Por: Simón Rodriguez Porras
La caída de la URSS y el Muro de Berlín, así como la restauración del capitalismo en China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, abrió un debate sobre el fracaso de las economías burocráticamente planificadas, atribuido por reformistas y estalinistas a un supuesto «exceso de estatismo». Mientras que las principales críticas al «estatismo» encubren el abandono estratégico del socialismo, desde el marxismo revolucionario ofrecemos otra interpretación sobre el fracaso económico estalinista.
Uno de los hechos fundamentales de la revolución de octubre fue la expropiación de los medios de producción en poder de la burguesía por parte del naciente estado obrero. Liberales, posmodernos, socialdemócratas, anarquistas, autonomistas, consejistas, estalinistas y todo tipo de reformistas han aterrizado por diversas vías en la misma conclusión de que la expropiación de la burguesía y el «estatismo» resultante fue lo que determinó el fracaso de la URSS.
En realidad, estas transformaciones en transición al socialismo emprendidas audazmente por la revolución permitieron ganar la guerra civil contra los guardias blancos y las potencias invasoras y emprender la reconstrucción del país luego de ella, como observó Trotsky: «Concentrando al mismo tiempo la propiedad y los medios de producción en manos del estado, la revolución permitió aplicar nuevos métodos económicos de una enorme eficacia. Solamente gracias a la dirección fundada sobre un plan único se pudo reconstruir en poco tiempo lo que había destruido la guerra imperialista y la guerra civil, y crear nuevas empresas grandiosas, nuevas industrias, ramas enteras de industria […] En los diez últimos años (1925-1935), la industria pesada soviética ha aumentado su producción por más de diez […] En 1925, la URSS tenía el undécimo lugar en el mundo desde el punto de vista de la producción de energía eléctrica; en 1935, sólo era inferior a Alemania y a los Estados Unidos […] la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia»1.
Las críticas al «estatismo»
Diversas corrientes de izquierda consideran un error la expropiación de la burguesía por parte de la revolución de octubre. Frei Betto, cura católico brasileño de la Teología de la Liberación que trabajó como asesor del gobierno cubano y del gobierno de Lula, concluyó que «la estatización de la economía no permitió la modernización de los bienes de capital, acentuando el atraso científico y tecnológico en relación a Europa occidental […] las catastróficas consecuencias de la planificación centralizada forzaron la reducción de la oferta de bienes y servicios, estimularon el éxodo de profesionales calificados y favorecieron el crecimiento de la economía subterránea»2. Nuevamente, se adjudica a la estatización y la planificación centralizada los problemas de la economía estalinista, no a los métodos burocráticos y la ausencia de controles democráticos por parte de los trabajadores.
El connotado historiador Eric Hobsbawm, quien militó por cincuenta años en el PC inglés, al hacer un balance sobre la caída de la URSS en su obra Historia del Siglo XX, plantea que lo que fracasó fue «el intento de basar una economía entera en la propiedad estatal de todos los medios de producción, con una planificación centralizada que lo abarcaba todo y sin recurrir en absoluto a los mecanismos del mercado o de los precios».
En el campo intelectual posmoderno la reacción al «estatismo», fue soslayar la revolución y apostar a «movimientos» o «multitudes» sin perspectiva de ejercicio del poder estatal, en otros casos más bien volcar la atención a problemas «cotidianos» como ejercicio político. Por ejemplo, Antonio Negri y Michael De Hardt sostienen en «Commonwealth: el proyecto de una revolución del común» (2011) que «el socialismo y el capitalismo nunca fueron opuestos […] En última instancia el socialismo es un régimen para la promoción y la regulación del capital industrial, un régimen de disciplina del trabajo impuesto a través de instituciones gubernamentales y burocráticas […] La incapacidad de la ideología y del dominio socialista para ir más allá del paradigma industrial es un elemento importante, por ejemplo, que condujo al desplome de la Unión Soviética».
El rol de la burocracia
Pese a los logros de la economía estatizada y planificada, la deformación burocrática del Estado soviético supondría un lastre decisivo para el desarrollo económico de la URSS. La estatización solo podía ser un modo de socialización de los medios de producción en el contexto de un Estado bajo el control democrático de los trabajadores. El aislamiento de la URSS ante la derrota de la revolución en Alemania y Hungría, y el enquistamiento de una casta burocrática, base social de la contrarrevolución estalinista que puso fin a la democracia obrera y liquidó a la dirigencia histórica de Octubre, permitieron el desarrollo de desigualdades económicas y sociales. En vez de una planificación democrática de la economía, se desarrolló una planificación burocrática plagada de distorsiones y al servicio de los privilegios de la casta gobernante. Como observaba Trotsky en La revolución traicionada, «[el estado] se ha transformado en una fuerza incontrolada que domina a las masas […] La fantasía más exaltada difícilmente concebiría un contraste más vivo que el que existe entre el esquema del estado obrero de Marx-Engels-Lenin y el Estado a cuya cabeza se haya Stalin actualmente […] Si el estado, en lugar de agonizar, se hace cada vez más despótico; si los mandatarios de la clase obrera se burocratizan, si la burocracia se erige por encima de la sociedad renovada, no se debe a razones secundarias como las supervivencias psicológicas del pasado, etc.; se debe a la inflexible necesidad de formar y de sostener a una minoría privilegiada mientras no sea posible asegurar la igualdad real»3.
Antiestatismo y restauración capitalista
Al igual que en China y Vietnam, regímenes sobrevivientes del estalinismo que restauraron el capitalismo alegando que avanzaban hacia un «socialismo» con peculiaridades nacionales o «de mercado», el gobierno cubano encubrió el restablecimiento de relaciones de producción burguesas y la reintroducción de capitales transnacionales como una adecuación del socialismo a los nuevos tiempos. Un socialismo sin los «vicios» de un excesivo «igualitarismo» o «gratuidades indebidas», como por ejemplo planteó Raúl Castro en 2008, al propugnar «que cada cual reciba según su trabajo, y para ello deben cumplirse las siguientes premisas insoslayables […] eliminar las gratuidades indebidas y el exceso de subsidios […] Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo»4.
Como parte de este proceso, el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, realizado en 2016, se propuso redefinir el concepto mismo del socialismo. El resultado se plasmó en el documento «Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista». En el sexto apartado, titulado «Forma de propiedad no estatal», se lee: «la inversión extranjera directa constituye una fuente de desarrollo y vía de acceso a capitales, tecnologías, mercados y experiencia gerencial, que tributa a la solución de importantes desequilibrios estructurales y a encadenamientos productivos, en correspondencia con el desarrollo económico y social, a la vez que se garantiza el uso racional de los recursos, la salvaguarda del patrimonio de la nación y el medio ambiente». Palabras elogiosas de las relaciones de explotación capitalistas que se pueden conseguir en cualquier manual del Banco Mundial o el FMI. Lo singular en este caso es que «conceptualiza» un socialismo en el que las relaciones de producción capitalistas ocupan un lugar central. Se llega al extremo de considerar «socialista» la privatización de la gestión de una empresa, mediante concesiones. Alfonso Regalado Granda, miembro de la Comisión Permanente para la implementación y desarrollo los Lineamientos, explica que «de la propiedad socialista sobre los medios fundamentales de producción no se excluye que haya un determinado medio que transitoriamente pueda ser operado por una forma no estatal, digamos, una inversión cien por ciento extranjera para una tecnología que nosotros no tenemos»5. Como admite su colega Miguel Limia David en la misma entrevista, «la conceptualización propone otra visión del socialismo distinta a la tradicional». Para decirlo más claramente, se trata del abandono del socialismo manteniendo una fraseología hueca para encubrir la restauración del capitalismo. Esta es la instrumentación concreta de la «desestatización del socialismo» de la que tanto hablan reformistas y estalinistas.
Economía mixta chavista y capitalismo andino
Los nuevos reformismos, gobiernos como el de Chávez en Venezuela que nunca fueron más allá de algunas compras estatales de empresas, beben de esta misma ideología. Se trata de gobiernos autoproclamados «socialistas» en la primera década de este siglo han administrado en Latinoamérica unos capitalismos semicoloniales, penetrados y saqueados por el capital transnacional, mientras dicen evadir los errores del bolchevismo. Chávez se proclamó socialista en el sexto año de su gobierno, llevó a cabo programas de asistencia social que denominó «Misiones» y realizó la compra estatal a precio de mercado de la principal empresa de telecomunicaciones, un banco, la siderúrgica, varias empresas cementeras y agroindustriales, entre otras. En la industria petrolera estableció un sistema de empresas mixtas con capitales transnacionales como socios. Al igual que la burocracia cubana, Chávez consideraba que el socialismo podría incluir la propiedad privada de los medios de producción. En su programa «Aló Presidente» del 20 de marzo de 2005, Chávez aseguró que «el socialismo, como lo vemos en China, no tiene por qué erradicar la propiedad privada, no. Siempre y cuando la propiedad privada y los productores privados trabajen en función del interés social». En otras palabras, el manoseado discurso de la responsabilidad social empresarial transformado en la base fundacional de un falso socialismo del siglo XXI.
La descripción del intelectual y vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, de su proyecto denominado «capitalismo andino-amazónico», es quien mejor combina las preocupaciones posmodernas acerca de la «subsunción industrial» y la contradicción entre «lo moderno» y «lo comunitario», por un lado, y por otro el esquema estalinista de la «revolución por etapas», que antepone un largo período de desarrollo capitalista a la posibilidad de una revolución socialista. Para García Linera, la función de la izquierda en el poder en Bolivia consistiría en transferir renta «al ámbito comunitario para potenciar formas de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino y amazónico […] Hoy pensamos que, al menos, podemos idear un modelo para que lo comunitario deje de estar subsumido de manera brutal a la economía industrial, evitando que lo moderno exprima y quite todas sus energías a lo comunitario, potenciando su desarrollo autónomo […] Actualmente hay dos razones que no permiten visualizar la posibilidad de un régimen socialista en nuestro país. Por un lado existe un proletariado minoritario demográficamente e inexistente políticamente; y no se construye socialismo sin proletariado. Segundo: el potencial comunitarista agrario y urbano está muy debilitado […] El capitalismo andino-amazónico es la manera que, creo, se adapta más a nuestra realidad para mejorar las posibilidades de las fuerzas de emancipación obrera y comunitaria a mediano plazo»6. Al cabo de una década de gobierno del MAS en Bolivia, no hubo un desarrollo «comunitario» significativo sino la continuidad del saqueo de las transnacionales de los hidrocarburos en ese país. En Venezuela, donde el discurso oficial planteaba que el cooperativismo era uno de los pilares de su «socialismo», ese sector representa menos del 1% de la economía luego de largos años dilapidando recursos subsidiándolo. El estrepitoso fracaso económico y social del chavismo, al cabo de la mayor bonanza petrolera mundial en treinta años, demuestra los estrechos límites para el nacionalismo-burgués en un país semicolonial en la economía capitalista mundial actual.
Reforma o revolución
Como hemos visto, la discusión que subyace a los debates sobre el balance de la economía burocratizada de los países gobernados por el estalinismo, es la vieja confrontación entre perspectivas reformistas, que critican o reniegan de la expropiación de la burguesía, y la perspectiva revolucionaria que concibe la estatización de los medios de producción como un paso necesario en la transición al socialismo, en el marco de una economía planificada democráticamente y un Estado bajo la dirección y el control democrático de los trabajadores y los sectores populares. Las posturas contrarias a la expropiación de los medios de producción encubren tanto las estrategias de «revolución por etapas» y desarrollo de «capitalismos nacionales», propias del chavismo y su «socialismo del siglo XXI», como la restauración del capitalismo en los países que siguen bajo el yugo de regímenes de partido único estalinista. No son excepción en esta tendencia de adaptación al capitalismo quienes promueven una economía privada bajo la forma de asociaciones cooperativas. Como advertía Rosa Luxemburgo en su libro Reforma o revolución de 1899, «la supuesta reforma de la sociedad mediante cooperativas deja de ser una ofensiva contra la producción capitalista. Esto es, deja de ser un ataque directo a las bases fundamentales de la economía capitalista».
No se puede cambiar superar el capitalismo sin abolir sus mecanismos de explotación. Si realmente se quiere erradicar las taras de un aberrante sistema económico mundial que condena a millones al hambre y la enfermedad, donde la explotación es tan intensa que ocho capitalistas tienen más riqueza que la mitad de la humanidad7 , lo decisivo es que la planificación de la economía pase a estar bajo el control democrático de la sociedad. Y el primer paso en esa dirección es el que tomaron los revolucionarios rusos en 1917 al emprender la expropiación de los medios de producción.
1. Trotsky, León. La revolución traicionada. 1936. Marxists.org
2. Betto, Frei. «El fracaso del socialismo alemán y los desafíos a la izquierda latinoamericana». Revista Pasos No. 29. Mayo-Junio 1990.
3. Ídem.
4. «Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en las conclusiones de la primera sesión ordinaria de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones, La Habana, 11 de julio de 2008». Diario Granma, 13 de julio de 2008. http://www.granma.cu/granmad/2008/07/13/nacional/artic06.html
5. Elizalde, Rosa Miriam. «A debate la Conceptualización del modelo cubano: ¿A cuál socialismo aspiramos?», 26 de junio de 2016, Cubadebate.
6. García Linera, Álvaro. El capitalismo andino-amazónico, Rebelión.org, 9 de enero de 2006.
7. Los 8 millonarios que tienen más dinero que la mitad de la población del mundo», BBC Mundo, 16 de enero de 2017. «Las ocho personas más ricas del mundo, todos hombres, acumulan en sus carteras más riqueza que la mitad de la población del mundo más pobre, unos 3.600 millones de personas. Así lo muestra un nuevo informe de la organización contra la desigualdad Oxfam, el cual afirma que la brecha entre ricos y pobres es «más grande de lo que se temía».http://www.bbc.com/mundo/noticias-38632955
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