Por: Miguel Lamas*
Desde los últimos días del año 2017 estallaron movilizaciones populares de protesta contra el régimen en Irán. Estas movilizaciones, en todas las principales ciudades del país, se mantienen y crecen en número y combatividad, pese a la represión que, según la propia información oficial, ya causó 21 muertos y más de 1000 detenidos. El régimen suprimió varias redes sociales para evitar el «contagio», pero no logró frenar las protestas que plantean abiertamente su lucha contra la dictadura teocrática.
Según videos difundidos por los medios iraníes y las redes sociales, los manifestantes han atacado e incendiado edificios públicos, centros religiosos y bancos o sedes del Bassidj (milicia islámica del régimen) y vehículos policiales.
«Lo que hace que los iraníes salgan a la calle son los problemas económicos cotidianos, la frustración ante la falta de empleo, la incertidumbre sobre el futuro de sus hijos», explica a la AFP Esfandyar Batmanghelidj, fundador del Europe-Iran Business Forum.
Según este experto, las protestas surgieron por las medidas de austeridad adoptadas por el presidente Hasan Rohani desde su llegada al poder en 2013, como las reducciones en los presupuestos sociales o el alza de los precios de los carburantes anunciados hace unas semanas.
El motivo que desató las manifestaciones, hace cuatro días, es la protesta contra los aumentos de precios de productos básicos de consumo, fundamentalmente alimentos y nafta, el desempleo (oficialmente del 12,9% y 29% en los menores de 25 años) y la enorme desigualdad social y corrupción. Rápidamente las consignas en la calle se dirigieron contra el gobierno. «¡Muerte al dictador!», «¡Muerte a Rohani!» e incluso denuncias contra el apoyo económico y militar a la dictadura siria. Se difundieron informaciones de salarios de altos funcionarios de hasta 30.000 dólares mensuales.
A diferencia de las protestas democráticas del 2009, estas no tienen el centro en la clase media urbana de Teherán, sino en barrios y ciudades de la población más pobre y trabajadora que las protagoniza.
En las últimas semanas, la agencia ILNA, vinculada a los sindicatos, informó principalmente de protestas de trabajadores petroleros por retrasos de los pagos, así como de metalúrgicos fabricantes de tractores en Tabriz contra el cierre de su fábrica. En los últimos meses hubo una serie de huelgas en fábricas de azúcar, textiles y otras, que fueron reprimidas. En Irán es ilegal organizar sindicatos independientes y organizar una huelga es penado con años de cárcel. Hay decenas de dirigentes sindicales presos.
La ira fue en aumento con el derrumbe de empresas de crédito que afectó a millones de pequeños ahorristas. Estas empresas se multiplicaron bajo la presidencia de Mahmud Ahmadineyad y se desplomaron cuando explotó la burbuja inmobiliaria.
Dictadura teocrática
En el sexto día de violentas protestas, el líder supremo iraní, el ayatola Alí Jamenei, culpó a los «enemigos de Irán» de estar detrás de las manifestaciones que han causado al menos 21 muertos y más de mil detenidos, así como de querer perjudicar al país, en su primera reacción ante la ola de manifestaciones.
Irán funciona con un gobierno electo y con un «líder supremo» de la teocracia islámica, no electo, que tiene amplios poderes para vetar leyes y el comando militar y también vetar candidatos a las elecciones.
El régimen mantiene una retórica discursiva «antioccidental» y contra Israel, e Irán fue sometido a sanciones económicas desde hace años por el imperialismo. Sin embargo colaboró con Estados Unidos en estabilizar Irak, después de la retirada militar yanqui, y el acuerdo «antinuclear» logrado con Obama en el 2015 facilitó la inversión extranjera y exportar petróleo. Irán apoya a la dictadura de Siria y es en los hechos parte del frente que aplastó militarmente la revolución siria en colaboración con Rusia, Turquía y con la mirada cómplice de Estados Unidos.
¡Solidaridad internacional con la lucha del pueblo iraní!
Ahora el presidente yanqui Trump trata de sacar partido político de la situación diciendo que apoyará las protestas. Pero esto sólo favorece, como en el caso de Venezuela, la retórica nacionalista supuestamente antiyanqui del gobierno para atacar a los que protestan (igual que lo hace el dictador sirio Al Assad).
Sin embargo, es evidente que más allá de las maniobras de propaganda del imperialismo, las manifestaciones y huelgas responden a un legítimo descontento social, aunque no tienen dirección unificada ni un programa común. El imperialismo yanqui, tanto como Israel o Arabia Saudita, no traerán democracia y libertad al pueblo iraní. Por el contrario, su objetivo es someter y destruir a Irán y quitarle sus riquezas naturales.
Por todo ello es necesaria una solidaridad internacional del movimiento obrero, la izquierda y todos los sectores antiimperialistas, con el pueblo trabajador iraní en su lucha contra la dictadura teocrática, contra la represión y explotación social del capitalismo iraní, libertad a los presos políticos y sindicales, por el cese de la intervención iraní para sostener a la dictadura de Al Assad en Siria y también contra toda intromisión de Estados Unidos o sus peones de Arabia Saudita o Israel.
4 de enero de 2018
* Dirigente de la Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)