El miércoles 9 de enero fueron asesinadas en Paris, tres activistas kurdas, Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leya Sönmez, en un momento en que el Gobierno turco había emprendido la negociación un acuerdo de conciliación con Abdullah Öcalan, líder del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), encarcelado desde su captura en 1999 en Kenia. Entre las tres activistas asesinadas, Sakine Cansiz era una de las fundadoras del PKK en 1978 y la responsable de la organización en Alemania. Fidan Dogan, de 28 años, era representante en Paris del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK), la plataforma de las organizaciones kurdas en Europa con sede en Bruselas, y Leyla Sönmez, de 25 años, era activista en Paris.
El crimen tuvo lugar en el Centro de Información del Kurdistán de París, en la calle de La Fayette, y las tres mujeres fueron víctimas a todas luces de una ejecución planificada.
Circulan rumores y varias hipótesis sobre la autoría del crimen. Mientras el Gobierno turco lanza la teoría de un ajuste de cuentas dentro de la organización armada por diferencias en la política que hay que seguir, el PKK sostiene la responsabilidad de las “cloacas del estado” en Turquía (sectores pro fascistas y ultranacionalistas dentro de la Administración y las Fuerzas Armadas, llamados “Ergenekon”, es decir el “Gladio” turco). También hay suposiciones sobre la responsabilidad de Irán o Siria, que no se beneficiaría una pacificación militar en la zona sudeste de Turquía.
La matanza de Paris tendrá consecuencias sobre todo porque una de las tres víctimas, Sakine Cansiz, había sido una amiga cercana y una especie de portavoz del líder del PKK, y era quien tenía que “convencer” los cuadros de la organización en Europa sobre los acuerdos que el líder encarcelado iba a pactar con el Gobierno turco. Cansiz no solamente cofundó el PKK sino que también lideró en los1980 el movimiento de protesta kurda dentro de las cárceles y cuando fue puesta en libertad se había convertido en una «leyenda entre los miembros del PKK». Ella entró en el campo de entrenamiento de la guerrilla en el valle de Bekaa, entonces bajo control sirio, y se unió a la lucha armada en el norte de Irak bajo mando de Osman Öcalan, hermano menor de líder del PKK, que más tarde se distanció de la organización. Es allí donde Cansiz comenzó a organizar el movimiento de mujeres dentro del PKK, hasta que en 1993 un tercio de sus fuerzas armadas eran mujeres. Cansiz fue la principal representante del movimiento de mujeres kurdas y su activista femenina más prominente. En 1992 fue enviada a Europa por Murat Karayilan, entonces líder del brazo armado del PKK. Pasó algún tiempo en Alemania antes de trasladarse a Francia, donde continuó su militancia civil.
En la negociación con Erdogan, Öcalan intenta conseguir una reforma legislativa que integre algunas de las reivindicaciones del pueblo kurdo a cambio del fin de la lucha armada. El PKK ya había renunciado a principios de los años 90 a su principal reivindicación de un Estado independiente que fue base de su fundación. Desde entonces la organización luchaba por una “autonomía democrática” dentro de las fronteras actuales de Turquía, según la teoría de la “República democrática” de Öcalan. El Partido de la Paz y Democracia (BDP), con más de 20 diputados en el parlamento turco y una alta representación en las zonas kurdas del país, también exige la descentralización de la administración estatal, el reconocimiento de la identidad kurda y la enseñanza en lengua propia. Sin embargo, el Gobierno turco rechaza cualquier tipo de autonomía, y las negociaciones están más bien centradas en una posible tregua definitiva por parte de la organización armada y su retirada fuera de las fronteras turcas. A cambio el Gobierno ofrece la suspensión de las operaciones militares contra la guerrilla y la liberación de cientos de activistas políticos que llenan las cárceles. Después de este primer paso, las partes se comprometen a hablar y negociar los temas de descentralización administrativa, cambios en la Constitución sobre identidad kurda, la incorporación de los guerrilleros a la vida política y laboral, y una posible liberación limitada de Öcalan.
Las principales organizaciones kurdas (PKK, BDP y KCK –Unión de Comunidades de Kurdistán) optan ahora por una negociación con el Gobierno para terminar una guerra de 30 años que causó 45.000 muertos, la mayoría kurdos. Nosotros, los revolucionarios marxistas, hemos criticado desde el principio el reformismo armado de PKK que perjudica la lucha de la clase obrera y los pueblos en Turquía, porque creemos en la lucha de masas del pueblo kurdo y en la solidaridad entre pueblos para conseguir su autodeterminación. Por ello no dejamos de advertir sobre los peligros que le esperan al pueblo kurdo en el camino de una “pacificación negociada” que da legitimidad al Estado opresor, y nos ponemos a su lado en la lucha por su derecho a la autodeterminación nacional.
Sakine, Fidan y Leyla, como otros miles, eran luchadoras kurdas contra la opresión que este pueblo está sufriendo desde hace décadas.
Exigimos de los Gobiernos francés y turco la investigación y castigo de los responsables de los asesinatos
Todo el apoyo al pueblo kurdo en su lucha por su autodeterminación nacional.
Comité de Enlace Internacional (Lucha Internacionalista – Frente Obrero/Turquía)