Por: Simón Rodríguez Porras
Este mes de junio se cumplen cincuenta años de la criminal guerra emprendida por Israel. Desde entonces se mantiene la ocupación militar de Cisjordania y los Altos del Golán. Las heridas de este monstruoso crimen del imperialismo y el sionismo continúan abiertas, pero el pueblo palestino sigue en pie de lucha contra el colonialismo sionista.
Desde 1963, Israel planificaba la ocupación militar de Cisjordania. Bajo el nombre de «Plan Shaham», se venían delineando las orientaciones generales para un régimen de ocupación militar que se llevaría a cabo luego de la «guerra relámpago» ejecutada en junio de 1967, la Guerra de los Seis Días. Asesinando y expulsando de sus hogares a miles de palestinos e infligiendo duras pérdidas a las tropas egipcias y jordanas, los sionistas lograron expandir su control territorial. Como ha sido su tradición, Israel revistió su agresión con un discurso «defensivo» y de «guerra preventiva».
El sionismo es el movimiento colonialista cuya doctrina justifica la creación de un Estado definido racial y religiosamente como «judío» en Palestina. Luego de la creación de Israel en 1948, sectores del sionismo tuvieron como meta la ocupación del territorio comprendido entre el mar Mediterráneo al oeste, el Río Eufrates en Irak al oeste, el delta del Nilo al sur y las alturas del Golán al norte. Es el llamado «Gran Israel», objetivo que alimenta la fantasía colonial sionista y al servicio del cual se vienen aplicando desde hace más de 70 años políticas genocidas y de limpieza étnica como la destrucción de aldeas enteras, el despojo de millones de palestinos de sus tierras y hogares, así como su confinamiento en campamentos de refugiados desperdigados por Palestina y países vecinos. En la resistencia contra el colonialismo surgió en los años 60 la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Bajo la conducción de Yasser Arafat, la OLP levantaría la consigna «Por una Palestina laica, democrática y no racista», resumiendo una salida que brindaba una solución justa en un Estado único con igualdad de derechos para todos: judíos, musulmanes, cristianos y ateos de todos los grupos étnicos presentes en el territorio de Palestina.
Fascistas como Moshe Dayan dirigieron la agresión iniciada el 5 de junio de 1967. Como relató Mercedes Petit, «unos doscientos aviones israelíes en vuelo rasante lograron sobrepasar sin ser vistos los radares egipcios. Con un bombardeo letal a los aeródromos militares, destruyeron casi todos los aviones de combate egipcios (319 de 340). Sus fuerzas terrestres rápidamente ocuparon la Península del Sinaí. En sólo 6 días, se apoderaron de Gaza (también egipcia) y le quitaron a Jordania la ribera occidental del río Jordán, Cisjordania (incluyendo Jerusalén oriental, donde se ubican los lugares sagrados árabes y el Muro de los Lamentos). También le arrebataron a Siria las alturas del Golán. La expansión del sionismo logró 45.000 kilómetros más (casi el doble de lo que tenía), con petróleo y agua. Medio millón de palestinos fueron obligados a emigrar […] Los imperialistas quedaron muy contentos por el golpe propinado a los regímenes nacionalistas de Egipto y Siria. Los árabes tuvieron pérdidas muy altas en territorios, y con un total de 50.000 heridos (casi todos árabes) y 11.000 prisioneros. Egipto perdió 11.000 hombres; Jordania, 6.000; Siria, 1.000. Israel tuvo solo 700 muertos» (A cuarenta años de la Guerra de los Seis Días, El Socialista 69, 6 de junio de 2007).
Con los años, Israel pactó su retirada de la Península del Sinaí con el presidente egipcio Anwar El Sadat, quien traicionó la causa palestina y reconoció al Estado de Israel. En cambio el sionismo mantuvo la ocupación del resto de los territorios ganados a sangre y fuego en 1967, cercando a Cisjordania desde 1992 con un criminal muro.
El colonialismo sionista es un régimen de agresión permanente. Luego de la guerra de 1967 Israel libró nuevas guerras contra los pueblos árabes como la del Yom Kipur en 1973, la agresión contra El Líbano y su ocupación desde 1982 hasta la derrota sionista en 2006, o los ataques a Gaza en 2008-2009, 2012 y 2014. Actualmente 2 millones de refugiados palestinos viven en Jordania 1,3 millones en Gaza, 900 mil en Cisjordania, 500 mil en El Líbano y un número similar vivía en Siria antes de la guerra civil.
Las capitulaciones de la dirigencia de la OLP selladas en 1991 en Madrid, en 1993 en Oslo y en 2000 en Camp David, en las que se reconoció al Estado colonial israelí y se abandonó la defensa del derecho al retorno de los refugiados palestinos a cambio de la creación de la Autoridad Nacional Palestina, tampoco salvaron a Arafat de pasar sus últimos años sitiado por las tropas fascistas de Israel en la Mukata, sede de gobierno palestino en la ciudad cisjordana de Ramalá, e incluso morir envenenado con una sustancia radioactiva, polonio, por los servicios de inteligencia israelíes. El desprestigio de su partido, Fatah, fue aprovechado por los islamistas de Hamas para ganar posiciones. Sin embargo, en años recientes Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, ha ido aceptando en documentos oficiales las fronteras previas a 1967 para un estado palestino, cediendo a la fórmula de dos estados, que es la consigna empleada por Israel para dar cobertura a su agenda de imponer un estado único de apartheid que garantiza supremacía a los colonos europeos judíos en todo el territorio palestino. La única salida justa y viable es la de un solo Estado laico, democrático y no racista en todo el territorio palestino. Pese a las traiciones de las direcciones políticas y los gobiernos árabes, el pueblo palestino sigue luchando heroicamente por su liberación e inspirando la solidaridad de los pueblos del mundo.
Gaza y Cisjordania, cárceles a cielo abierto
El historiador judío Ilan Pappé explica que los sionistas aplicaron en los territorios ocupados luego de la guerra de 1967 normativas coloniales calcadas del régimen británico previo a la fundación de Israel. Normas que los propios sionistas habían calificado como de tipo «nazi». Entre las humillantes normas aplicadas a la población palestina, la norma 110 «permitía a los gobernadores detener y llevar a comisaría a cualquier ciudadano palestino que el gobernador considerara molesto» mientras que la 111 «permitía un arresto administrativo que como tal podía prolongarse durante un período ilimitado sin necesidad de dar explicación alguna o ni siquiera juicio. Claro que cuando lo había tampoco les servía de mucho pues los jueces eran todos militares y no disponían de formación legal» (Paz, partición y paridad, El País, 27 de abril de 2012). Aunque los sionistas se retiraron de la Franja de Gaza en 2005, mantienen desde entonces al territorio sitiado por tierra y mar. En Cisjordania el sionismo expande cada día más sus enclaves: actualmente 600 mil colonos israelíes ocupan tierras palestinas, resguardados por el régimen de ocupación militar de 1967.
El «proceso de paz»
Un «proceso de paz» sin fin, bajo cuyo amparo Israel puede en los hechos continuar ocupando todo el territorio palestino, fue una apuesta estratégica del sionismo, de acuerdo al historiador Ilan Pappé, quien se apoya en evidencia documental como las minutas oficiales del gobierno de Israel de 1967. Mientras que el imperialismo y los gobernantes israelíes pretenden presentar el «proceso de paz» como un conjunto de negociaciones conducentes a la coexistencia pacífica entre un Estado judío y un Estado palestino, en los hechos se trata de la cobertura política para la continuación del régimen colonial y una política de «hechos consumados» mediante la cual se consolida la ocupación «provisional» de Cisjordania, Jerusalén y los Altos del Golán desde hace cincuenta años. La reciente visita del presidente yanqui Donald Trump a Israel ha envalentonado al sionismo. Pero el triunfo en mayo de la huelga de hambre de los presos políticos palestinos, acompañada de huelgas generales y grandes movilizaciones, demuestra que la causa palestina está más viva que nunca. «Los palestinos siguen rechazando la idea básica de la existencia de un Estado judío», reconoció recientemente la vicecanciller israelí Tzipi Hotovely (El País, 1 de junio de 2017). Ese es el fracaso fundamental del sionismo y la base de su futura derrota.