Por Charles-André Udry
Traducción de Viento Sur
Como escribimos el pasado23 de septiembre de 2014 en esta misma web, la movilización estudiantil va en aumento en Hong Kong. Las tiendas de campaña rojas, verdes, azules o amarillas se extienden a lo largo y ancho del parque Tamar, donde los estudiantes, que decidieron boicotear las clases, asisten a conferencias. Entre los conferenciantes, se encuentra Au-Loong-yu, militante desde hace muchos años a favor de los derechos democráticos. Al principio quienes exigían la realización de unas elecciones verdaderamente democráticas en contra de las maniobras de las altas esferas de Hong Kong y Beijing para imponer al «Presidente» de la Región Administrativa Especial de Hong Kong no eran mas que unos centenares.
A finales de agosto el gobierno tomó la decisión de que un comité de 1 200 personas, vinculadas al Partido Comunista Chino (PCC) seleccionaría los candidatos para ocupar ese puesto. Pero desde el 23 de septiembre, todo hace presagiar que se avecinan cambios en esta isla en la que se concentran 7 millones de habitantes.
Ese día, los estudiantes exigieron una audiencia especial con el Presidente de Hong Kong, Leung Chun-ying. Según los portavoces del movimiento, «le hemos dado un ultimátum. Si no acude al parque Tamar en las próximas 48 horas, vamos a radicalizar la movilización.» Al final de ese día se produjeron algunos enfrentamientos frente a las oficinas del Ejecutivo. Los estudiantes exigían que Leung- Chung-yin «cumpla sus promesas electorales», es decir, la organización de unas elecciones democráticas para el 2017. A partir de ese día, todos los reportajes dan testimonio de la extensión de la solidaridad en el ámbito estudiantil. Una solidaridad cuyo proceso se basa en una idea básica: si se desarrolla un movimiento de solidaridad amplio, es posible que la dinámica emprendida tenga consecuencias para el futuro. Las entrevistas con los activistas también daban testimonio de un «realismo» testarudo. Por ejemplo, nos hemos encontrado con varias entrevistas en las que se afirma, como lo hace un estudiante de periodismo del Chu Hai College of Higher Education, que «No creo que se pueda hacer cambiar de idea a Beijing, pero es importante que la gente tome conciencia y que cada vez se sume más gente a la movilización.»
Desde el inicio, el colectivo más importante [de los que llamaron a la movilización], Occupy Central with Peace and Love, se fijó el objetivo de paralizar el centro financiero de Hong Kong el día 1 de octubre. Alguna gente, vista la determinación de Beijing contra el movimiento, pensaron que la movilización perdería fuelle, pero ocurrió lo contrario. La fecha del 1 de octubre -día en el que Mao Zedong proclamó la República Popular de China en 1949-, aún cuando las dudas eran fuertes, estaba grabada en la memoria de la gente. El sociólogo Chan Kin-man consideraba que la ocupación de plazas, puentes y arterias claves de la ciudad, con el objetivo de paralizarla, no se tendría en pié. Sin embargo, este lunes (29 de setiembre), la actitud de la mayoría de las y los manifestantes parece desmentir ese pronóstico. Decenas de miles de jóvenes manifestante, tras haber organizado la intendencia con camiones, habían decidido bloquear la ciudad desde la mañana. De hecho, entre el sábado y el domingo, la convergencia de la iniciativa de Occupy Central y la movilización de las y los jóvenes provenientes de múltiples centros estudiantiles y de escuelas, ha logrado dar cuerpo a ese movimiento de «desobediencia civil».
Esta mañana, Jean-Philippe Béja, miembro del CNRS (Centre National de Recherche Scientifique, Francia), especializado en China (autor de A la recherche d’une ombre chinoise. Le mouvement pour la démocratie en Chine, 1919-2004, Seuil, 2004) y que se encuentra en Hong Kong, relataba a Alexandra Cagnard (periodista de Radio France International-RFI), que «hay muchísima gente en las calles y cada vez llega más. Hay gente de todos los estratos sociales. El movimiento fue impulsado por los estudiantes. La campaña por la desobediencia civil, que se venía organizando hace mucho tiempo, debía de comenzar el 1 de octubre, pero la población se ha manifestado masivamente hoy. Es preciso señalar que hay una ausencia total de violencia. A pesar de las decenas de miles de personas que están en la calle, nadie ha lanzado un solo objeto contra las fuerzas del orden… Es un movimiento espontáneo del conjunto de la población [preparado por los estudiantes y el movimiento democrático] que está escandalizado por la retirada de las promesas de Beijing.»
Así pues, en cierto modo, la fecha del 1 de octubre ha sido adelantada. Como en todo movimiento popular de masas, las movilizaciones y el calendario sufren una aceleración, más aún cuando enfrente se tiene a un poder que muestra a la vez su determinación y su dificultad para gestionar la revuelta, al tratarse de un «Región Administrativa Especial». El rechazo de las autoridades a responder al «ultimátum», a recibir a una delegación de los estudiantes -lo que recuerda a Tiananmen en 1989- y la utilización de las fuerzas antidisturbios, que en esta coyuntura adquieren un carácter netamente provocador, encendió la mecha. En cierta medida, ocupar el centro de la ciudad se convertía en algo totalmente lógico. Esta ocupación se realiza con los reflejos típicos del movimiento estudiantil a la hora de organizar el movimiento de masas tras escuchar la información dada por la radio de Hong Kong el lunes por la mañana, anunciando la hospitalización de 41 personas y el arresto de 78 manifestantes acusados de «disturbios públicos», «entrada ilegal en edificios oficiales» y, como es típico, «violencia contra la policía encargada de preservar el orden público.»
De ahí que, este mismo lunes, a las 9:23 h, Florence de Changy escribiera para RFI: «No hay duda, el movimiento continua. Esta mañana Hong Kong, que no está para nada habituada a este tipo de desorden, se despierta de forma caótica y un tanto surrealista. Las grandes arterias de la ciudad están cerradas al tráfico y son inaccesibles. El tráfico está interrumpido. Hay 200 autobuses que no pueden circular. Decenas y decenas de escuelas están cerradas, igual que los bancos.» Así pues, la intervención policial del domingo 28 no logró sus objetivos. Lo que muestra, a la vez, que hubo negociaciones y que la opción represiva por parte del Gobierno de la región administrativa (y por tanto de Beijing) es vacilante. Un elemento a tener en cuenta en una Región Especial de China cuando se conoce la determinación actual de Xi Jinping (Secretaria General del PCC y Presidente de la República Popular China) y su campaña de propagando al estilo de Mao (ver el articulo de Frédéric Koller, buen conocedor de China, en la pag- 2 del diario Le temps del 27-28 de septiembre de 2014).
En cualquier caso, es más que improbable que la Asamblea Popular china de marcha atrás en la decisión adoptada a finales de agosto respecto a las modalidades para la elección del Gobierno de Hong Kong. La retirada de la policía antidisturbios el domingo a la noche y el lunes a la mañana, estuvo acompañada de una exigencia explícita: «despejar las rutas ocupadas lo antes posible para permitir la circulación de los vehículos de urgencia y restablecer el transporte público.»
Tras la intervención brutal de las fuerzas antidisturbios el domingo, la solidaridad con la movilización se extendió a círculos relativamente influyentes: electos de la región, profesores conocidos, representantes de la iglesia. Esto confirma el análisis realizado por la prensa económica de Hong Kong (al igual que la que nos referíamos en el artículo publicado en este sitio el 23 de setiembre): Beijing y sus representantes (bien implantados) de Hong Kong, previendo algunas adhesiones al movimiento democrático estudiantil, actuaron ejerciendo presión sobre la comunidad empresarial, más aún al estar en marcha operaciones de cambio del yuan con otras monedas, significativamente superiores a la actual. Ahora bien, Hong Kong juega un papel importante en los «mecanismo financieros y monetarios de apertura.»
La táctica de los estudiantes, que recuerda a los de Tiananmen, ha consistido en evitar el mínimo enfrentamiento con la policía. Grosso modo, los estudiantes se protegían de los lanzamiento de gases agrupándose, con paraguas y otros medios. Levantaban los brazos para indicar que rechazaban el enfrentamiento; imágenes que ya hemos visto en [la revuelta] Ferguson. En la era de internet (Hong Kong no está sometida a las mismas restricciones que en Beijing) la simbología se mundializa.
Tras una pequeña tregua, a media mañana del lunes 29, la policía ha vuelto a intervenir. Varias compañías financieras, entre ellas Estándar Charteres o Bank of China, han suspendido su actividad, «debido a la situación en determinadas regiones de Hong Kong». Algunas han exigido a su personal que trabajen desde casa (teletrabajo) o acudan a otras oficinas, lejos de los centros ocupados. En China continental, se hace lo imposible para presentar la movilización como una operación cuasi-terrorista. La intervención policial con lanzamiento de gases lacrimógeno, no se daba desde 2005 [en las movilizaciones contra la cumbre de la OMC]. Algunos portavoces del movimiento estudiantil y del movimiento pro-democracia temen que a partir del mediodía del lunes la policía utilice pelotas de goma, que son muy peligrosas.
Sectores estudiantiles se han desplazado a los centros comerciales de Causeway Bay y han llegado a Mong Kok. Esto dificulta aún más el control del espacio por la policía. Sea cual sea el resultado inmediato de esta movilización -que resulta difícil de prever en términos precisos- en el terreno político, en Hong Kong se ha instalado, como indicábamos el 23 de setiembre, una ruptura política que adquiere expresiones diversas. En todo caso, esta movilización constituye un banco de pruebas político para una nueva generación, marcada por la especificada de Hong Kong pero que tendrá repercusiones en China. Volveremos sobre ello.