Syriza es la expresión de un nuevo fracaso de los proyectos de izquierda reformista en el siglo XXI. Millones en Europa y América Latina rompen con los viejos partidos y giran a la izquierda buscando un cambio de fondo. Es lo que fue ocurriendo en América Latina en los últimos 15 años. Con los gobiernos del PT de Lula y Dilma en Brasil y el del venezolano Hugo Chávez como los más destacados.
Por Miguel Sorans, para Correspondencia Internacional N° 37, octubre 2015
En Europa, fruto de la crisis capitalista y los recortes de la Troika, ese giro se viene expresando en las movilizaciones y en lo electoral en Syriza, en Podemos, en las alcaldesas de Madrid y Barcelona o en el dirigente del laborismo Jeremy Corbyn en Gran Bretaña.
Definimos como neo reformismo a estos nuevos y diferentes movimientos o formaciones políticas. Nuevos porque vienen a ocupar el lugar que dejó la caída del aparato de la burocracia de ex URSS y de los partidos comunistas. También el de la socialdemocracia europea por la crisis que viene demoliendo al PSOE, al PS francés o el PASOK en Grecia, que fueron dejando claro que son agentes directos del imperialismo y la UE. A lo largo del siglo pasado el aparato mundial del estalinismo frenó las movilizaciones revolucionarias e impulsó los gobiernos de conciliación de clases, de unidad con sectores burgueses supuestamente «democráticos» o «progresistas».
La caída del Muro de Berlín y el odio de masas a los aparatos burocráticos y reformistas de los partidos comunistas y socialdemócratas hizo que millones empezaran a buscar otras alternativas. La ausencia de un fuerte polo socialista revolucionario también ha facilitado el surgimiento de estas variantes de «nueva izquierda» que asumen un programa centrista, que no reivindican el socialismo como el objetivo del cambio y que rechazan la formación de partidos para la acción revolucionaria. Impulsan movimientos o partidos «amplios», esencialmente volcados a la actividad electoral y parlamentaria, con tendencias internas pero que giran alrededor de la dirigencia central, a veces directamente unipersonal, y que no impulsan ni tienen como centro la movilización y organización de los trabajadores y la juventud como factores decisivos para enfrentar a los gobiernos patronales y lograr cambios de fondo..
Syriza: un nuevo fracaso
En los últimos dos o tres años Syriza se fue transformando en la «estrella» fulgurante de la izquierda europea y mundial. ¿Cuál es su origen? Es un partido que surgió de una coalición de varios partidos de izquierda eurocomunistas, socialistas ex PASOK, maoístas, trotskistas y ecologistas que se presentó por primera vez a elecciones en el 2004. Su principal fuerza fue Synaspismos, de origen eurocomunista, que orientaba Tsipras y que ya era un partido en 1991. En julio de 2013 la coalición se transforma en partido amplio legal, designan un Comité Central y reeligen a Tsipras como presidente. En su declaración de principios se definen como «un partido fundado sobre el pensamiento marxista». Y adoptan puntos ambiguos como que su objetivo será una sociedad «basada en la propiedad y gestión social». Y otros no tan ambiguos como que bregarían por la «anulación de los memorandos de austeridad» (nota de Amelie Poinssot en Mediapart, 31/7/2013).
En enero 2015 ganan las elecciones por 36,6%, cuando años antes no llegaban al 5%. Constituyen un gobierno de colaboración de clases, de lo que llamamos el «frentepopulismo», con la «sombra de la burguesía» al decir de León Trotsky. Formaron gobierno con la derecha nacionalista de Griegos Independientes, dándoles el importante ministerio de Defensa. Reincidían así en el camino de la vieja utopía reformista de querer lograr un arreglo «positivo» para las penurias de las masas en las mesas de negociación con los grandes poderes imperialistas. Discursos falsos para claudicar y terminar cediendo. Descartan la movilización obrera y popular. En Grecia hubo cerca de 30 huelgas generales Ese fue el factor decisivo, incluso para que Syriza llegara al gobierno. Rápidamente cayeron en la traición directa, apenas a seis meses de asumir.
Repiten el fracaso de Lula y Chávez
Lula y Chávez ganan las elecciones y asumen usando un doble discurso, ya que gobiernan directamente o pactan con sectores de la burguesía, no avanzan en romper con la estructura económica capitalista, ni en la ruptura con el imperialismo. Pactan con las multinacionales y pagan la deuda. Chávez lo hizo con su verborragia del «Socialismo del Siglo XXI». Similar a la política tradicional de las «dos etapas» del reformismo estalinista (primero una larga etapa «democrática» de gobierno con un sector burgués, y luego otra, supuestamente «socialista»). En la década del 30, antes de la Segunda Guerra, tuvimos los ejemplos y trágicos fracasos de los gobiernos de Frente Popular en España y Francia. En la última mitad del siglo anterior, en las décadas de los 70-80, las revoluciones de Nicaragua y El Salvador. Las direcciones guerrilleras del sandinismo y del Farabundo Martí, apoyados por la dirección cubana y los Castro, terminan pactando con sectores burgueses y no avanzan al socialismo. Se anunciaba que se haría el «socialismo con los dólares del imperialismo». Se calificaba las capitulaciones constantes a la burguesía y el imperialismo como «tácticas» astutas y necesarias, contrapuestas a las propuestas calificadas de «ultras» o de «apresuradas» de avanzar en la movilización y la ruptura con el imperialismo y el capitalismo. Así terminaron. Hoy Nicaragua y El Salvador, gobernados por ex comandantes guerrilleros, son países miserables,
¿A dónde va la Unidad Popular de Grecia?
La Plataforma de Izquierda, era la tendencia de izquierda dentro de Syriza, que llegó a tener entre un 30 y 40% de los votos del CC, en oposición a la mayoría de Tsipras. Encabezados por Panagiotis Lafazanis, ministro de Energía del gobierno desde febrero, y que llegó a tener unos 25 diputados. Se opusieron a la firma del memorando reclamando puntos progresivos como romper con la Troika y la UE y cuestionando el pago de deuda externa. Terminaron obligados a salir de Syriza por la maniobra de Tsipras de renunciar y convocar a elecciones. Constituyeron la Unidad Popular (UP). Pese a ser tardío fue un paso progresivo que salieran por fin del gobierno luego de la gran traición, y trataran de plantar una alternativa electoral. Pero siguió siendo políticamente limitada. A nuestro entender porque no abandonaron su concepción centrista y electoralista. Aunque criticaron que formaran gobierno con un sector burgués, acompañaron a la mayoría reformista de Syriza en su criterio nefasto de no apoyarse en la movilización obrera y popular. Syriza tenía el apoyo de las masas como para enfrentar a la Troika y sus presiones con ese poder de masas. Pero Plataforma de Izquierda se redujo a una oposición por arriba, de discusión parlamentaria o de discusión en un CC de Syriza ya controlado por el aparato de Tsipras. Nunca propusieron una movilización. Incluso no lo hicieron ya en julio, cuando sus diputados votaban contra el memorando en minoría. No estuvieron ni convocaron, por ejemplo, a la concentración del 22 de julio de la cual participó el resto de la izquierda y donde una delegación de la UIT-CI estuvo presente.
Los discursos de Lafazanis nunca incluyeron un llamado a movilizar. Su programa quedó a mitad de camino. La propia campaña electoral de UP se enredó destacando, por ejemplo, puntos como «volver al dracma», cuestión equivocada y muy poco simpática para los sectores populares. En vez de centrar en el eje romper con la deuda y el Memorando y con la Troika y sus recortes convocando a movilizar a la clase obrera y al pueblo para enfrentarlos. Nunca lo plantearon así. Tampoco hicieron ningún esfuerzo por tender puentes para unirse con los sectores más de izquierda (Antarsya, por ejemplo). Siguieron con su centro electoral-parlamentario.
Hacer este balance político, sobre lo que significa Syriza y las posturas de su ala izquierda, es clave para la vanguardia mundial. Estos errores están corroborados por las propias interpretaciones que hacían corrientes como el MES del PSOL de Brasil. Ya cuando Tsipras había claudicado y traicionado el referendo del 5 de julio, este sector escribía que era «un error sectario» hacer «una caracterización cerrada» de Syriza. Y que había que «señalar como enemigo principal del pueblo griego a la Troika y su política» y no al gobierno que encabezaba Tsipras que había avalado el memorando. «Tenemos que apostar a que la Plataforma de Izquierda pueda ser capaz de construir por dentro de Syriza […] un polo de masas»(nota de Pedro Fuentes y Thiago Aguiar, 31/7/2015, Corriente Movimiento). Reivindicaban un discurso de Lafazanis en un acto en una cancha de basketball de días antes. «La tarea es explicar pacientemente», insistían los dirigentes del MES. Nunca escribieron que la «tarea» era organizar urgente la movilización. Porque tampoco el ex ministro Lafazanis lo había dicho en ese acto.
Existe el peligro de querer repetir una nueva «Syriza» pero más a la «izquierda», si no se hace un balance a fondo. O sea no levantar la independencia de clase y la estrategia de un gobierno de los trabajadores y de la izquierda, que se apoye en la movilización revolucionaria del pueblo griego. El único camino para imponer un cambio.
En la misma nota los autores critican a «los sectores de la ultra […] que utilizan la capitulación de Tsipras para propagar […] que esto muestra que los proyectos de partidos amplios como Syriza han fracasado. Por el contrario a lo que ellos piensan, es la hora de seguir afirmando que la única forma de construir alternativas reales, frente al capitalismo en esta fase y período, es construir partido amplios» (ídem).
Desde la UIT-CI, estamos por un partido revolucionario con influencia de masas. No promovemos sectas autoproclamatorias. La discusión con los que levantan los «partidos amplios anticapitalistas», pasa por que lavan sus programas. En vez de no pagar las impagables y fraudulentas deudas externas, dicen «investigar», o ver la legítima y la ilegítima, etc. Hablan de «anticapitalismo», pero apoyan las economías mixtas (estatal-privado), o sea, seguir con el capitalismo; por eso estas corrientes siempre apoyaron al gobierno venezolano y al proyecto chavista del socialismo del siglo XXI. No impulsan la independencia política de clase ni levantan la lucha por un gobierno de los trabajadores, y no tienen como centro movilizar, apoyar las luchas, sino la pelea electoral y parlamentaria. O sea no bregan por un partido revolucionario.
La tarea clave de construir un partido revolucionario
Hay otro debate importante entre los luchadores. Hay compañeros o corrientes revolucionarias que equivocadamente consideran que es un error hacer propuestas de la unidad de acción (electoral o contra el memorando) y hacer exigencias o llamados a sectores como Unidad Popular u otros sectores de izquierda, con el argumento de que son centristas y no proponen, por ejemplo, un gobierno de trabajadores. La propuesta de unidad de acción por puntos concretos o de frentes circunstanciales, electorales o para una movilización, no es contradictorio con la lucha estratégica por la construcción de un partido revolucionario que levante un programa de independencia de clase y por el socialismo. Por el contrario, en el camino de construir ese partido, que crezca cada vez más entre los trabajadores y la juventud, es necesario dotarse de todo tipo de tácticas y exigencias de unidad de acción para la movilización. Que son imprescindibles para disputar a los neo reformistas o a los centristas la influencia que puedan tener en sectores de la vanguardia o de masas que los sigan.
Estos debates son claves porque la gran tarea pendiente en Grecia, para que el proceso de movilizaciones ejemplares de la clase obrera y los sectores populares no se frustre, es la construcción de una nueva dirección socialista revolucionaria.