Por Y. ABU BACKER / A. PAMPLIEGA – Especial para EL MUNDO – Alepo (Siria)
– Los civiles que aún resisten en las zonas de los alzados no participarán en las elecciones
– El que quiera hacerlo tiene seis horas de viaje por delante bajo las bombas de la aviación
«¿Ir a votar, para qué? No seré yo quien vote para dar legitimidad a Asad y que tenga carta blanca para seguir matando a gente. No… Hoy le mandaré mi voto en forma de mortero para que lo incluya en el recuento», afirma sin ningún pudor Mohammaed Bakri, cambista en el barrio de Bustan Al Qaser, una de las zonas más castigadas de la ciudad de Alepo por la aviación del régimen. «Estas elecciones no son más que una mera pantomima de cara a la Comunidad Internacional. ¿De qué sirve votar si no sé si llegaré vivo al final del día?», sentencia el joven resignado.
La única publicidad electoral que se puede encontrar en las paredes de este barrio del centro de Alepo ha sido la distribuida por los activistas y donde se puede ver la cara de Asad tachada y el texto: ‘Te puedes quedar con nuestra nacionalidad, nosotros ya no queremos ser sirios’. El Alepo rebelde no irá a las urnas. Hoseifa trabaja como enfermero en un hospital de campaña. Se ríe con el mero hecho de mencionarle la jornada electoral de hoy. «Sí, sí… algo he oído. Creo que se presenta Bachar y otra vez Bachar, ¿no?», afirma. «Hoy será un día importante para Siria de cara al exterior. Pero mañana volveremos a los bombardeos, a los francotiradores apostados en las calles, a los barriles explosivos y a mirar al cielo para saber si vamos a morir más pronto que tarde», comenta a EL MUNDO mientras apura un cigarrillo en una breve pausa en su trabajo. Lleva pintado en su antebrazo izquierdo su grupo sanguíneo ‘A+’. «Me gustaría votar, pero en unas elecciones libres y democráticas. Donde tengamos la posibilidad de cambiar las cosas de verdad… Eso es lo que pedíamos hace tres años cuando nos echamos a las calles pero la respuesta fue nuestra aniquilación».
La gran mayoría de los que continúan en la ciudad sin resignarse a dejar su tierra declina hacer cualquier tipo de declaración. El miedo les atenaza y prefieren no pronunciarse, ni a favor ni en contra. «Los Asad siempre jugaron la baza del miedo con el pueblo. Ese ha sido su arma más poderosa… y les continúa funcionando», comenta Hoseifa.
‘Deposita aquí tu voto para Bachar’, se puede leer en uno de los contenedores de la calle Sha’ar. Los habitantes de la Alepo rebelde no podrán votar en estos comicios porque los pasos hacía la zona del régimen están cerrados a cal y canto y la única vía posible es por carretera después de seis horas de viaje en autobús recorriendo toda la provincia. «Conozco a gente a la que le gustaría poder ir a votar pero que desistirán de hacerlo porque no merece la pena un viaje tan largo para que al final acabe ganando el de siempre», se sincera Khalid, activista local. «Yo voté por primera vez en 2007, y voté por Asad porque pensaba que era mejor que su padre y que sería un buen gobernante para mi país, pero me equivoqué», afirma este joven estudiante de ingeniería informática en la universidad de Alepo y que ahora ha cambiado los libros por las cámaras para documentar lo que ocurre en su ciudad natal.
«Bachar no olvidará estos días de jornada electoral», amenaza Housein Faraj comandante de la Liwad Afhad Al-Morsalin pocos minutos antes de hacer saltar por los aires el túnel en el que habían estado trabajando los últimos 22 días, como ya adelantó el domingo en exclusiva EL MUNDO. La explosión sobrecogió al barrio de Bustan Al-Basha cuando a las cuatro de la tarde, hora peninsular,un enorme hongo de humo y fuego se elevó al cielo. A la detonación le siguió un intercambio de disparos entre rebeldes y leales al régimen que se alargó varias horas. Los rebeldes de Alepo incurrían en las elecciones presidenciales a su manera, con mucho ruido y con una acción espectacular que dará la vuelta al mundo.
Una ciudad fantasma
Tres pequeños aguardan pacientes y en silencio. Miran a todos lado para que nadie les vea con su cubo de plástico. Sienten vergüenza y tratan de que la gente no reconozca sus caras. Han venido a buscar algo de alimento que llevarse a la boca. «Repartimos, cada día, cerca de 400 kilos de comida que reciben más de 1,000 familias en toda la ciudad de Alepo. Sin nosotros habría centenares de personas rebuscando entre la basura», afirma Loaae Alwali, responsable de esta cocina clandestina.
En el sótano de un edificio de un barrio situado en el centro de Alepo seis marmitas dormitan sobre otros tanto fogones. En su interior se cuecen varios kilos de garbanzos y arroz. La comida de hoy. «Llevamos dos años en guerra. La gente que era rica hoy es pobre y los pobres están muertos. Somos la única esperanza para mucha gente», comenta Abdullah Mohammad Al-Karma, responsable de la ONG Organización Libre que da cobertura a los civiles más necesitados.
Los intensos bombardeos sobre las zonas habitadas por los civiles ha vaciado prácticamente la ciudad. A penas queda el 10% de los habitantes de Alepo. «La ciudad se ha vaciado por completo. Hay muy poca gente porque tienen miedo a los barriles expliv…». Una explosión interrumpe la entrevista. El polvo inunda las calles del barrio. Un avión acaba de soltar su mortífera carga contra un edificio de viviendas. «Ahí tienes la respuesta a por qué la gente se ha marchado de Alepo», responde Abbullah apuntando hacia la intensa columna de humo.
«Así es como Asad nos motiva para que le votemos», dice cabizbajo. Millones de sirios están llamados a elegir a su próximo presidentepero en Alepo ya han decidido; y votan por seguir vivos un día más.