Por: Miguel Lamas
Después de los bombardeos de Estados Unidos a Siria y Afganistán, y las amenazas recíprocas con Corea del Norte, muchos comentaristas han indicado que estamos ante la inminencia de la Tercera Guerra Mundial y el Papa Francisco habló, en entrevista de jueves santo, de «una terrible guerra mundial». Señalando que el crecimiento de la violencia «en el peor de los casos puede llevar a la muerte, física y espiritual de muchos y hasta de todos».
Estados Unidos y Rusia acumulan entre ambos unos 15.000 explosivos atómicos de todo tipo, suficientes varias veces para extinguir a los habitantes del planeta. Esto sólo, manejado hoy por Trump y Putin, es un peligro terrible para la humanidad. Desde ya todo movimiento progresivo debe exigir el desarme nuclear de las potencias mundiales.
Pero estas declaraciones terroríficas que agitan día a día los medios ligados a Moscú como la agencia rusa Sputnik, más que revelar un peligro real de guerra mundial con armas atómicas, confunden totalmente sobre los responsables reales y las guerras reales, como la guerra contrarrevolucionaria contra el pueblo sirio. En primer lugar, el peligro principal es el imperialismo yanqui y sus guerras de agresión contra los pueblos. Pero también del rol siniestro de Rusia apoyando directamente el genocidio de la dictadura siria.
En segundo lugar, nada indica que se vaya a desatar un choque militar entre Estados Unidos y Rusia en Siria. Según lo apunta el diario madrileño El País «La circunstancia de que Moscú no protegiera la base de Shayrat ante los Tomahawk norteamericanos indica que el presidente Vladímir Putin no está dispuesto a enfrentarse militarmente con EEUU por Siria ni a utilizar sus baterías de misiles S-300 y S-400 contra los norteamericanos» (El País, 9 abril 2017). Además los yanquis le avisaron antes a los rusos de su ataque, en cumplimiento del «pacto de coordinación aérea» que Estados Unidos firmó con Rusia hace ya varios años para evitar hacerse daño entre ambos y, en los hechos, garantizar que solo se ataque a los combatientes rebeldes y a la población siria. Ese «pacto» les permitió a Putin apoyar a Al Assad bombardeando sistemáticamente, por ejemplo, a Alepo, hasta reducirla a escombros, matando a miles de personas, ante la mirada impasible de Estados Unidos y la Unión Europea.
En las últimas semanas hubo fuerte tensión sobre Corea del Norte. El jefe del imperialismo Trump movilizó a la armada yanqui a posiciones cercanas y de forma amenazante para el país asiático, exigiendo que suspenda su programa de armas nucleares. El dictador norcoreano Kim Jong-Un hasta amenazó con exterminar a toda la población de Estados Unidos como represalia si sufrían algún ataque. China es el gran aliado de Corea del Norte. Trump amenazó con que «si China no va a resolver lo de Corea del Norte, lo haremos nosotros» y luego de reunirse dos días con el mandatario chino, Xi Jinping, en Florida, Trump dijo que hubo «buena química» (Clarín, 14 de Abril).
Luego de la reunión, una publicación del gobernante Partido Comunista Chino insistió en la recomendación a Kim Jong-Un de «suspender las actividades nucleares». Tras esto, el imperialismo definió que su línea de acción sería una mayor presión contra este país pero sin recurrir, de momento, a medidas militares.
En resumen, hay un acuerdo contrarrevolucionario, más allá de algunas contradicciones y forcejeos, entre Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea y otras potencias imperialistas y capitalistas. Por otro lado Estados Unidos tiene una aplastante superioridad militar. No están a punto de enfrentarse entre ellos en una guerra mundial. Sino que están en acuerdos para desarmar y reprimir los levantamientos de los pueblos, como ocurre en Siria o Afganistán.