Por: Malena Zetnik
La revista Times eligió como personaje del año 2017 al movimiento #YoTambién (#MeToo) conformado por actrices de Hollywood y que sacó a la luz la violencia sexual generalizada que viven las mujeres. No se trata de una moda. El problema trasciende las fronteras y los espacios sociales de las mujeres.
El 21 de enero de 2017 fueron miles de mujeres las que salieron a las calles de Washington y de cientos de ciudades en el mundo en repudio de la asunción del presidente norteamericano Donald Trump por capitalista, misógino y racista. Y no fue una casualidad. Desde el #NiUnaMenos de Argentina de 2015, el movimiento de mujeres del mundo viene cobrando fuerzas para rechazar la violencia patriarcal que se expresa no solo con golpes en el ámbito de la pareja, sino que se reproduce en el conjunto de las instituciones sociales y es un pilar fundamental de la explotación capitalista. Por ello, el primer Paro Internacional de Mujeres fue acompañado por un progresivo llamamiento de reconocidas feministas norteamericanas para desarrollar un «feminismo del 99 por ciento», es decir, de todas las mujeres no explotadoras, que impactó en amplios sectores.
Entre ellos, un conjunto de actrices de Hollywood hicieron pública una valiente campaña que con el lema #YoTambién, denunciaban la violencia sexual perpetrada por diferentes referentes de la industria del espectáculo. Ashley Judd fue la primera actriz en señalar públicamente al productor de Hollywood Harvey Weinstein por haber abusado de ella (manoseo, acoso y/u hostigamiento con fin sexual) en 1997. Y luego las denuncias brotaron como agua no solo contra este productor, sino también contra actores como Kevin Spacey, Ben Affleck y Dustin Hoffman, entre otros. Y volvieron a resignificarse los casos ya conocidos de los cineastas Woody Allen y Roman Polansky, reconocidos pedófilos.
De Hollywood a la Argentina: «Romper el silencio» y #YoTeCreo
Pero este proceso en el que las mujeres comenzaron a animarse a denunciar públicamente las situaciones vividas con vergüenza, culpa y miedo durante mucho tiempo, no es exclusivo de Hollywood. En Estados Unidos ha llegado al Capitolio con la denuncia de congresistas. Y en nuestro país ya llevan varias denuncias en el ámbito de la música donde referentes de bandas como «El otro yo», «Salta la banca», «La ola que quería ser chau», «Los wachiturros», «Grupo green» y sigue la lista, han sido acusados por distintos tipos de violencia sexual, desde abusos hasta violaciones, por muchas de sus fans. Y en la televisión, recientemente una periodista se animó a denunciar a Ari Paluch por un manoseo que develó un historial de violencia sexual y misoginia del reconocido periodista.
Ante la magnitud de casos denunciados muchos se preguntan si los violadores y/o abusadores son personas enfermas o, incluso, si las mujeres mienten. Lamentablemente debemos señalar que los casos que comenzaron a conocerse públicamente son apenas la punta del iceberg de la cultura de la violación en la que vivimos. Lejos de los mitos que señalan que las violaciones son solo hechos aislados cometidos por personas con trastornos mentales, la sistematicidad de estos casos de violencia sexual junto con las demás modalidades de violencia de género muestran cómo, en las sociedades patriarcales, la violencia sexual es una práctica naturalizada y legitimada en la que se suele hacer responsable a la víctima si denuncia la situación para castigar a las que se animan a hablar y mantener el statu quo: «ella lo provocó», «en el fondo ella quería», «si fue a su casa, seguro quería tener relaciones sexuales», «usa su cuerpo para escalar», etcétera. Por eso es muy importante el acompañamiento de las mujeres que se animan a «romper el silencio». Para comenzar a reparar el daño de la violencia, «yo te creo» es el primer paso en el camino para que las mujeres no se sientan solas y logremos la justicia necesaria para terminar con la violencia patriarcal.