2015 será recordado como el año del fin del gobierno kirchnerista, con papelón incluído en el traspaso del mando. Frente a ello, millones lo harán desde ópticas opuestas. Unos con alegría y otros con tristeza, en especial los que consideran que pese a todo el gobierno K era «popular y progresista» y el de Macri será de «derecha». Desde ya que el gobierno de Cambiemos será un gobierno patronal y antiobrero y nada bueno pueden esperar los trabajadores. Pero es equivocada aquella visión, inducida por los voceros del peronismo K, de que será un cambio cualitativo respecto al supuesto «gobierno progresista y popular» K. ¿Qué Argentina nos deja el kirchnerismo? ¿Qué Argentina tendremos con Macri? Habrá cambios, pero en lo esencial habrá más continuidad que cambio. En la Argentina de 2016 seguirá el ajuste, el ataque al salario, el pago de la deuda y la alianza con los empresarios.
En la Argentina y en Latinoamérica (por la crisis del chavismo en Venezuela y en Brasil por la del gobierno de Dilma-PT) se ha instalado una falsa opción entre «derecha» e «izquierda». Cosa que lamentablemente, a veces sectores de la izquierda revolucionaria repiten, contribuyendo a la confusión. Los gobiernos tipo K, Maduro o Dilma, son falsos gobiernos «populares» o de «izquierda», que terminaron gobernando defendiendo a las multinacionales y con políticas de ajuste, bajo un doble discurso. En este sentido es muy importante que los luchadores hagamos un balance sobre qué significaron los 12 años de peronismo kirchnerista y qué país dejaron.
Los 12 años de peronismo K: un gobierno patronal de doble discurso
En la campaña electoral, el Frente para la Victoria trató de recuperar votos de trabajadores y jóvenes, instalando el «peligro» de que volvieran los «90», la debacle del «corralito» y que había que «defender el modelo nacional y popular» de la «industrialización» y contra «las corporaciones». Pero la realidad es que el kirchnerismo, desde que asumió en el 2003, no hizo ningún cambio cualitativo de la estructura capitalista semicolonial del país, atado a las multinacionales y al capital financiero.
Pero todo esto lo escondió en su doble discurso inaugurado por Néstor Kirchner. Fue desde el principio un gobierno patronal distinto a lo que había sido un Menem o De la Rúa, que eran odiados por las masas. Justamente el kirchnerismo tuvo que asumir con un discurso de centroizquierda fruto del proceso del Argentinazo del 2001, la rebelión popular que derribó al gobierno de De la Rúa y Cavallo y levantó el «que se vayan todos». Tal fue la crisis política del régimen que Kirchner llega al gobierno con el 22% de los votos.
La patronal argentina necesitaba de un gobierno que buscara desviar y amortiguar esas movilizaciones y el rechazo a todos los políticos patronales. Por eso el gobierno peronista kirchnerista fue un gobierno patronal de conciliación de clases y en cierta forma de centroizquierda. Para ganar apoyo salió con un discurso antimenemista, contra la «concentración económica», los militares genocidas y el FMI. Asumió rodeado de las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, Lula, Chávez y Fidel Castro. En sus comienzos, logró económicamente un respiro con la moratoria de la deuda (que decidió Rodríguez Saá al calor de la rebelión popular de 2001 en su breve presidencia provisional) y la mejoría de los precios mundiales de la soja y los cereales (el «viento de cola»). De esa manera logró reactivar parcialmente el aparato productivo (con 4 millones de nuevos empleos aunque en su mayoría precarizados y con bajos salarios) y manteniendo subsidios a las tarifas y los planes sociales.
¿Qué significa que fue un gobierno de doble discurso? Que mientras hacía fuertes discursos criticando a las «corporaciones» y a los «grupos hegemónicos», terminó gobernando para ellos. Ni siquiera llegó a ser un gobierno nacionalista-burgués como Perón en el 45-55. Despotricaban contra la deuda que luego de 12 años de gobierno no ha dejado de crecer. En el 2005 era de 126 mil millones de dólares y en el 2015 llegó a 250 mil millones (datos Clarín 3/12/2015). El proceso de concentración capitalista y de extranjerización de la economía continuó. En el 2007, con Néstor Kirchner, de las 220 empresas que más facturaban, 128 eran extranjeras, cuando en 1997 eran 104 (La Nación 21/6/09). Entre las primeras empresas siguen calificando los grandes pulpos exportadores de cereales como Cargill, Dreyfus, Nidera, Bunge o las automotrices extranjeras. Con todo tipo de prebendas, creció la inversión extranjera en minería con la canadiense Barrick, Cerro Vanguardia (Anglo Cod, Sudáfrica) y Alumbrera (australiana-canadiense). El gobierno K nos deja a Monsanto y el acuerdo «secreto» con la petrolera yanky Chevron, asociada a YPF, que solo en un 51% es estatal. Tuvo roces con los grandes grupos patronales del campo pero usó parte de la renta agraria (retenciones) para favorecer a un sector patronal «nacional» ligado a sus negociados (vía los De Vido, Boudou, Jaime y otros «pingüinos») como el grupo Cristóbal López (casinos-medios), Lázaro Báez (construcción), Eskenazi (bancos y petróleo) o Avila-Manzano (medios).
La otra cara de la herencia K fue su política antiobrera para favorecer las ganancias de estas patronales. La crisis de la economía capitalista mundial iniciada en el 2007-08 llevó a desnudar la verdadera cara patronal del kirchnerismo. Aplicó la receta del ajuste al pueblo, que es lo que explica su paulatino retroceso y el final con el voto castigo. Su centro fue el ataque al salario, al colmo de imponer un impuesto al salario. La inflación bajó el salario y el nivel de vida popular. Siguió el bajo presupuesto para salud y educación. Se criminalizó la protesta de la mano de Berni. Siguió el sostén a la burocracia sindical. La corrupción y los negociados primó en el seno del gobierno. Esta es la Argentina que nos deja el fin del kirchnerismo.
Lo que vendrá con Macri
El tiempo del peronismo K ha terminado. Tenemos un nuevo gobierno. Se fue un gobierno patronal del «doble discurso» y viene un gobierno patronal de la centro-derecha liberal argentina. Pero como venimos diciendo, nada bueno pueden esperar los trabajadores y sectores populares de este gobierno patronal.
Desde el punto de vista patronal, el nuevo gobierno de Cambiemos (PRO, UCR y otros) va reflejar más directamente a los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, en especial a los del campo (los Grobo y otros grupos exportadores de granos) y a las multinacionales. Van a gobernar sin los intermediarios tipo los De Vido, Randazzo o Guillermo Moreno, con los cuales debían negociar y pactar. Este será uno de los cambios.
Hacia los trabajadores y el pueblo, el gobierno de Macri vendrá a profundizar el ajuste que ya había iniciado Cristina Kirchner. Lo hará sin «anestesia» y sin el discurso «popular» mentiroso K. Los «buenos modales» de Macri, Marcos Peña y la gobernadora Maria Eugenia Vidal no esconden más que la preparación de nuevos ajustes contra el pueblo trabajador.
El gobierno de Macri se sabe débil para esa tarea. Es consciente que ya el kirchnerismo había sufrido varias huelgas generales y muchas de docentes, trabajadores de la salud y empleados públicos. Parte de ello se reflejó en el voto castigo. Una de las debilidades estructurales del nuevo gobierno es que no cuenta con una sólida base obrera y popular. Y no se engaña con los «votos prestados» que tuvo. Por eso trata de armar acuerdos con sectores del peronismo como los renovadores Massa y De la Sota, y suma al gobierno funcionarios de ese origen, como Jorge Todesca en el Indec, Lino Barañao sigue como ministro de Ciencia y Técnica y en el Sedronar designaron al peronista pampeano Roberto Moro. El nuevo ministro de economía, Prat Gay, ya anunció la búsqueda de un «diálogo social» (muy parecido al «Pacto Social» peronista) con «trabajadores y empresarios». Una de las primeras reuniones de Macri fue con la CGT de Hugo Moyano.
Ya al asumir mostró su verdadero rostro ajustador. La promesa de levantar el impuesto al salario fue postergada para marzo de 2016 a través de un proyecto de ley. Y solo lo va a suspender parcialmente del medio aguinaldo de fin de año.
2016: nos preparamos para un año de nuevas luchas
Los trabajadores saben por su experiencia que los «diálogos» y «pactos sociales» son todas trampas para intentar achicar el salario, asegurar ganancias a los empresarios y privilegios a la burocracia sindical. También saben que la única manera de enfrentar esos «pactos» es con la movilización obrera y popular.
El gobierno de Macri buscará que le «den tiempo» con la eterna excusa de la «herencia recibida». Su centro será buscar un pacto con Moyano y el resto de la burocracia sindical a cambio de puestos y, esencialmente, el manejo de los fondos de las obras sociales.
Por eso la perspectiva para el próximo año, más allá de los ritmos, estará marcada por la resistencia de la clase trabajadora y el pueblo al ajuste macrista. En la medida que la crisis del capitalismo mundial sigue su curso, sin solución a la vista, la política del imperialismo y de las multinacionales no es ningún «shock» de inversiones sino continuar con el ajuste y saqueo de los países «emergentes». El macrismo está obligado, más temprano que tarde, a profundizar el ajuste. Por eso la tendencia será hacia nuevas confrontaciones sociales y a nuevas expresiones de desgaste político del nuevo gobierno y del régimen. En ese marco es previsible que siga el proceso de surgimiento de nuevos dirigentes sindicales combativos y antiburocráticos y el fortalecimiento del Frente de Izquierda como la única alternativa política de los trabajadores y la izquierda. Para todo esto nos preparamos y sumaremos esfuerzos desde Izquierda Socialista. Este es nuestro brindis de fin de año.