Por: Miguel Lamas
Mientras continúa la «mesa de diálogo» con participación del gobierno, la Iglesia, empresarios, sectores estudiantiles y campesinos, la policía y los paramilitares de Ortega siguen matando. Ya hay más de 200 muertos y 1.200 heridos. La insurrección popular se mantiene, Masaya se declaró «territorio libre» y en León hay 400 barricadas. Quieren que se vaya Daniel.
Un reporte del diario La Prensa de Managua informa: «Como si se tratara de una competencia para ver qué localidad repudia más a Daniel Ortega, un leonés dice: Yo creo que aquí tenemos más barricadas que en Masaya. Tenemos 400 nosotros […] En Masaya se estimó que había más de 200. No tan lejos de León, en Nagarote, las cuadras también son obstruidas por murallas adoquinadas. Igual en Jinotega y Jinotepe. Para suerte de miles de nicaragüenses, el asfalto es raro en varias ciudades y pueblos del país, y cuando las vías son de empedrados, levantar muros se hace casi por inercia».
«Las barricadas se hacen para proteger los barrios y sus habitantes de la energúmena represión de Daniel Ortega y su gobierno. Una ola de violencia que saca a las calles a las hordas sandinistas paramilitares con fusiles AK-47, M-16, PKM y rifles de mira telescópica Dragunov, con la intención de asesinar a los protestantes. Huestes acompañadas y respaldadas por la Policía Nacional, de la que el mismo Ortega es jefe supremo […] se mueven en camionetas Hilux y en motocicletas, y van sembrando el terror a su paso».
«Aníbal Toruño, director de la independiente Radio Darío, de León, y víctima de la represión de Ortega cuyos operadores mandaron a quemar su radio el 20 de abril pasado con él adentro, pero sin lograr matarlo, dice: están drogados. Son unas hordas sin control. Son capaces de matar a quien tengan enfrente. Y si les ves las caras, son rostros totalmente desorbitados, fuera de sí».
«Cuando hay alerta naranja las calles se vacían, las barricadas se refuerzan y salen los defensores de las mismas, armados con morteros y tiradoras de piedras (diario La Prensa, 24 junio).
León y Masaya fueron ciudades heroicas en la insurrección popular sandinista que hace 40 años derribó a la dictadura de Somoza. Hoy hijos, nietos y veteranos insurrectos del 79 comparan a Daniel Ortega con Somoza y se proponen echarlo.
Profundo descontento popular
La rebelión comenzó el 18 de abril pasado por la rebaja de jubilaciones pactada por Ortega y el FMI. A pesar de que fue anulada a las dos semanas de protestas, continúa la rebelión como respuesta a la violentísima represión y porque están hartos de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Igual que Maduro, Evo Morales, el peronismo kirchnerista y todos los anteriores gobiernos latinoamericanos del doble discurso, Ortega trata de mantener un discurso de «izquierda» y «antiimperialista». Para eso utiliza las históricas banderas sandinistas. Pero los planes económicos que implementó tuvieron apoyo del FMI, de los grandes empresarios privados y de la Iglesia. Ortega mantiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
Pese a que el presidente se jactaba del «gran crecimiento económico» de Nicaragua (crecía a 4% anual el PBI), esto beneficiaba a las multinacionales yanquis, chinas y a grandes empresarios nicaragüenses, no al pueblo.
La «mesa de diálogo»
Los empresarios y la Iglesia, que apoyaron al gobierno hasta hace muy poco, se ponen hoy como promotores del «diálogo». El diálogo, al cual concurren empresarios, la Iglesia (con apoyo público del Papa), dirigentes estudiantiles de las protestas y también campesinos (en el marco de la Alianza Cívica que formaron), es con el gobierno de Ortega. Este aceptó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU visiten Nicaragua. Pero todo esto es claramente una maniobra distractiva, con la que Ortega quiere frenar las movilizaciones pero sin frenar a sus policías y paramilitares que matan todos los días.
Sergio Ramírez, ex miembro de la junta sandinista que gobernó Nicaragua a la caída de Somoza, hoy opositor, señala: «Tal vez Ortega no quiere revelar que se puso de acuerdo con Estados Unidos para adelantar las elecciones, porque eso puede crear pánico y desorden en el reducto que lo defiende».
Es decir que Trump, la Iglesia y los empresarios están sosteniendo a Ortega para que se mantenga en el poder por un año más, a cambio de un adelanto en las elecciones, garantizarle impunidad y evitar su caída revolucionaria por una insurrección popular para que siga con una economía al servicio de los grandes negocios capitalistas.
Los estudiantes y el pueblo movilizados desconfían y por eso no bajan los tranques (barricadas).
El único camino para terminar con los gobiernos al servicio de los de arriba y la pobreza en Nicaragua es seguir la movilización revolucionaria popular, repudiando el diálogo tramposo, hasta derribar al régimen patronal y represivo de Ortega y luchar por un gobierno de los de abajo, de la clase trabajadora, de los campesinos y la juventud.
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