Suplemento Especial de Lucha Internacionalista del Estado Español
Presentación
Se cumplen 100 años del inicio de la I Guerra Mundial: la expresión de un capitalismo que para seguir existiendo precisaba de la destrución y la muerte de millones. Lenin afirmaría que con ella se entraba en su fase decadente, el imperialismo.
Esa misma situación fue importantísima para el movimiento obrero. De un lado, porque la socialdemocracia, empezando por la alemana, se alineaban con su burguesía y votaban los créditos de guerra en cada país, sentenciando así su fin como internacional revolucionaria. Los grupos socialistas revolucionarios rompieron con la Internacional Socialista en la Conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 y la Conferencia de Kienthal en abril de 1916, (ambas en Suiza). El debate entre ellos era si la posición ante la guerra era defender el desarme o convertir la guerra en revolución, como preconizaba Lenin.
De otro lado, como había analizado Lenin, la guerra iba a ser el escenario de un alza del movimiento obrero que no cesaría hasta la guerra ruso-polaca de 1920-21. En su transcurso, la clase obrera había realizado campañas generales, por vez primera en la historia, en todos los países del continente europeo. La Revolución de Octubre en Rusia había abierto ese período y su triunfo había servido de catalizador. En enero de 1918 saltaban a la huelga los obreros alemanes y austríacos en 1918, pero su acción espontánea se extinguió pronto, cuando a nivel organizativo en Alemania, sólo se apoyaba en un pequeño círculo de obreros cualificados: los Jefes Revolucionarios de Berlín. La socialdemocracia mayoritaria sólo había entrado en Berlín en la dirección de la huelga con el fin de hacerla concluir. Los tres grupos ilegales del ala izquierda de la socialdemocracia alemana eran demasiado débiles para poder influir sobre las masas. Tampoco en Austria hallaron los obreros huelguistas ningún apoyo en las grandes organizaciones, como tampoco lo recibió en Gran Bretaña el movimiento espontáneo de los Shop-Steward, o las huelgas francesas, particularmente la general nacida en Lyon.
En Alemania, en enero 1919, la rebelión de la escuadra de alta mar y el triunfo de los obreros de Munich con Kurt Eisner condujo al levantamiento de los trabajadores berlineses, que fueron secundados por la guarnición. La mayoritaria socialdemocracia y los sindicatos tuvieron que adaptarse, aunque no de buen grado, a la proclamación de la República Socialista. Pero ese mismo enero Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, eran asesinados, León Jogiches lo era en marzo, y la socialdemocracia, que en nombre de la democracia había dado cobertura a la recomposición de sectores del antiguo régimen y a los trusts, ahora era también víctima del terror. Se sucedían las huelgas generales, seguidas de expediciones represivas del ejército. En mayo caía también la República de Consejos de Munich.
En Hungría se había constituido una República de Consejos en la primavera de 1919, bajo la dirección de la socialdemocracia y de jóvenes intelectuales comunistas, que fue aplastada por el ejército rumano con el apoyo de la Entente.
Por sus resultados, el movimiento obrero revolucionario había sido aplastado en todos los países fuera del antiguo imperio zarista. En los países
altamente industrializados del centro y occidente europeo, la estructura capitalista de la sociedad se afianzaba con una pátina democrática y dando
concesiones sociales –jornada de ocho horas…-; en los triunfadores, el ambiente de victoria llevaba a la derecha para llegar al poder; en los países
escandinavos la socialdemocracia entraba a gestionar por largo tiempo el estado capitalista, y en Italia se gestaba el ascenso de Mussolini.
Paralelamente, en marzo de 1919, y dando continuidad a la Conferencia de Zimmerwald, se constituía la III Internacional, porque al valor y constancia de las luchas obreras, les seguía faltando una dirección revolucionaria para llegar a concretar su revolución internacionalista.