Por: UIT-CI
En Venezuela desde hace más de 40 días hay una rebelión popular en curso. Miles de jóvenes, trabajadores y habitantes de distintas comunidades se vienen movilizando en todo el país contra el gobierno hambreador, corrupto y represivo de Nicolás Maduro.
A las protestas se vienen sumando cada vez con más fuerza sectores populares de barrios tradicionalmente chavistas.
Además de las marchas masivas que se han producido en Caracas y otras ciudades y pueblos, se producen cacerolazos y saqueos en barrios obreros y populares como El Valle, 5 de Julio en Petare y Baruta en Caracas; todo el sur de la ciudad de Valencia en el centro del país estuvo más de una semana insurreccionado; en los estados fronterizos con Colombia, Táchira y Mérida, se han producido en los últimos días verdaderas pobladas en las ciudades de San Cristóbal, y en poblaciones campesinas como Santa Cruz de Mora.
Maduro dice que lo que existe en Venezuela «son planes golpistas pinochetistas» para derribar a su gobierno y todo lo que ocurre está organizado por «bandas fascistas» pagadas por «el imperio». Llegó al punto de decir que los «chavistas serían los judíos del Siglo XXI» (por el Holocausto nazi). Nada tan fuera de la realidad. Hay sectores de la izquierda mundial que creen en esta mentira, confundidos por el antecedente del intento de golpe proimperialista a Chávez del 2002. La situación es otra. La gente ha salido a la calle por el hambre y el desabastecimiento y la oposición política reclama elecciones libres que Maduro se niega a otorgar. Quien actúa en forma totalitaria es Maduro. Quien usa a las fuerzas de seguridad y el Ejército para reprimir al pueblo es Maduro. Es su gobierno el que ha militarizado el estado de Táchira por la rebelión y el desborde popular. Es su gobierno, apoyado en las Fuerzas Armadas, el que ha enviado a los manifestantes detenidos a tribunales militares. Es su represión la que ya lleva cerca de 40 muertos y centenares de heridos.
Los que están en la calle protestando no son «bandas fascistas» sino un pueblo y una juventud desesperada por el hambre, el desabastecimiento, la represión y la pérdida de las expectativas en los gobernantes que se decían ser «del pueblo».
El pueblo trabajador venezolano se hunde en la más profunda crisis económica de su historia. Mientras que el gobierno de Maduro y el PSUV se presentan ante el mundo como «socialista», aplica un ajuste para pagar puntualmente la deuda externa. Para pagar en los últimos tres años 70 mil millones de dólares recortó un tercio las importaciones lo que ha generado la gran escasez. La inflación llegó al 600% en el 2016. El salario mínimo se redujo a 30 dólares mensuales.
Estas protestas, que se generalizan en todo el país, son expresión del profundo descontento y el repudio a Nicolás Maduro. Su gobierno no es de izquierda. Es un gobierno cívico-militar de un falso socialismo que mata de hambre al pueblo, incapaz de garantizar los productos básicos de la dieta del venezolano. Que paga la deuda y entrega millones de dólares a grupos empresariales y que entregó el petróleo a las transnacionales a través de empresas mixtas, y se apresta a entregar las riquezas mineras del llamado Arco Minero del Orinoco en el sureste del país. El colmo de su falso antiimperialismo es que se supo que el gobierno de Maduro aportó 500 mil dólares al acto de asunción de Trump vía una «donación» de la empresa Citgo, que es la representante de PDVSA en los EE.UU. La izquierda mundial no puede ignorar todos estos hechos.
En ese marco, y presionado por la ola de manifestaciones, el gobierno convoca a una Asamblea Constituyente antidemocrática y fraudulenta, sin elecciones libres. La mitad de los 500 miembros sería elegidos por organizaciones «comunales» o sociales controlados burocráticamente por el PSUV. Y la otra mitad en «elecciones territoriales» que nadie sabe que significan. Una Constituyente a su medida para perpetuarse en el poder y seguir avanzando en la instrumentación de medidas que restringen las libertades democráticas y seguir ajustando.
Por todo ello, desde la izquierda revolucionaria, apoyamos la rebelión popular que reclama que se vaya Maduro. No apoyamos a la vieja oposición patronal de derecha y proimperialista agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que trata de capitalizar el genuino descontento popular. La MUD no llama a derrotar el ajuste, ni cuestiona los pagos de la deuda. Por el contrario, buscan el poder para profundizar el «paquete. Debido a ello, las marchas van más allá de sus convocatorias, y las mismas son, cada vez más, protagonizadas por habitantes de los barrios populares, tradicionalmente afectos al chavismo. Por eso, junto a la movilización es necesario seguir impulsando la formación de un polo político alternativo de la izquierda y el pueblo trabajador que sea independiente del PSUV y de la MUD. En ese sentido se están dando pasos positivos con el reagrupamiento de la «Plataforma del Pueblo en Lucha y el chavismo crítico» que agrupa tanto a sectores de la izquierda chavista como no chavista, como el Partido Socialismo y Libertad (PSL).
Maduro se tiene que ir con la movilización obrera y popular y como lo plantea en Venezuela nuestro partido hermano, el Partido Socialismo y Libertad (PSL), decimos que sólo un gobierno de los trabajadores y de las organizaciones populares que aplique un plan económico de emergencia al servicio de los trabajadores y el pueblo será una salida. Un gobierno que aplique medidas como la suspensión de los pagos de la deuda, entre otras, y que destine esos recursos para realizar urgentes importaciones de alimentos y medicinas para atender a la grave crisis social.
En ese camino llamamos expresar la solidaridad internacional con la lucha del pueblo venezolano para terminar con la represión y este desastre económico y social.
¡Basta de hambre y represión en Venezuela!
¡No a los tribunales militares!
¡No a la Constituyente fraudulenta!
¡Fuera Maduro!
UNIDAD INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES-CUARTA INTERNACIONAL (UIT-CI)
18 de mayo de 2017