Por: José Castillo
Muchos compañeros, al leer sobre el primer centenario de la revolución rusa pueden legítimamente preguntarse: ¿para qué sirvió? ¿Acaso no fracasó el socialismo, como lo mostraron la caída del muro de Berlín y la disolución de la antigua URSS, en 1989-91?
Con el triunfo de la revolución de octubre de 1917, el sólo hecho de que la clase obrera accediera al poder por medio de los soviets y la expropiación a terratenientes primero y al resto de la burguesía después, permitió empezar a cumplir con los anhelos más inmediatos de obreros y campesinos: retirarse de la guerra interimperialista, el pan y la tierra (ver «Las primeras medidas del gobierno revolucionario», en página 4). Pero a Lenin, Trotsky y los revolucionarios bolcheviques no se les escapaba que eso no era «el socialismo». Era, sencillamente, los primeros pasos un gobierno revolucionario obrera y campesino que apostaba a nuevos triunfos socialistas revolucionarios en países más avanzados de Europa. Para eso, fundaron la Tercera Internacional en 1919.
A pesar de las terribles consecuencias de la guerra civil y también de la derrota de la revolución en Europa, el gobierno revolucionario, aun aislado, gracias a las medidas socialistas logró avances impresionantes para los trabajadores en todos los campos. Lenin y Trotsky siempre sostuvieron que solos y aislados no podrían construir el socialismo, sino dar pasos parciales y transitorios, ya que éste era un nuevo sistema mundial. Muchos años después, un León Trotsky ya desplazado del poder y desterrado por Stalin, diría en una conferencia desarrollada en Copenhague en 1932: «Queridos oyentes, permitidme pensar que conozco las contradicciones, las dificultades, las faltas y las insuficiencias del régimen soviético tan bien como cualquiera. […]Pero en la Unión Soviética todavía no existe el socialismo. Un estado de transición, lleno de contradicciones, cargado con la pesada herencia del pasado, y además, bajo la presión enemiga de los estados capitalistas: esto es lo que allí predomina. La revolución de octubre ha proclamado el principio de la nueva sociedad. La república soviética solo ha mostrado el primer estadio de su realización. La primera lámpara de Edison fue muy imperfecta»1.
Los logros económicos
Será el propio Trotsky, en esa misma conferencia y en La Revolución Traicionada, en 1936, de modo muchos más extenso, quien demostrará con datos estadísticos irrefutables los notables avances producidos desde la revolución, a pesar de los retrocesos y trabas generados por el acceso al poder de la burocracia estalinista.
Rusia había llegado a la revolución no sólo como un país atrasado, con altísimos niveles de miseria y analfabetismo. La primera guerra mundial y luego la guerra civil que siguió a la revolución habían producido una devastación sin precedentes. Sobre ese piso de destrucción, un estado obrero aislado, con las únicas herramientas de haber expropiado a la burguesía, es decir, la eliminación de la propiedad privada capitalista en las tierras, las fábricas y los bancos, de haber empezado –muy lentamente y con enormes contradicciones- a planificar la economía y de poseer el monopolio del comercio exterior, comenzó a levantarse y obtener notables resultados en el terreno económico.
Démosle nuevamente la palabra a Trotsky: «en cifras de índole global, la curva de desarrollo industrial de Rusia se expresa como sigue: pongamos, para el año 1913, el último año de anteguerra, el número 100. El año 1920, fin de la guerra civil, es también el punto más bajo de la industria: 25 solamente, es decir, un cuarto de la producción de anteguerra; en 1925, un crecimiento hasta 75; en 1929, aproximadamente 200; en 1932, 300, es decir, tres veces más que en vísperas de la guerra. El cuadro aparecerá todavía más claro a la luz de los índices internacionales. De 1925 a 1932 la producción industrial de Alemania disminuyó alrededor de una vez y media; en Norteamérica, alrededor del doble; en la Unión Soviética ha ascendido a más del cuádruple: las cifras hablan por sí mismas»2. Mientras las principales potencias imperialistas se hundían en medio de la crisis económica capitalista comenzada en 1929, la URSS seguía creciendo a tasas aceleradas. Por supuesto, esto no significaba ninguna confianza en la posibilidad de realización de la utopía reaccionaria del «socialismo en un solo país». Trotsky agregaba que ese crecimiento de la economía soviética partía de un nivel «espantosamente bajo», en comparación con cualquiera de los países imperialistas. Y al mismo tiempo hacía una detallada denuncia del crecimiento de la desigualdad entre una minoría de funcionarios burocráticos y otros pequeños sectores privilegiados ligados al aparato del poder, y la mayoría con bajos salarios y distintos tipos de penurias.
Las capacidades de crecimiento económico de una economía planificada y con propiedad estatal de los medios de producción volvió a demostrarse luego de que la Unión Soviética pasara por una nueva prueba de destrucción: la Segunda Guerra Mundial. A los 27 millones de muertos (el 15% de la población), hay que agregarle la destrucción casi total de 1.710 ciudades, 70.000 aldeas y pueblos campesinos, 31.850 empresas, de la mitad de las vías férreas y los puentes existentes, y la demolición de seis millones de viviendas. Pero a la finalización del cuarto plan quinquenal (realizado entre 1945 y 1950), abocado centralmente a la reconstrucción, la producción industrial era superior en un 71% a la de 1940. En términos comparativos la URSS crece a una tasa del 15% del PBI entre el fin de la guerra y 1947 y luego acelera hasta un extraordinario 23% entre 1948 y 1951, mientras en la misma época el promedio de crecimiento de los Estados Unidos es del 4% (aunque con un PBI cuatro veces más grande que el soviético). El siguiente plan (quinto, desarrollado entre 1951 y 1955), elevó la producción industrial otro 70%: La Unión Soviética se va ir transformando en una potencia en varios rubros de la industria pesada, como desarrollo nuclear, siderurgia y metalurgia, con la instalación masiva de altos hornos y fundiciones, petróleo, si bien siempre permanecerá por debajo del nivel del imperialismo yanqui. Y la población siempre siguió sufriendo las consecuencias de la planificación burocrática. Nunca en la antigua URSS la burocracia pudo desarrollar armónicamente la producción rural y la agricultura sistemáticamente caía en períodos de crisis y escasez. Y los planes quinquenales priorizaban las grandes obras de infraestructura, dejando muy por detrás la producción de los productos de consumo cotidiano de las masas, tan elementales como el jabón y demás productos de limpieza y la vestimenta.
Los logros en educación, salud, seguridad social y deporte
La URSS pudo combatir exitosamente el analfabetismo. En 1917, aproximadamente el 60% de la población (particularmente la inmensa mayoría campesina) era analfabeta. En vísperas de la segunda guerra mundial, esa tasa ya se había reducido a menos del 10% y luego sería erradicado totalmente. La educación laica, obligatoria y gratuita, que incluía la provisión a todos los estudiantes de material de estudio, becas, subsidios, residencia, asistencia médica y condiciones ventajosas o directamente gratuitas en el transporte público, la construcción de miles de bibliotecas, salas de lectura y laboratorios, las promociones de la educación de adultos, hicieron que la Unión Soviética, en particular a partir de la década del 60, produjera una enorme cantidad de profesionales en muchas áreas de la ciencia: médicos, físicos, químicos, matemáticos, que se insertaban e investigaban en instituciones científico-técnicas que serían reconocidas como de primer nivel a escala internacional. Además, la Unión Soviética se convirtió en el país donde más libros se vendían (y también al precio más barato) y donde se celebraban más conciertos en un sinnúmero de óperas, teatros, salas de cines y edificios culturales.3
La contracara de estos logros era el control totalitario y la represión. Cuesta creerlo, pero en la antigua URSS su máxima academia de ciencias desde 1935 prohibió a la genética por ser «ciencia burguesa» y estableció no existían los genes. El comité central lo refrendó con su voto unánime… Y los libros estaban totalmente reglamentados por el aparato policial. La literatura disidente circulaba en lo que se llamó los «samizdat», manuscritos que pasaban clandestinamente de mano en mano. Para combatirlos, en la antigua URSS no existió el uso comercial y popular de las fotocopiadoras, las «Xerox» capitalistas… Sus autores eran recluidos en hospitales psiquiátricos o en los «gulags», siniestros campos de trabajos forzados en las regiones más inhóspitas y lejanas.
También hubo grandes logros en el campo de la salud. La atención médica gratuita, que incluía la entrega de los medicamentos, masivas campañas preventivas, permitió que se vayan erradicando varias enfermedades que asolaban a la población rusa, como el paludismo, la poliomielitis, la encefalitis, las enfermedades parasitarias o las venéreas. La medicina soviética lideró la campaña mundial para erradicar la viruela, creó el primer banco de sangre del planeta y realizó por primera vez un transplante de córneas, entre muchos otros logros. Un rasgo fundamental fue la protección integral de la madre y el niño desde la gestación, con la puesta en funcionamiento de infinidad de centros gineco-obstétricos y pediátricos, con jardines de infancia que permitían a los padres trabajar. Lo mismo sucedía con la ancianidad, donde la Unión Soviética tenía el sistema de jubilaciones más extendido del planeta, que incluía hasta transporte gratuito para los ancianos. Así, la URSS al momento de su disolución había alcanzado una esperanza de vida de 71 años, cuando al comienzo de la revolución, apenas alcanzaba a 40 y, gracias a los cambios en la alimentación, la estatura media había crecido de 1,60 a 1,80 metros.4 Pero dentro de las contradicciones que venimos señalando podemos mencionar el creciente alcoholismo que comenzó a hacer estragos entre la población trabajadora, particularmente los varones, desde la década de los setenta, como consecuencia de la vida totalmente regimentada por el totalitarismo.
En el campo del deporte también se notaron los avances. La URSS, qué empezó a participar de las Olimpíadas a partir de 1952 en Helsinki, obtendría hasta su disolución un total de 1.010 medallas (395 de oro, 319 de plata y 296 de bronce), destacándose particularmente en las disciplina atléticas.5 En otro campo, los soviéticos también se transformarán en los mejores jugadores de ajedrez del planeta, con varios campeones mundiales.
Las medidas socialistas no fracasaron; la burocracia sí
Todo este recorrido nos lleva a una respuesta clara frente a la pregunta del comienzo de este artículo: no fracasó el socialismo. Los que fracasaron y terminaron destruyendo la URSS fueron los burócratas herederos del estalinismo, que, aún en la implosión del propio estado soviético, se aprovecharon de sus privilegios y hoy constituyen la capa superior de la nueva clase capitalista rusa.
Para la clase trabajadora rusa, que recibió con tantas esperanzas la revolución de octubre de 1917, para las generaciones posteriores, que vivieron las conquistas de una economía estatal planificada que había expropiado a los capitalistas, pero también, contradictoriamente, sufrieron la opresión de un régimen dictatorial, y que hoy están sometidos nuevamente a la explotación capitalista, el camino sigue siendo el de los bolcheviques, el de Lenin y Trotsky: una nueva revolución, la democracia obrera y el socialismo. La experiencia de un siglo muestra que sin expropiación, propiedad estatal y planificación no puede haber progreso sólido, y que para mantenerlo y desarrollarlo es totalmente imprescindible la democracia plena y la extensión mundial.
1. Trotsky, León, «¿Qué fue la revolución rusa?», en Lecciones de Octubre, Cehus, Buenos Aires, 2016
2. Ídem.
3. Law, David, Russian Civilization, Ardent media, 1975,
4. Lane, David, Soviet Society under Perestroika, Routledge, 1992.
5. Unión Soviética en los Juegos Olímpicos, Sport-References.
El desarrollo atómico y aeroespacial
La planificación estatal y el poderío económico que engendró permitió que la Unión Soviética se transformara en líder en energía atómica. En diciembre de 1946 se puso en marcha el primer reactor nuclear. En agosto de 1949 la URSS experimentó con éxito la detonación de su primera bomba atómica. Y fue una avanzada en el uso pacífico de la energía nuclear: ya en 1950 se construyó la primera central para proveer energía eléctrica, que rápidamente se multiplicaron.
La mano irresponsable de la burocracia estuvo presente también, por supuesto, en este campo, como lo podemos mostrar con el desastre de Chernobyl en abril de 1986 y sus consecuencias.
Otro logro fue el impresionante desarrollo espacial donde durante años estuvo más adelante que Estados Unidos. Al construir un cohete ultrapotente, en 1957 la URSS pudo colocar en el espacio al Sputnik, el primer satélite del mundo colocado en órbita y que comenzó a enviar mensajes de radio a la tierra, y al primer ser vivo en el espacio, la perra Laika. Finalmente, el 12 de abril de 1961, llegará el primer ser humano en el espacio, el cosmonauta Yuri Gagarin. Le siguieron a posteriori, la primera mujer en el espacio (Valentina Tereshkova, 1963) y el primer ser humano que realizó una caminata espacial (Alexei Leonov). En 1969 finalmente los yanquis recuperaron terreno con la misión Apolo que aterrizó en la luna. Los soviéticos siguieron siendo pioneros en estaciones orbitales habitadas (Salyut 1, en 1971) y, ya en 1986, la primera estación espacial permanente (MIR).
Los logros de las revoluciones china y cubana
La experiencia del siglo XX es tajante. Cada vez que una revolución triunfante avanzó hasta expropiar a la burguesía y comenzar a planificar la propiedad estatal de su economía, obtuvo éxitos inmensos, que repercutieron inmediatamente en forma positiva en la vida de sus trabajadores. Estos son hechos, aun en el marco de las desigualdades y contradicciones dadas en esos países dominados por sus burócratas, que los llevaron al desastre y el retroceso al capitalismo
Así, en la revolución china triunfante en 1949, que venía de décadas de terribles hambrunas, fue el propio Mao quien definió claramente los objetivos de la revolución: «garantizar que cada chino tenga su tazón de arroz diario». Y efectivamente, lo lograron, además de otros grandes avances en educación, salud y desarrollo industrial. El país más poblado del planeta dejó de ser noticia por sus muertos por inanición, mientras que su vecino India todavía hoy nos muestra los horrores de los miles de muertos dejados tirados en las calles Calcuta, víctimas de la inanición o las enfermedades.
Años después, la revolución cubana también impactó con sus avances en educación y salud, que convirtieron a la isla en pionera en esos rubros en Latinoamérica. El éxito en la erradicación del analfabetismo primero y el elevado número de profesionales universitarios después, más los logros de la medicina cubana, contrastan dramáticamente con el resto de los países de la región. Ambos países han demostrado lo que se puede lograr si se avanza en serio contra el capitalismo, expropiando a la burguesía, por contraposición a los discursos de la economía mixta, al estilo del «socialismo del siglo XXI», que no pueden mostrar ninguno de estos logros. Nos remitimos a un solo y trágico ejemplo: la Venezuela gobernada por el chavismo, donde se mantuvo el capitalismo y el pueblo está sufriendo el hambre, las enfermedades y la represión.