Por:Rubén Osorio. Militante UIT-CI, Colombia
Terremoto político en Colombia
Un poderoso terremoto político se hizo sentir el pasado 20 de mayo durante la primera vuelta de las elecciones presidenciales realizadas en Colombia. Más de diez millones de sufragantes –cifra superior al 50% de quienes participaron-, utilizaron las candidaturas de Gustavo Petro, de Sergio Fajardo, el voto en Blanco y en menor medida hasta la candidatura testimonial de Humberto de La Calle, como herramientas para expresar su descontento con el establecimiento político forjado a sangre y fuego por los partidos políticos tradicionales de la derecha. El 17 de junio se realiza la segunda vuelta electoral entre el uribista Ivan Duque y Gustavo Petro, candidato de centroizquierda.
Asfixiados política, económica y socialmente millones de colombianos dieron una patada al tablero político. No alcanzaron las amenazas, el chantaje político, el clientelismo y hasta perversos hechos fraudulentos en la contabilidad de los votos, para torcer la decisión irreversible del pueblo para decir basta a las familias de la oligarquía, empresarios y terratenientes que han controlado el país a su antojo.
De este balance de fondo poco se quiere hablar. Es más, las cúpulas de los partidos políticos, los poderosos medios de comunicación e innumerables columnistas de diarios y revistas, pretenden encubrir esta realidad. Incluso algunos llegan al cinismo de querer demostrar que quienes votaron por Fajardo detestan a Petro y viceversa, cuando lo cierto es que ambas candidaturas fueron identificadas y utilizadas por los votantes, como mecanismo para rechazar en forma vehemente la enfermiza ambición de Álvaro Uribe de hacerse al control del aparato de gobierno a través de su titere Iván Duque.
Pero por más que lo intentan no logran invisibilizar este profundo fenómeno de rebeldía contra las estructras políticas actuales. Fenomeno político que es necesario catalogar como genuino, positivo, progresivo y urgente potenciar, para que en su desarrollo se incube una verdadera opción, consecuente, que presente salidas de fondo y responda a los grandes reclamos que hoy levantan los más humildes, los despojados, los explotados y los más oprimidos en el país.
Este poderoso movimiento sísmico en el ámbito político no finalizó el 20 de mayo. Quince días después, el Senado de la República, «cueva de corruptos», presionado por la opinión pública y los resultados de la primera vuelta, hubo de votar por «unanimidad»la convocatoria de una Consulta popular. En los próximos meses para los electores se deberán pronunciar sobre siete temas específicos: 1.- Reducción del salario de los parlamentarios; 2.- Ningún beneficio en materia de reclusión que gozan los condenados por corrupción; 3.- procesos de licitacion pública mediante pliegos en todas las instancias de la adminsitración pública; 4.- obligación de parlamentarios a presentar cuentas de su gestión, además de revelar sus declaraciones de renta; 5.- sanción con extinción de dominio a quienes se apropien de los recursos públicos; y 7.- fijar en tres el número máximo de periodos para los que pueden ser elegidos los miembros de corporaciones públicas.
Por su parte el Consejo Nacional Electoral, blindado por los partidos de la derecha, que en un principio desestimó las denuncias previas a la primera vuelta sobre las posibilidades de fraude y posteriormente argumento que algunas inconsistencias en los datos eran «normales» por comprensibles errores humanos, se ha visto forzado a tener que dar respuesta al reclamo de los apoderados de la campaña de Petro que han logrado demostrar que se presentaron groseras diferencias entre las Actas de Escrutinio y las de las Comisiones Escrutadoras en al menos 1.706 mesas que ponen en entredicho cerca de 600 mil votos.
Si a lo anterior se suma que los dirigentes de los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical, Partido de la U y de varias Iglesias han olvidado sus rencillas con Uribe para acompañar en la segunda vuelta al candidato Iván Duque en un desesperado intento por cerrarle el paso a Gustavo Petro, ello es la demostración palpable del tembladeral que hoy se vive en las estructuras de poder. Lastimosamente hasta el propio Sergio Fajardo, De La Calle y algunos dirigentes de la vieja izquierda nucleada alrededor del Polo Democrático, hoy contribuyen en esa causa, llamando a votar en blanco, porque temen que efectivamente el país «se les pueda salir de las manos». Ese es el gran temor, esa es la gran expetativa que cruza la realización de la segunda vuelta prevista para el próximo 17 de junio.
Curiosamente, como si no pasara nada, el saliente Presidente Juan Manuel Santos, posterior a la primera vuelta realizó una gira por Europa para materializar el ingreso de Colombia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la adhesión a la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN), que además de reflejar una clara política de sumisión a dos poderosos organismos al servicio de los países imperialistas, tiene la intencionalidad de darle un mensaje al mundo que en Colombia no está sucediendo nada extraordinario. Vano esfuerzo, porque ya el propio directorio del FMI ha encendido las alarmas, sobre los riesgos que suponen los resultados de la segunda vuelta presidencial.
Prevalece la incertidumbre para la segunda vuelta
A menos de dos semanas para la segunda vuelta, los partidos de la derecha se dan por seguros ganadores. Los encuestadores anuncian a diario que crece la intención de voto por Duque y en contrapartida sostienen que nuevamente el voto en blanco se expresará en forma contundente, todo ello con la firme intención de desviar la atención de los electores.
Pero tampoco ocultan sus temores. Todo es muy frágil y no saben en verdad cómo respondera el electorado en esta ocasión. Máxime si se tiene en cuenta que la diferencia de dos millones de Duque sobre Petro en la primera vuelta tiene mucha inconsistencia. Al hacer un estudio detallado, se puede apreciar que, por ejemplo en el departamento de Antioquia, bastión del paramilitarismo, de las bandas criminales legitimadas bajo la gestión de Álvaro Uribe, de los grandes terratenentes, donde más desplazamiento de población se produjo y mayores cantidades de tierras fueron usurpadas a las familias campesinas pobres, el candidato de la ultraderecha distanció por un millón cien mil votos a Petro. Esto refleja a las claras que allí operó una enorme presión, basada en amenazas directas a la población para que respaldaran a Iván Duque. Ahora, conocidos los resultados de la priemra vuelta, no sería nada extraña que los votantes de este departamentos se sumen al torrente político de la candidatura de Gustavo Petro.
Voto crítico por Gustavo Petro
Justo es reconocer que el interesante fenómeno político que hoy se despliega en Colombia no se puede catalogar como un giro a la izquierda, ni mucho menos es indicativo de una tendencia revolucionaria y socialista entre la población. Esencialmente es un acto de rebeldía política, democrático, contra la exclusión, contra todos los vicios que la política de empresarios y terratenientes ha engendrado, tales como la corrupción, la impunidad, el saqueo, el despojo, la degradación ambiental; y por sobre todo, un clamoroso rechazo al peligro de retorno a la violencia que un gobierno de ultraderecha como el uribismo pueda repotenciar en el país.
Puede decirse que Gustavo Petro, con su programa por «Una Colombia Humana» refleja muchos de estos deseos, pero no desde una perspectiva que elimine de raíz las causas que generan la inequidad económica, social y política. Su programa es un propósito de buenos deseos de «humanizar» el modelo económico capitalista, cuando lo que se trata es de subvertirlo, si es que de verdad se quieren salidas estables y duraderas, que sólo serán posible alcanzar de la mano de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, que apoyado en la movilización permanente de la población edifique un régimen auténticamente obrero, popular, democrático, al servicio de las grandes mayorías y soberano que rompa las ligaduras que atan a la nación a las potencias extranjeras.
Los integrantes de la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI) constatamos esta enorme deficiencia del programa y de perspectivas que posee la candidatura de Petro y su movimiento. Por tal motivo lo menos que debemos hacer es advertirlo, de tal forma que en el futuro la clase trabajadora y los sectores populares no sientan una gran frustración al constatar que Petro no está dispuesto a traspasar los límites que le fija el modelo de desarrollo capitalista.
Pero también estamos en la obligación de reconocer la realidad y actuar activamente en este fenómeno genuino, positivo y progresivo que hoy se desarrolla a lo largo y ancho del país. No hay mejor forma de hacerlo que acompañando a la población rebelde y combativa en esta experiencia electoral, jugándonos a fondo para que los trabajadores de la ciudad y el campo, las comunidades indígenas, los jóvenes, los más humildes, las mujeres oprimidas y en general todos los excluidos, apoyen en forma crítica la candidatura de Gustavo Petro. Asi darle continuidad a la batalla contra la otra orilla en la cual se ha ubicado la ultraderecha con Ivan Duque y Álvaro Uribe como capitanes de campo del Centro Democrático, del Partido Liberal, del Partido Conservador, del Partido de la U, de Cambio Radical, de los grandes medios de comunicación, de las multinacionales y obviamente de los gobiernos de las potencias económicas y del región que no desean que en Colombia se desencadene un proceso de cambios y transformaciones profundas.
No hay tarea más importante en la presente coyuntura que llamar a depositar un voto crítico por Petro, sabiendo las limitaciones de su programa y siendo conscientes que hay que demandar salidas de fondo. Tarea que no finaliza el próximo 17 de junio, sino que debe proyectarse hacia el futuro, para que se traduzca en un gran saldo político y organizativo.
Hay que salir a convencer a los indecisos o a los que piensan depositar su voto en Blanco, que el hecho electoral tendrá mayor efectividad política si el 17 de junio se respalda la candidatura de Gustavo Petro. Al tiempo que se cumple esa tarea, hay que promover los espacios de debate donde se discuta cuáles son las salidades de fondo, cuál es el programa que hay que enarbolar, que tipo de organizaciones y dirigentes se requieren, así como las tareas de lucha y movilización directa en esta nueva etapa de la vida política nacional, para que esta gran ilusión de los trabajadores, la juventud y los sectores populares no se frustre en el corto plazo.
De tal modo proponemos el siguiente programa para el país y para luchar por una Colombia libre, soberana e independiente de todo yugo extranjero. No a la bases norteamericanas y la adhesión a la OTAN. Cárcel, expropiación de sus bienes y repatriación de capitales a todos los corruptos, de tal forma que dichos recursos sean utilizados para solventar las necesidades de la población. Repudiamos la entrega de los recursos naturales y rechazar la economía extractiva que dilapida el patrimonio de la nación y provoca verdaderos desastres ecológicos como los que hoy se evidencian en la emergencia que se vive por la construcción de la presa Hidroituango. Decimos No al pago de la fraudulenta deuda externa. Aumento general de sueldos y salarios que alcance para cubrir el costo de la Canasta Familiar. Empleos dignos mediante conratos a término indefinido. No a la tercerización. Plenos derechos de organización sindical para los trabajadores, de negociación colectiva y de huelga. Por una profunda y radical reforma agraria que empiece por restituir la propiedad sobre la tierra a las familias campesinas que fueron desplazadas mediante la violencia y despojados de sus fincas. Por la reestatización de empresas que fueron entregadas a multinacionales, especialmente las de servicios públicos. Por educación gratuita en todos los niveles hasta la universidad. Eliminar las leyes retrógradas que hicieron de la salud un botín para los empresarios, lo mismo que recupear los fondos de pensiones hoy en manos de los buitres financieros. No más impunidad, castigo a los promotores de la violencia y el asesinato, empezando por Álvaro Uribe y su entorno familiar sobre quienes pesan más de 250 causas judiciales. Estas son entre otras, consignas básicas que formulamos los militantes de la Unidad Internacional de los Trabajadores y proponemos sean impulsadas simultánemaente con la campaña electoral: ¡¡Gustavo Petro Presidente!!
Al margen de los resultados electorales, lo que queda claro es que se abren unas inmensas perspectivas para que lucha y la movilización directa se haga camino. Los docentes, los trabajadores de la rama judicial, las comunidades campesinas y populares, los transportistas que han sido la vangurdia de las luchas directas en el último período tendrán mejores condiciones para que sus luchas se potencien y obtengan triunfos. Confiamos que superado el obstáculo, que por su política y métodos ajenos al movimiento de masas representaba la existencia de las organizaciones guerilleras en el país en tanto distorsionaban la lucha de clases, el pueblo colombiano pueda dar un salto de calidad y sumarse al torrente de naciones y pueblos que luchan contra el modelo económico capitalista y abracen la causa del verdadero socialismo revolucionario con plena democracia obrera.
Rubén Osorio
Militante UIT-CI, Colombia
8 de junio de 2018