La propaganda de los gobiernos de Brasil, Venezuela, Argentina, Ecuador y otros pretende mostrar que en nuestro continente la crisis de la economía «no entra», que es un problema de Europa y los Estados Unidos. Pero el continente latinoamericano es parte de ella y del ascenso revolucionario mundial, aún con todas sus peculiaridades. El año 2012 ha sido de grandes huelgas, rebeliones indígenas-campesinas y movilizaciones estudiantiles. Lo nuevo es el cambio que se produce en Argentina con las primeras huelgas generales del movimiento obrero contra el gobierno peronista de Cristina Kirchner. Es un cambio, porque hacía 10 años que no se producía una huelga general convocada por la CGT, que tiene una conducción burocrática peronista. Éste es un cambio importante que marca, quizás, los nuevos elementos que hay en el conjunto de América Latina. Por un lado, en Argentina se muestra que ha entrado la crisis económica mundial y que el gobierno del PJ se ha visto obligado a aplicar variantes de ajuste sobre los trabajadores y el pueblo. Pero esto es una cuestión más general para Latinoamérica donde, si bien no existen todavía manifestaciones de la crisis capitalista mundial con la profundidad de Europa y otros países, esto no quita que no haya empezado a sentirse la recesión que hay en Europa, la baja en las compras de los productos primarios (minerales, agropecuarios) a América Latina en el mercado mundial. Y esto afecta a los gobiernos capitalistas de la región que tienen que seguir con la regla del capitalismo mundial, que es tratar de ajustar a los de abajo. Por eso, estos ajustes parciales o más generales han incentivado el ascenso obrero y popular en el continente.
En Brasil, ya desde 2011 existe una oleada de huelgas que arrancó en marzo con la huelga salvaje de 80.000 obreros de la construcción en Rondonia, seguida por otras como la de los bomberos y empleados de la ciudad de Río, los químicos de la Johnson, los profesores universitarios, los empleados públicos y tantas otras que se han venido produciendo.
En Bolivia hubo un paro de la COB que logró un aumento de salarios y continuaron las movilizaciones y reclamos indígenas contra la construcción de la autopista Tipnis. Hay que recordar que Bolivia viene de la gran rebelión popular de fines de 2011, el «Gasolinazo». En Chile, luego de dos huelgas de mineros del cobre, una huelga de la población del sur, se generó una gran huelga y movilización de estudiantes contra la privatización de la educación, con marchas de más de 100.000 estudiantes. En Perú entró con fuerza el sector de la clase trabajadora. Hubo una huelga y rebelión minera en el interior del país contra las multinacionales y la megaminería. Se produjo una gran huelga por tiempo indefinido de 350.000 maestros en todo el país. En Panamá hubo una rebelión popular en la ciudad de Colón que derrotó al gobierno liberal de Ricardo Martinelli, que quería imponer una venta libre de la zona franca. En Venezuela, 2012 fue un año que superó al año anterior en cuanto a conflictos sociales, destacándose las huelgas obreras de la zona de Guayana, de las llamadas industrias básicas, las acerías, Ferrominera, de las fábricas de aluminio, como también luchas de empleados públicos y de la salud, luchas por la vivienda, reclamos por la luz, etcétera. También luchas indígenas por la tierra de los Yukpas, donde los sicarios terminaron asesinando al líder yukpa Sabino Romero y esto ha generado movilizaciones de protesta. En Colombia también viene creciendo la lucha obrera y estudiantil. Hubo una gran movilización estudiantil universitaria contra la reforma educativa, una huelga de los judiciales y una huelga larga de los obreros del carbón.
El Argentinazo de 2001 abrió un nuevo período en el proceso revolucionario
El Argentinazo de diciembre de 2001 dio inicio a un nuevo periodo de ascenso y triunfos del movimiento obrero y popular dentro de la situación revolucionaria latinoamericana. El imperialismo yanqui quiso contraatacar dando un golpe en Venezuela, pero la movilización de masas derrotó ese proyecto en abril de 2002. Y luego hizo lo mismo con el sabotaje petrolero de fines de ese año. En el marco de este nuevo periodo, en Bolivia, el ascenso revolucionario se profundizó. En octubre de 2003, una insurrección popular (la llamada «Guerra del Gas») derribó a Sánchez Losada y en 2005 cayó su reemplazante, Carlos Mesa. En diciembre del mismo año, Evo Morales y el MAS ganaron las elecciones con el 54% de los votos, llevando por primera vez en la historia a un indígena campesino a la presidencia.
En 2005, en Ecuador cayó el gobierno de conciliación de clases de Lucio Gutiérrez, llevado poco tiempo antes al poder por el ascenso de masas. Este mismo ascenso llevará finalmente a través de nuevas elecciones a Rafael Correa al poder, constituyendo un nuevo gobierno frente populista aliado al chavismo.
Entre 2006 y 2007 vivimos la extensión del ascenso de la lucha de clases a nuevos países. En 2006 se produce un cambio en la situación de Chile. La rebelión de más de 800.000 estudiantes secundarios, llamada la «Rebelión de los Pingüinos», fue la primera gran movilización de masas desde el golpe de 1973. Los estudiantes lograron un triunfo parcial de sus demandas de acceso gratuito a la universidad. Posteriormente, en 2007 irrumpió el movimiento obrero con la huelga de 30.000 mineros del cobre. Más tarde, una huelga de trabajadores forestales, con el saldo de un trabajador muerto mientras enfrentaban a los Carabineros.
Otro país que entró de lleno en el ascenso fue Perú. Al poco tiempo de asumir Alan García y el APRA, el crédito de las masas se agotó rápidamente. La acción del gobierno de García fue dar continuidad a los planes neoliberales, jugándose a lograr la firma del TLC con Estados Unidos. La respuesta de las masas se expresó contundentemente. Hubo levantamientos populares regionales por más presupuesto y autonomía de recursos naturales y contra la contaminación y explotación minera. Salieron los docentes y más tarde se producirían grandes rebeliones indígenas contra el intento de entregar regiones enteras a las multinacionales.
México y Centroamérica, en el periodo pos Argentinazo, también se sumaron al ascenso obrero y popular. La importancia de México en este proceso es clave, ya que se trata del país limítrofe con los Estados Unidos. En mayo de 2006 se inició la heroica huelga de los maestros de Oaxaca, que duró hasta fin de año. Se transformó en un movimiento insurreccional popular con duros enfrentamientos y con el surgimiento de un nuevo organismo de poder local como la Asamblea de los Pueblos de Oaxaca. Este ascenso se expresó luego distorsionadamente en el voto a López Obrador, candidato del PRD en las elecciones presidenciales, donde todo indica que hubo un gigantesco fraude que posiblemente fue lo que impidió su triunfo. La movilización contra el fraude llegó a ser protagonizada por más de 500.000 personas en el Zócalo del Distrito Federal.
En Guatemala, en 2006 hubo un paro del sector salud. En El Salvador, protestas estudiantiles. En Honduras, huelgas de maestros durante 2006 y 2007. En República Dominicana, una huelga general en junio de 2007. Y hasta en Costa Rica, ese mismo año hubo grandes movilizaciones contra el TLC, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, llegando a movilizar cerca de 150.000 personas, algo inédito para este pequeño país de Centroamérica.
O sea, el periodo pos Argentinazo generó un proceso de profundización del ascenso obrero y popular que traería consecuencias, fundamentalmente políticas, para el continente.
Los gobiernos de centroizquierda y el castro-chavismo
La profundización del proceso revolucionario pos 2001 es lo que explica el surgimiento de gobiernos frente populistas, también llamados de centroizquierda, como una tendencia general en Latinoamérica. Se trata de gobiernos burgueses de un tipo diferente a los normales de la década del 90, como fueron los de Menem, Cardozo, Sánchez de Losada, Toledo, Lagos, Fujimori, Foks, Moscoso, Pastrana o Uribe, que aplicaron a rajatabla las políticas económicas del imperialismo. Estos nuevos gobiernos, fruto del ascenso y del proceso revolucionario que destruyó o condujo a una enorme crisis a los partidos políticos, y en algunas circunstancias hasta el propio régimen democrático burgués, son gobiernos de conciliación de clases, con elementos nacionalistas en algunos casos, que se han visto obligados a tomar algunas medidas de enfrentamiento con el imperialismo y a hacer concesiones al movimiento de masas, que conquistaron parcialmente algunas reivindicaciones. Estos gobiernos se basan en la conciliación de clases con las organizaciones obreras y populares, no dejan de ser burgueses y de tener un carácter contrarrevolucionario. Su objetivo es tratar de desmovilizar a los trabajadores y normalizar el régimen político, sobre todo en los casos en que, como en Venezuela, Ecuador y Bolivia, fueron seriamente golpeados por grandes movilizaciones revolucionarias. Como gobiernos de centroizquierda con elementos de frente popular incluimos a los de Lula-Dilma, Chávez, Evo Morales, Tabaré Vázquez-Mujica, Correa, Kirchner, Lugo, Daniel Ortega y Funes en El Salvador. Indudablemente, siempre han existido muchas desigualdades entre estos gobiernos. No podemos poner un signo igual entre ellos. Para los revolucionarios, es muy importante distinguir entre los tipos de gobierno de frente popular o de centroizquierda. Esto es clave para las políticas y las tácticas. Siempre los definimos como enemigos de la clase trabajadora y de los sectores populares, siempre los denunciamos y nunca les damos apoyo político. Por ejemplo, los gobiernos de Lula-Dilma, los Kirchner o del Frente Amplio en Uruguay han venido siendo claramente agentes del imperialismo yanqui. En cambio, los de Chávez, Morales y Correa siempre han tenido algunos roces con el imperialismo, y por eso incluso las masas los ven «más a la izquierda». Hay que reconocer que estos gobiernos, en su primera etapa, fueron teniendo un relativo éxito en canalizar coyunturalmente el ascenso revolucionario y evitar, por ahora, que se vaya hacia nuevas crisis revolucionarias. De todos estos gobiernos de centroizquierda, el que más se ha destacado es el de Chávez en Venezuela. Es el que más ha pesado y el que nosotros denominamos como el castro-chavismo. La unidad Chávez-Fidel Castro es una versión de un nuevo reformismo después de la caída del Muro de Berlín, que con un discurso aparentemente más radical, con la consigna del socialismo del siglo XXI, expresa una nueva versión del nacionalismo burgués, que tuvo sus antecedentes históricos en Lázaro Cárdenas, Perón, Allende, Velazco Alvarado o Torrijos.
También ha tenido un discurso más radical, aunque no en el plano de las medidas económicas nacionalizadoras. Chávez adoptó un discurso socialista pegado a la imagen del castrismo, citando a Marx, Engels, Lenin, al «Che» Guevara e incluso a León Trotsky. El castro-chavismo surgió como una corriente enemiga de la autonomía de la clase trabajadora, de la independencia de clase, del poder para los trabajadores y el pueblo y de la ruptura con el imperialismo y las multinacionales. En definitiva, contra una verdadera revolución socialista. Por eso lo definimos también como contrarrevolucionario. Sin embargo, por sus peleas parciales con el imperialismo y porque las masas con sus luchas obtuvieron algunas conquistas, logra una importante simpatía en el movimiento de masas, no solo de su país sino también entre la vanguardia de Latinoamérica y del mundo. Por eso se fue convirtiendo en el principal obstáculo para la construcción de direcciones obreras y socialistas revolucionarias. Pero en el último periodo, al agudizarse la crisis económica mundial y combinarse eso con la necesidad de aplicar ajustes parciales o totales sobre los trabajadores, tanto los gobiernos del castro-chavismo como el resto de los gobiernos de centroizquierda latinoamericanos han empezado a sufrir un deterioro político al calor del inicio de la ruptura de las expectativas que las masas habían depositado en ellos.
Crece el desgaste político de gobiernos y regímenes
La combinación de los primeros elementos de la crisis económica mundial en el continente y el ascenso obrero y popular ha llevado a un crecimiento del desgaste político de los gobiernos y regímenes de América Latina, tanto los de centroizquierda, que son mayoría, como la de los gobiernos de la burguesía más proyanqui, del tipo de Piñera en Chile o Santos en Colombia.
Indudablemente, el comienzo de la crisis de los gobiernos no es todo por igual. En el marco de la desigualdad, empieza a avanzar esa crisis. En los gobiernos del llamado castro-chavismo, el caso más avanzado es la crisis política de Evo Morales y del MAS en el gobierno. Pega un salto desde el «Gasolinazo» de 2011, que fue una rebelión masiva contra el aumento de la gasolina, donde la base social de Evo Morales llegó a plantear la consigna «Cambia o te vas». Morales tuvo que retroceder en su medida. Luego siguieron las huelgas sindicales y la gran marcha indígena contra la carretera del Tipnis. Lo que hace que, del conjunto de los gobiernos de América del sur y en especial de los gobiernos del castro-chavismo, sea de los que más crisis tiene. Y esto ahora se refleja en que la propia burocracia de la COB toma distancia, lanzando la formación de un Partido de los Trabajadores, que expresa la ruptura de distintos dirigentes y sectores sociales con el MAS de Evo Morales.
El otro punto nuevo que ha pegado un salto en el desgaste y la crisis es el gobierno peronista de Cristina Kirchner, que luego de ganar las elecciones en octubre de 2011 con el 54% de los votos, durante todo 2012 ha tenido una caída de popularidad y se ha visto enfrentado a distintas manifestaciones sociales de rechazo a su política. Tanto del sector de la clase trabajadora, donde incluso un sector de la burocracia encabezado por Hugo Moyano rompe con el gobierno y convoca a marchas y paros, como también de sectores de clase media que venían apoyando electoralmente al kirchnerismo, que se manifestó en una gran movilización del 8 de noviembre, protestando por la inseguridad, por los cortes de luz, el aumento de la inflación y el deterioro del nivel de vida en general.
En el caso de Venezuela, si bien el chavismo ganó las elecciones presidenciales en octubre de 2012 con una diferencia importante, esto no significa que, luego de 14 años de gobierno, no tuviera desgaste. El voto de millones a Chávez se explica porque aún no había una agudización de la crisis económica en Venezuela y que, ante la candidatura de los sectores de derecha, todavía millones le dieron el voto a Chávez aunque con menos expectativas que anteriormente. Esto se ha reflejado en distintas huelgas y manifestaciones. Pero ahora, después de la muerte de Chávez, se abre una nueva etapa en la corriente reformista de mayor peso en Latinoamérica: el chavismo y el castro-chavismo. Venezuela ya no será la misma políticamente. Es posible que en los primeros meses el gobierno de Maduro logre contener los desbordes utilizando la imagen de Chávez y la necesidad de «unidad». Pero con la aplicación en los primeros meses de 2013 de un ajuste ligado a una devaluación, aumentando los precios y deteriorando el salario, ha provocado otra ola de incertidumbre y de reclamos, que sin Chávez para actuar amortiguándolos, es probable que se retome el proceso de desgaste y ruptura que se frenó momentáneamente por las elecciones de octubre de 2012 y las de abril de 2013. El primer síntoma ha sido la pérdida de más de 700.000 votos en abril, que puso a Maduro al borde de una derrota electoral.
La perspectiva es hacia la crisis del chavismo en Venezuela, a que se produzcan choques con su base popular y a que eso también derive en divisiones en el seno del PSUV. A rupturas, nuevos reagrupamientos políticos y sindicales y nuevas oportunidades para la izquierda revolucionaria. Es una incógnita qué cambios se podrán dar en relación a Cuba. Es factible que, en lo inmediato, no sufra cambios en el subsidio del petróleo y las misiones. Pero esto puede cambiar si en el futuro avanza la crisis económica y política del chavismo.
De conjunto, los gobiernos de centroizquierda, y más precisamente los «más a izquierda» como el de Chávez y Evo Morales, volverán a mostrar el fracaso histórico del nacionalismo burgués latinoamericano y los distintos gobiernos de frente popular que se dieron, como el APRA, el peronismo o el PRI de México, que terminaron siendo agentes de los planes económicos del imperialismo. Nuevamente se pone en evidencia que el nacionalismo burgués, al no salir de los marcos del capitalismo, termina defraudando a las masas y abriendo un campo de ruptura de expectativas de millones. Este proceso es el que se ha iniciado, con desigualdades, en toda Latinoamérica. Esto también se ha expresado en el gobierno de Ollanta Humala en Perú, que ganó las últimas elecciones presidenciales con banderas nacionalistas y doble discurso, y toda la expectativa que había despertado duró muy poco. Al poco tiempo su gobierno se desnudó como agente de las trasnacionales mineras, como continuador de los ajustes neoliberales y por eso su propia base social, sectores que los habían votado, se movilizaron en su contra como los mineros, las poblaciones del interior por la implantación de las mineras multinacionales, los docentes, etcétera. Este proceso de desgaste político también le cabe a los gobiernos burgueses latinoamericanos más agentes directos del imperialismo. El caso más evidente es el de Chile con el gobierno de Piñera, que viene sufriendo el embate del movimiento estudiantil y también de la clase trabajadora. El desgaste y retroceso político se expresó electoralmente en las elecciones municipales de fines de 2012, donde la derecha de Piñera sufrió una derrota electoral total. Al punto que varios de los alcaldes del municipio de Santiago de Chile, que eran los que más habían enfrentado la movilización estudiantil, ex pinochetistas confesos, fueron barridos electoralmente.
La tendencia en Latinoamérica va a ser a que crezcan las luchas obreras y populares al calor de la crisis económica y de la aplicación de las distintas variantes de ajuste que van a aplicar estos gobiernos. A que avance el deterioro político y que haya nuevas expresiones de crisis, tanto en los gobiernos de centroizquierda como los de la derecha liberal.
Las luchas contra el ajuste y el saqueo continuarán
Los gobiernos de Latinoamérica seguirán obligados a aplicar distintas variantes de ajustes contra los trabajadores, los campesinos y el pueblo. Presionados por las multinacionales y el imperialismo, en su necesidad de equilibrar su crisis en las metrópolis, buscarán aumentar el saqueo a los países y a los pueblos de América Latina. En este sentido, seguirá redoblando una contraofensiva de las multinacionales y del capital financiero para seguir imponiendo sus planes. La caída de los precios internacionales, excepto el caso del petróleo, provocará también una menor entrada de divisas a estos gobiernos capitalistas que vienen imponiendo la variable del ajuste sobre sus trabajadores de la educación y de la salud, afectando estas cuestiones fundamentales, debilitando el transporte y todos los servicios esenciales para las masas. Esto meterá más leña al fuego en la lucha en Latinoamérica. Llevará a una mayor confrontación social y a un debilitamiento cada vez más creciente de los gobiernos y regímenes, tanto de centroizquierda como de derecha liberal. Se seguirán combinando las luchas de los trabajadores, a través de las huelgas, con las movilizaciones campesinas, indígenas, estudiantiles y populares. Ya el pueblo peruano enfrentó y derrotó el proyecto minero Conga. En Argentina, miles se movilizaron contra el proyecto de la megaminería encabezado por la canadiense Barrick Gold. También en Bolivia los indígenas expulsaron a la transnacional minera canadiense South American Silver. Estará planteada, entonces, la lucha contra los proyectos saqueadores de las multinacionales, contra el pago de la deuda externa, contra las consecuencias de la creciente inflación y el deterioro del nivel de vida, por aumentos salariales de emergencia, las movilizaciones en defensa de la educación y de la salud, en la perspectiva que surjan nuevas alternativas políticas de los trabajadores y del pueblo ante el fracaso de los gobiernos del populismo burgués, que prepara un nuevo fracaso para las expectativas de millones en América Latina.