El próximo 8 de noviembre se elige presidente en Estados Unidos. No hay antecedentes históricos de que los dos candidatos del bipartidismo republicano y demócrata sean tan impopulares a pocas semanas de las elecciones. El descreimiento abarca al conjunto del sistema político, e incluso se popularizan ideas socialistas.
Por Miguel Lamas
Este descreimiento, así como el ascenso de figuras «raras» con un lenguaje «antisistema», como Trump por derecha o Sanders por izquierda (aunque este último esté fuera de carrera, ya que Clinton ganó en el Partido Demócrata), están mostrando una profunda crisis del sistema político bipartidista de los ricos en Norteamérica.
Según dos encuestas realizadas en agosto por Washington Post y ABC News, cuando se les pregunta a los estadounidenses qué piensan de la elección Clinton contra Trump, el 68% se muestran insatisfechos. Una reciente encuesta realizada por canal ABC y The Washington Post reveló que el 57% de la población de Estados Unidos (EEUU) no votarían ni por el republicano Donald Trump, ni por la demócrata Hillary Clinton.
«Lo que ya está claro, sin embargo, es que la clase política de Estados Unidos sólo está empezando a comprender la profundidad del estado de ánimo anti-sistema que se está apoderando de los EEUU. Casi ocho años después de la crisis financiera, este estado de ánimo parece estar creciendo en fuerza, no debilitándose» (Financial Times, 9/2/2016). ¡Esto no lo dice un izquierdista, sino una publicación neoliberal!
Crisis económica, Obama y la lucha de clases
Desde el 2008 la crisis económica capitalista pegó de lleno en Estados Unidos, que ya afrontaba una crisis militar y política, por el descalabro en la guerra de Irak. La deslocalización de la industria norteamericana a China, India, Paquistán, Indonesia, Vietnam y otros países orientales, que ya viene desde hace varias décadas, es una de las causas de fondo de la crisis social. Mientras millones de obreros norteamericanos perdían sus empleos, en los que ganaban 2.000 o 3000 dólares al mes, los patrones multinacionales contrataron a millones de asiáticos por salarios de 100 dólares. Los pueblos y ciudades industriales quedaron en gran medida desmantelados, algunos como pueblos fantasmas.
Ese año y en ese contexto de crisis económica, social y política fue electo Barack Obama, con apoyo de las grandes multinacionales y bancos, y despertando grandes ilusiones en la mayoría del pueblo. El primer presidente «negro» y que prometía retirar tropas de Irak y recuperar la economía.
Las tropas de Irak las retiró, aunque dejó un contingente, pero mantuvo la invasión a Afganistán. Y su forma de «recuperación» económica fue continuar la política que ya había iniciado Bush, los «rescates financieros», que consistía en salvar a los bancos dándoles 5 billones de dólares, descargando los efectos de la crisis sobre el resto del mundo y sobre el pueblo norteamericano. Mientras arreciaban despidos, recortes a presupuestos sociales y gente que perdía sus viviendas. Esto provocó indignación popular, cristalizada en el movimiento Occupy Wall Street que denunció que la política oficial sólo beneficiaba al 1% en perjuicio del 99%. En el 2011 fueron las protestas contra recortes en educación en Wisconsin y otros estados. En el 2012 la huelga de maestros en Chicago. En el 2010 nació el movimiento Dreamer, de jóvenes indocumentados de origen latino y asiático. Y frente a la escalada de violencia y crímenes policiales racistas contra la población afroamericana, pese al presidente negro, nació en 2013 el movimiento Black Lives Matter (las vidas de los negros importan). Desde el 2012 están creciendo las huelgas en los McDonald’s exigiendo un aumento del salario mínimo. En abril de este año los trabajadores que cobran bajos salarios realizaron la mayor acción, con una huelga en 300 ciudades por un salario mínimo de quince dólares la hora. La huelga ha reunido a trabajadores de comida rápida y cuidado de niños, profesores asistentes, trabajadores de la salud y muchos más. Se lograron triunfos en California y Nueva York, que se han convertido en los primeros estados en adoptar leyes que establezcan un salario mínimo de 15 dólares la hora, aunque en forma gradual.
Estas luchas impulsaron un cambio en la consciencia popular, el desprestigio y odio a los banqueros y ricos, la idea de que ellos dominan el sistema político. Y la aparición de la idea de «socialismo» de manera popularizada. Encuestas realizadas en el mes de junio de este año por la Gallup, antes de que se definieran las internas Demócratas (en las que competía Sanders, autodenominado «socialista democrático»), muestran que el 34% de los encuestados mayores de 65 años dijeron que estarían dispuestos a votar a un socialista. El número entre los encuestados menores de 30 años era casi el doble, 69%. Y el promedio nacional dio un insólito 47% dispuesto a votar por un «socialista». Esto en el país en el cual, hasta hace pocos años, el «socialismo», incluso en una versión totalmente reformista como la socialdemocracia europea, era algo totalmente ajeno y mal visto por el 99% de la población que creía ciegamente en el capitalismo.
Hillary, candidata de los ricos
A contramano de estos sentimientos populares, Hillary Clinton se muestra como candidata de los ricos. Con sus décadas como dirigente del Partido Demócrata, senadora, secretaria de Estado, y con sus antecedentes en demoler la ayuda social, aprobar leyes penales draconianas y apoyar las guerras imperialistas, Hillary Clinton es sin duda una candidata del status quo capitalista en los Estados Unidos.
El principal diario yanqui, New York Times, comenta que «sólo en las últimas dos semanas de agosto, la ex secretaria de Estado recaudó unos 50 millones de dólares en 22 eventos en algunos de los lugares más exclusivos del país, como The Hamptons, Martha’s Vineyard, Beverly Hills y Silicon Valley».
Según el diario neoyorquino»en total, Clinton recaudó 143 millones de dólares en agosto, lo que representa su mejor mes en términos financieros desde que lanzó formalmente su candidatura a la Casa Blanca el año pasado».
«Es una tonada conocida, uno va a donde está el dinero», explicó Jay Jacobs, dirigente demócrata de primer nivel de Nueva York al diario de esa ciudad, en un intento por justificar la decisión de la candidata de concentrarse en estos exclusivos eventos en vez de encabezar más actos alrededor del país o de ofrecer conferencias de prensa, algo que reclaman los medios desde hace meses.
«A lo largo de las primarias, que ocuparon la primera mitad del año, el candidato ‘socialista’ en la interna demócrata, Sanders, la acusó de ser la candidata de los grandes banqueros de Wall Street y de recibir millones de dólares en aportes electorales de grandes empresas» (New York Times, citado por Telam, 4/9/2016).
Evidentemente Sanders estaba en lo cierto. Y es lo que sucede «normalmente» en la política norteamericana: la primera y más importante votación es la del gran capital, que con sus millones «orienta» a los votantes y termina decidiendo la elección. Los candidatos a cualquier cargo siempre empiezan por recaudar fondos logrando el apoyo de los banqueros y multimillonarios sin los cuales no podrían triunfar. Una vez electos le deben favores a la clase rica, y en particular a quienes los financiaron.
Hillary entonces está haciendo lo que hacen casi todos los candidatos en el sistema norteamericano, pero esta vez hay millones de personas de la clase trabajadora y de las minorías latinas, negras, y pobres en general que han comenzado a descreer de la publicidad y de los candidatos, que perciben como de los ricos. Si parte de esa gente aun puede votar por Clinton, es para que no gane Trump.
El multimillonario Donald Trump
Es presidente de la Trump Organization y fundador de la empresa de hotel y juegos de azar Trump Entertainment Resorts. Además, es una celebridad televisiva. Fue el presentador del reality show The Apprentice de la NBC entre 2004 y 2015.
La propaganda de Trump fue «contra el sistema», diciendo que él no dependía de los banqueros y multinacionales de Wall Street para su campaña. Dwenuncia que las condiciones de vida y las perspectivas económicas han disminuido para todas las personas, salvo para una minoría en la cumbre de la escala de ingresos, y culpa de la grave situación social a los inmigrantes, a los musulmanes, y señala a los tratados de libre comercio como causa de la ruina de la industria norteamericana. Ese discurso simplista, racista y, a la vez, de denuncia a Wall Street, atrajo a los sectores políticamente más atrasados de la clase media baja arruinada, y a sectores de la clase obrera blanca, y barrió a sus 17 competidores en la interna del Partido Republicano. Ahora, siendo muy impopular en las minorías raciales y sectores más conscientes de los trabajadores, gana «votos castigo» contra Hillary Clinton. Pero un sector de los propios republicanos apoya a Clinton.
Se agudiza la crisis política
Aunque las mayores posibilidades de triunfo se le adjudican a Clinton, no se descarta que pueda ganar Trump. Pero está claro que los dos tienen una base frágil, y gran parte de los votantes solo los eligen contra su oponente.
Esta situación sumada a la crisis social, el desarrollo de importantes luchas sindicales y de las minorías raciales, y a la crisis mundial económica y de la política imperialista que continua, auguran que el futuro gobierno puede ser uno de los más débiles en las últimas décadas, que va a entusiasmar a muy pocos y difícilmente pueda detener el descontento y las luchas crecientes en Estados Unidos. Y menos aún estabilizar la situación mundial sobre la base de la intervención imperialista, como lo hicieron en el pasado.
Esta situación abre un espacio para la construcción de un movimiento socialista independiente con base en los trabajadores que luchan, minorías raciales y estudiantes, con parte de la enorme base que tuvo Sanders, aunque ya no para estas elecciones. También, posibilita el desarrollo de sindicatos y corrientes sindicales independientes y de lucha que rompan su tradicional sumisión al Partido Demócrata.
Otros partidos y la izquierda
Aunque 57% de los electores dicen en las encuestas que no quieren a ninguno de los candidatos principales, probablemente terminen votando por uno de ellos contra el otro, o simplemente absteniéndose (generalmente se abstiene un 50% en elecciones presidenciales, ya que el voto no es obligatorio).
El Partido Libertario, de ultraderecha, y el Partido Verde, ecologista, son los dos que pueden sacar pequeños porcentajes significativos aprovechando el masivo descontento. El Verde lleva una mujer como candidata presidencial, Jill Stein. Su candidatura tiene apoyo de algunos grupos de izquierda.
También hay candidatos de izquierda, que son totalmente desconocidos para el 99% de la población y no pueden financiarse una publicidad más allá de sus círculos de influencia directa.
La organización más grande de la izquierda sigue siendo la Organización Socialista Internacional (ISO, por sus siglas en ingles). Desafortunadamente no son internacionalistas, son reformistas que no plantean una clara posición anticapitalista. La ISO promueve la candidatura del Partido Verde.
El Partido Socialismo y Libertad (FSP, por sus siglas en inglés) mira más allá de las elecciones y hace un llamado a la unidad de la izquierda y los movimientos sociales. Denuncian a Clinton y a Trump, pero también dicen que el Partido Verde no es alternativa para los trabajadores. El FSP llama a la movilización popular gane quien gane (demócratas o republicanos) para enfrentar la crisis y el imperialismo.
Alternativa Socialista (SA, por sus siglas en ingles), apoyó a Sanders en la interna Demócrata. Lograron una concejal en Seattle en las elecciones de hace dos años, Kshama Sawant, nacida en la India, con la campaña de 15 dólares de salario mínimo. Derrotado Sanders, apoyan al Partido Verde.
Mundo Obrero (WW, por sus siglas en inglés), castro-chavista, lleva a dos candidatos afro-americanos a la presidencia y la vice-presidencia respectivamente.
El Partido de la Liberación y el Socialismo (PSL, por sus siglas en inglés), castro-chavista, pro-Assad, lleva a Gloria La Riva como candidata a la presidencia. Es una militante de izquierda de larga data. Este partido es una escisión de Mundo Obrero.
El Partido Socialista por la Igualdad (SEP, por sus siglas en ingles), trotskista y muy sectario, lleva como candidatos a Jerry White para presidente y Niles Niemuth para vicepresidente, con un programa socialista.
Acción Socialista (SA, por sus siglas en ingles), trotskista y muy pequeño, tiene como candidatos a Jeff Mackler y Karen Schraufnagel.
El Partido Socialista de los Trabajadores (SWP, por sus siglas en inglés) es una organización que por muchas décadas contribuyó a propagar las ideas socialistas encarnadas en el trotskismo en los EE UU. Desde hace años se ha transformado en una secta pro-castrista. Siempre presenta candidatos independientes. En esta elección para presidente propone a Kennedy Alyson, y a Osborne Hart para vicepresidente. Lamentablemente la izquierda que se reclama independiente no intentó unirse en una sola fórmula.