasrallah era un farmacéutico local y Rachel estaba alojándose en su casa mientras prestaba servicios como voluntaria en el Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM, por sus siglas en inglés), cuyo propósito era disuadir a las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) de su plan de demolición de viviendas palestinas. (Entre 2000 y 2004 los israelíes dejaron sin hogar a 1700 palestinos en el área de Rafah.) El Ejército israelí sostenía que esas viviendas servían de refugio a terroristas que abrían fuego sobre los asentamientos o los soldados judíos. Pero durante el tiempo que Rachel vivió con los Nasrallah, toda la familia dormía sobre el suelo y alejados de las ventanas a causa del constante repiqueteo de balas de los francotiradores israelíes.
Desde el día de su arribo a Rafah su activismo había consistido mayormente en hacer de «escudo humano»: dormía en casas de familias palestinas para impedir que las demolieran, se plantaba junto a los pozos de agua para que no los destruyeran o escoltaba a los niños a la escuela. El abismo entre su mundo y el que estaba viviendo era palpable: «Llevo dos semanas y una hora en Palestina y aún no encuentro palabras para describir lo que estoy viendo.»
El día que murió, se hallaba interpuesta entre la vivienda de los Nasrallah y una enorme excavadora conducida por un soldado israelí. Una de esas monstruosas máquinas llamadas «bulldozers» por su nombre en inglés, fabricadas en Estados Unidos y vendidas a Israel por Caterpillar, a pesar de que es sabido que en Israel este producto se utiliza para destruir viviendas de un modo que viola las leyes internacionales. Rachel vestía un vistoso chaleco anaranjado fluorescente y hablaba por un megáfono solicitando al conductor que se detuviera o que diera la vuelta. El tractor se movió hacia ella y la casa lentamente, en una operación que el Ejército israelí describiría después como de «limpieza de vegetación y escombros» con el objetivo de remover artefactos explosivos o destruir túneles «utilizados por los terroristas palestinos para el contrabando ilegal de armas procedentes de Egipto». A medida que el bulldozer se aproximaba, el conductor hizo descender la pala y comenzó a arrastrar polvo y escombros en su trayecto. Cuando estaba a pocos metros de la pared exterior de la casa de los Nasrallah, Rachel se trepó a la montaña de escombros. Desde este lugar podía mirar directamente a la cabina del conductor y el conductor podía divisarla a ella, no los separaban más que tres o cuatro metros. La máquina continuó avanzando. Entonces Rachel perdió el equilibrio, cayó hacia atrás y fue aplastada dos veces por la pala del bulldozer. El conductor testificaría después que él nunca había visto a Rachel hasta que notó «gente tratando de sacar el cuerpo de debajo de la tierra».
Hubo, por supuesto, una investigación militar interna del incidente, y el entonces Primer Ministro israelí Ariel Sharon prometió al entonces Presidente de los Estados Unidos George W. Bush que sería «profunda, creíble y transparente». Sin embargo nada de esto ocurrió, y oficiales estadounidenses y hasta el mismo embajador en Tel Aviv, Dan Schapiro, se mostraron insatisfechos con la investigación. Los militares israelíes exoneraron tanto al conductor del bulldozer como al oficial a cargo, afirmando que ni habían visto a Rachel ni que tampoco estaban tratando de demoler la vivienda de los Nasrallah ese día.
En el área de Rafah, durante los años que Rachel y otros voluntarios del ISM trabajaron, el Ejército israelí tuvo por costumbre disparar a los niños palestinos asesinando a unos 400, 25% de los cuales tenía menos de doce años. En la mayoría de los casos no hubo penalidad para quienes cometieron el delito. La práctica de garantizar inmunidad legal ha sido también adoptada por la policía y los jueces israelíes en el caso de crímenes cometidos por civiles israelíes, especialmente colonos, en contra de palestinos. Hasta hoy, el 90 por ciento de las investigaciones de tales actos criminales cometidos por israelíes contra palestinos y sus propiedades son cerradas sin sanciones de ningún tipo.
En el año 2005 los padres de Rachel iniciaron una demanda civil contra el Ministerio de Defensa en una corte israelí. Esperaban que el juicio probara de manera «creíble y transparente» los hechos que se habían negado hasta entonces. De ahí en más, se sucedieron quince sesiones del jurado en la ciudad de Haifa y declararon 23 testigos. Pero al final de su sentencia de 62 páginas este último 28 de agosto, el Juez Oded Gershon rechazó la demanda afirmando que Rachel Corrie y otros activistas del ISM habían elegido premeditadamente ingresar a una «zona militar cerrada» donde actuaban para «proteger terroristas». El juez aceptó la afirmación del Ejército de que el conductor del bulldozer no había visto a Rachel. En cualquier caso, de acuerdo al juez, ella había actuado «irracionalmente». «Corrie podría haber simplemente salido del trayecto del bulldozer como cualquier persona razonable habría hecho», pero no lo hizo, por eso era en última instancia responsable de su propia muerte y no había justificación para exigirle al Estado que pagara ningún daño.
La «cosmovisión» del juez es quizá la parte más «expresiva» del proceso judicial. Para Gershon el Ejército israelí no está comprometido en un bloqueo que ha convertido a Gaza en la «prisión abierta» más grande del mundo mientras se expanden los asentamientos israelíes. Y como esto no es lo que está pasando, cualquier respuesta del pueblo gazatí no podría ser vista como un legítimo acto de resistencia o de defensa propia. La gente de Gaza como mucho son los mejores defensores del terrorismo o, en el peor de los casos, terroristas ellos mismos. Ese es el paradigma en el cual tanto el juez como los testigos del Ejército israelí están encerrados. Todos dijeron básicamente lo mismo: «nosotros no vimos a Rachel Corrie y si la hubiésemos visto no habríamos visto a un civil». ¿Por qué? Porque Israel está en guerra con los palestinos y, «en una guerra no hay civiles», como declaró un oficial israelí. En una guerra solo hay terroristas y sus aliados, por ejemplo Rachel Corrie, e Israel no enjuiciará a sus soldados por librar una guerra contra ellos. En nombre de la llamada «seguridad nacional», también Israel puede justificar casi todo, incluyendo asesinar niños en Gaza o aplastar con una excavadora a una activista por la paz de tan solo 23 años.
El Pueblo Palestino y todos los hombres y mujeres solidarios con su causa llevarán en su memoria a Rachel Corrie como un ejemplo de solidaridad entre los pueblos, compromiso y valor. Año tras año en Palestina y en el mundo entero se la recuerda de modos creativos e inspiradores, como en murales colectivos que llevan su rostro, canciones y obras teatrales, o bautizando con su nombre al barco de bandera irlandesa que acompañó al Mavi Marmara en la 1° Flotilla de la Libertad en 2010, cuando sufrieron el asalto criminal de las fuerzas militares israelíes. Este 2012, el Estelle, un velero con bandera finlandesa cuyas velas llevan escritos los nombres de quienes alguna vez han sentido el sufrimiento palestino como propio, está recogiendo la solidaridad de los puertos que toca rumbo a Gaza, y es el símbolo, una vez más, de una ciudadanía universal dispuesta a decir basta a la injusticia que vive el pueblo palestino desde hace 65 años. «Esto tiene que terminar. Tenemos que dejar todo y dedicarnos a que esto termine. No creo que haya nada más urgente», fueron las últimas palabras que Rachel escribió a su madre.
Fuentes:
«Rachel Corrie», Paz Alarcón, Periodismo Humano, 28.08.2012
«El veredicto contraviene ‘principios fundamentales’ del Derecho Internacional», Palestina Libre, 2012-08-29
«Rachel Corrie verdict exposes Israeli military mindset», Chris McGreal, guardian.co.uk, Tuesday 28 August 2012
«Israel says: ‘Rachel made me do it'», Occupied Palestine, Lawrence Davidson, 05/09/2012
«La Flotilla de la Libertad prepara su llegada a España», Mercedes Durá, Hemisferio Zero, 9 de agosto de 2012