Por: Miguel Sorans, Dirigente de la Unidad Internacional de los Trabajadores- Cuarta Internacional (UIT-CI)
Finalmente se concretó un evento que parecía impensado tiempo atrás. Las imágenes Trump y Kim en la cumbre de Singapur ya han pasado al álbum de la historia con otras como la de Nixon y Mao en Pekín, de 1972. Pero en realidad está muy lejos de aquellos protagonistas. No solo por la diferencia de las personalidades sino porque aquí hubo «mucho ruido y pocas nueces». Muchos acuerdan en que fue una cumbre vacía de acuerdos concretos y más un gran show. Sin embargo, el show es parte de un acuerdo político contrarrevolucionario.
De los cuatro puntos del comunicado, los tres primeros, dedicados al restablecimiento de relaciones diplomáticas, regreso a la paz en una península formalmente en guerra y desnuclearización, no contienen compromisos, ni concreciones, ni fechas. El cuarto es un compromiso también sin fechas de orden humanitario, aunque muy concreto respecto a la recuperación y repatriación de los prisioneros de guerra y desaparecidos. Hay resultados colaterales: el gesto de buena voluntad previo de Kim Jon-un, con el desmantelamiento del campo de pruebas nucleares de Punggye-ri, y el premio posterior de Trump cuando ha declarado que «no habrá más juegos de guerra» en Corea del Sur, refiriéndose a las maniobras anuales conjuntas cuya suspensión exige Corea del Norte.
Muchas intenciones y nada concreto. ¿Cuál es ese acuerdo, entonces? ¿Que saca cada uno de esta cumbre? Trump aparece como supuesto «solucionador» de un gran conflicto mundial que podría, según la propaganda imperialista, haber desembocado en una «guerra nuclear». Y Kim, el dictador seudo socialista de Corea del Norte, legitima su régimen reaccionario. Esta es la verdad de la cumbre y el pacto entre líneas. Kim disimula que va hacia una «desnuclearización» sin fechas ni plazos y Trump lo reconoce a Kim y le garantiza que no piensan cuestionar su régimen dictatorial de partido único. Por eso de derechos humanos ni se habló. Es el mismo acuerdo que los Estados Unidos tienen desde hace décadas con China y Vietnam. Mientras los llamados «comunistas» ya han restaurado el capitalismo e instalaron en sus países a las multinacionales. Con la garantía de que en China y Vietnam hay salarios de hambre y se prohíben las huelgas obreras.
De esta forma Trump, el acusado de «militarista» que pondría en juego la «paz mundial», que mete leña al fuego al conflicto de Medio Oriente, por ejemplo, apoyando a al sionismo, sale como el gran «pacificador». Obtiene un gran logro político pero solo de imagen, porque en realidad siempre han sido pocas las posibilidades de que se desatara una «guerra nuclear» con Corea del Norte.
El imperialismo siempre exageró sobre el poderío nuclear norcoreano
En realidad, el imperialismo, desde la época de George Bush (h), viene exagerando sobre el supuesto poderío militar norcoreano para tener el justificativo para seguir fortaleciendo su presencia militar en Corea del Sur y en toda la región. Cada «amenaza» norcoreana le ha servido para aumentar su presencia en tropas, aviones y navíos en una región clave. Cuando se sospecha que Corea del Norte no tiene el poderío nuclear y misilístico que declara y que, si lo usara, se le terminaría rápidamente, ya que es un país muy retrasado en infraestructura y tecnología industrial.
Estados Unidos tiene una presencia militar permanente desde 1953, con casi 40 mil soldados instalados en bases de Corea del Sur, su cabeza de playa en el sudeste asiático. El marco histórico es la división de Corea en dos países, producida después de la Segunda Guerra Mundial. En 1950 se inició una guerra entre Corea del Sur-EE.UU., de un lado, y Corea del Norte-China, del otro. Que terminó con el armisticio de 1953, sin que se firmara la paz. Lo que consolidó esta partición y los conflictos posteriores*. El imperialismo hace tiempo que ha declarado al régimen norcoreano como unos de los «ejes del mal». Lo vienen usando para justificar su inversión armamentista y su rol de gendarme mundial.
La dictadura capitalista de Kim Jong sale como gran triunfadora
El que sale más favorecido de la cumbre de Singapur es Kim Jong Un y su régimen dictatorial. Sale de la cumbre reconocido, legalizado y con negociaciones abiertas para inversiones y otras concesiones económicas. Corea del Norte es un país pobre que ha sufrido fuertes hambrunas en los 90, con millones de muertos por la responsabilidad no solo del bloqueo imperialista sino por los malos manejos de una dictadura de una burocracia estalinista millonaria y llena de privilegios y que llevó al desastre al país.
Por eso la dictadura vive usando el «chantaje» de su «industria nuclear» y sus «ensayos» para buscar una negociación con el imperialismo yanqui, para obtener concesiones como la entrega de alimentos masivos (ocurrió varias veces, bajo el gobierno de Clinton) y buscando pactar un status capitalista y comercial tipo China o Vietnam.
En Corea del Norte fue expropiada la burguesía luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero desde entonces se instaló una dictadura de partido único que gobierna con mano de hierro desde hace más de 60 años. Se trata de una «dinastía comunista», ya que se inició liderada por Kim il-Sung, abuelo del actual presidente, el joven Kim Jong Un. Que a su vez heredó el cargo de su padre, el asesino Kim Jong -il.
En realidad, esta dictadura no tiene nada de comunista ni de socialista, salvo el nombre. Porque desde los años 90 ha empezado un curso de restauración del capitalismo siguiendo el ejemplo de su vecino y asesor China. Con salarios de 60-80 dólares, sin sindicatos ni derecho a huelga, la inversión directa extranjera fue autorizada desde 1999. Así se fueron instalando en el norte del país empresas capitalistas chinas, en el sur se creó un complejo pactado con la Hyundai, multinacional de Corea del Sur, y en el resto del país ya hay inversiones de Fiat, Siemens y capitales de Rusia, Pakistán, Singapur y Tailandia. Que se vuelcan al sector minero, petróleo, energía nuclear, electrodomésticos, vías férreas, etcétera, con «dificultades» para los capitalistas por los cortes de energía y la mala infraestructura (hay menos del 10% de carreteras pavimentadas).
La entrada del capitalismo no ha hecho más que profundizar la desigualdad social y la miseria de las masas norcoreanas. Mientras, por otro lado, surgen nuevos ricos llamados «tonju», que se traduce como «amos del dinero». De esta cumbre de Singapur no salió nada favorable para el pueblo norcoreano ni para los pueblos del mundo.
*Ver nota Mercedes Petit, El Socialista N° 169, 30/6/2010