Reproducimos articulo de José Castillo, economista y dirigente de Izquierda Socialista (UIT-CI) de Argentina. Fue publicado en junio de 2015 pero mantiene toda su actualidad para explicar el significado de caída del precio del barril del petróleo.
José Castillo (revista Correspondencia Internacional N° 36)
El precio del petróleo se derrumbó desde 107 dólares el barril en junio a menos de 50 a fin de año. Aunque muchos voceros del imperialismo afirman que “tendrá un efecto de reactivación”, en realidad preanuncia nuevos episodios agudos de la crisis económica mundial.
A fines de 2014, la OPEP decidió no recortar su producción de petróleo. Esto significó que dejarían que el valor del barril, que ya venía en baja, seguiría cayendo. El resultado fue inmediato: el derrumbe de los precios del petróleo por debajo de los 50 dólares en pocos días. El Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, que incluye a Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos llevó la voz cantante e impuso la decisión contra la voluntad de Irán y Venezuela, que apostaban a acordar una baja de la producción y así apuntalar el valor del crudo, tendiendo a llevarlo de nuevo a 100 dólares el barril.
Es que Arabia Saudita y sus socios del Golfo Pérsico, tradicionales aliados del imperialismo yanqui, tienen espaldas para esperar un tiempo con precios. Pueden producir petróleo con costos bajísimos -un barril les cuesta menos de 10 dólares-, además de contar con enormes reservas para financiar a sus Estados. Bajos en cambio Venezuela e Irán –dentro de la OPEP- y Rusia por fuera, dependen de sus ingresos petroleros día a día para no caer en bancarrota.
Los motivos de la baja
Inmediatamente se abrieron distintas interpretaciones. Algunos analistas sostienen que el problema es un “exceso de oferta”. Esto se debería a que los Estados Unidos se han transformado en un nuevo gran productor, especialmente a partir del uso intensivo de petróleo extraído por fracking. Se le agregaría una “menor demanda mundial” por la recesión europea, el estancamiento japonés y, por sobre todo, la desaceleración de China, todos grandes consumidores de petróleo. Pero estas lecturas son, al menos, unilaterales: ni la producción ni la demanda mundial de petróleo se han modificado sustancialmente en los últimos tres años (datos BP World Statistical Review, junio 2014). Además, seríamos ingenuos si aceptáramos que el precio de un insumo tan estratégico como el petróleo se define por “el juego de la oferta y la demanda”.
Otras interpretaciones han llegado a decir que se trata de una pelea entre Arabia Saudita y sus socios del Golfo contra las empresas yanquis que extraen petróleo con fracking. Así, como este último sólo es rentable con un precio del crudo muy alto, al bajar su valor los países del Golfo estarían buscando “quebrar” a las firmas yanquis para no tener competencia en el mercado. Este análisis no nos parece correcto. Los avances tecnológicos de la extracción vía fracking ya han bajado el costo de 70 a 57 dólares el barril (The Economist, 14/2014). Por otra parte, no se observa ningún conflicto entre el gobierno yanqui y los países del Golfo como para avalar esta interpretación.
Para nosotros, lo determinante es el acuerdo entre el imperialismo norteamericano y Arabia Saudita. Tiene como objetivo favorecer a los países imperialistas o a sus grandes socios ante una crisis mundial que no cede. Centralmente a aquellos países que son importadores netos de petróleo: empezando por el propio Estados Unidos, y siguiendo por la Unión Europea, Japón y China. Los perjudicados, como siempre, son las semicolonias o países oprimidos por el imperialismo, centralmente los que dependen de las exportaciones de petróleo, como Rusia, Venezuela, Brasil, Irán, México, Argelia, Nigeria o Ecuador. No se trata de nada diferente a la estrategia de siempre para tratar de contrarrestar la crisis capitalista; seguir superexplotando y saqueando a las naciones oprimidas. La baja del precio del crudo está, entonces, dentro del conjunto de medidas con que el imperialismo sigue intentando que la crisis sea pagada por los trabajadores y los pueblos sometidos.
El efecto final: ¿reactivación o nueva agudización de la crisis?
Pero el imperialismo yanqui está inmerso en medio de una enorme crisis, política, económica y militar y, por lo tanto, los resultados están por verse. Los grandes voceros del establishment económico mundial salieron rápidamente a “propagandizar” los beneficios reactivadores que tendría la baja del precio del crudo. Así, los norteamericanos se ahorrarían 1.000 millones de dólares por cada centavo que baja el barril, que se volcarían masivamente al consumo (según Moody´s Analytical, citado por Reuters y EFE, 12/12/14). Pero de hecho, salvo en los Estados Unidos, en ningún otro país se ha dado una baja sustancial del precio de la gasolina.
Y además, contradictoriamente, en los Estados Unidos empiezan a aparecer las consecuencias negativas sobre la enorme industria energética yanqui (que incluye petróleo y gas tradicional, extracción alternativa –fracking-, pero también las proveedoras que dependen de ellas). Así, el Wall Street Journal (11/2/15) titula: “las petroleras de Estados Unidos se ajustan para subsistir con un barril a 50 dólares”, señalando que veinte compañías ya han reducido sus gastos en más de 25.000 millones de dólares. Las empresas de servicios petroleras también sufrirán achicamientos: la gigantesca Halliburton anunció recortes de entre 5000 y 6500 puestos de trabajo (Houston Business Journal, 15/2/15).
Fuera de los Estados Unidos, las consecuencias de la baja del crudo no son menores. British Petroleum anunció que recortará 1.000 millones de dólares de gastos en 2015, con la pérdida de miles de puestos de trabajo. Los efectos sobre Rusia son devastadores: el rublo perdió la mitad de su valor desde mediados de 2014 (la caída más pronunciada desde la crisis de 2008), ya que el petróleo es el 60% del ingreso del país. La devaluación de las monedas es general: también cayeron el naira nigeriano, el ringgit malayo, que sufrió la mayor baja desde la crisis de 2008, el dólar canadiense y el real brasileño (Financial Times 2/12/14).
Con la caída del crudo la inversión global será 316.000 millones menor (sólo entre los miembros de la OPEP). De conjunto, el número de empleos que ya se perdieron en el mundo en total superó los 100.000, al vaciarse la actividad de polos petroleros en Escocia, Australia y Brasil, según Swift Worldwide Resources, una multinacional de reclutamiento de personal (Bloomberg, citado en Ieco 15/2/15). Por lo tanto, quedan muchas dudas que el efecto global de la baja del precio del crudo sea de un “crecimiento” de la economía mundial. El propio FMI prefiere ser cauto y anuncia que el efecto reactivador alcanzará apenas a un 0,5% del PBI a escala mundial. Y aún eso está en duda.
Conclusión: la crisis capitalista mundial continúa
El componente especulativo en el precio del petróleo no es algo nuevo. De hecho, en los últimos 40 años ha habido alzas y bajas violentísimas. Desde la gran suba del crudo de 1979, hubo diez caídas bruscas de más del 30%. Que después fueron seguidas por incrementos impresionantes. Pensemos, sólo por dar un ejemplo reciente, que el barril estaba a 9 dólares en 1998, llegó a 145 dólares en 2008, y ahora se derrumbó hasta 45.
Pero el marco es que estamos en medio de una economía mundial envuelta en una crisis crónica, donde el imperialismo intenta una y otra vez tratar de salir de ella por medio de planes de ajustes, unidos a salvatajes de bancos y transnacionales. Pero estos políticas de hambre y miseria generan, como contrapartida, más luchas obreras y populares, no logran imponerse y terminan fracasando por la resistencia de los trabajadores. Por eso se intenta, “buscando atajos”, generar mayores ganancias especulativas de corto plazo –bien, como hoy, con la baja del precio del petróleo, o como sucedió otras veces, y no está descartado que vuelva a pasar en el futuro, con subas astronómicas-. El petróleo, entonces, por más estratégico que sea como insumo, no es “la causa” de las alteraciones de la economía mundial. Sí es una manifestación, que echa más leña al fuego, de cómo el imperialismo busca descargar los efectos de la crisis sobre las espaldas de los pueblos. Que lo logre o no dependerá de los capítulos presentes y futuros de las luchas de la clase trabajadora.