Por: MST UIT-CI
Este 11 de septiembre se cumplen 45 años desde que las FF.AA y los empresarios chilenos, aliados al imperialismo yanqui, dieron el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende. Como en Argentina, Uruguay o Bolivia, los golpes de Estado estuvieron dirigidos a evitar que los trabajadores y el pueblo tomaran el poder y gobernaran para su propio beneficio.
Desde es trágico 11 de septiembre, se impuso una sangrienta dictadura capitalista, que asesinó, torturó, violó, desapareció, exilió y encarceló a miles de compañeros y compañeras. Trabajadoras y trabajadoras, estudiantes, campesinos y campesinas, mapuches, pobladores y un gran etc. de víctimas que llenan de sangre la falsa democracia chilena.
Sus asesinos y verdugos, la mayoría absoluta de ellos, viven o murieron en total impunidad. Empezando por Pinochet y sus generales. Los empresarios chilenos y el imperialismo yanqui, no tan sólo no han pagado un día por sus crímenes, sino que siguen saqueando brutalmente al país que llenaron de sangre para cuidar sus intereses.
Este 11 de septiembre, volvemos a denunciar la falsa democracia impuesta desde los gobiernos de la Concertación, y los acuerdos de silencio e impunidad para proteger a las FFAA y a los civiles involucrados en el golpe de Estado.
Pero eso es la mitad de la verdad
La clase obrera chilena tuvo en su interior otros enemigos. Nos referimos a las direcciones de los partidos de la Unidad Popular, especialmente al Partido Comunista y al Partido Socialista, que se lo pasaron durante tres años inculcandoles a los trabajadores la idea de que se podían liberar de la dominación imperialista, aliándose con los empresarios nacionales.
Los mismos que usaron ese apoyo para desestabilizar al gobierno de la UP, y luego dar el Golpe de Estado.
Otra traición de estos partidos, fue el considerar a las FF.AA como patrióticas o constitucionalistas, como si fueran neutrales, cuando en realidad son las principales sostenedoras del Estado burgués, o sea del Estado de los capitalistas.
Ambas ideas, sostenidas ferreamente por Allende y los dirigentes de la UP, que sostuvieron hasta último minuto que se podía llegar al socialismo por «la vía democrática», respetando el régimen capitalista y sus leyes, quienes allanaron el camino al golpe.
Cuando el enfrentamiento entre los patrones y la clase obrera se hacía inevitable, el PC y el PS no hicieron lo que todo partido que se reclama revolucionario debió haber hecho: buscar la solidaridad y organización de soldados y suboficiales para dividir las FF.AA., para romper la verticalidad de mando y paralizar las intentonas golpistas. Pero sobre todo, organizar y armar a los trabajadores y al pueblo para derrotar militarmente a los golpistas.
Su política fue la opuesta: ante las reiteradas denuncias de los soldados, marinos y suboficiales de que se estaba preparando un golpe, ni Allende, ni estos partidos, les hicieron caso. Y fueron más allá, votaron la Ley de Control de Armas, desarmando a los trabajadores y al pueblo, y garantizando así a los golpistas que no habría ni una resistencia a su masacre.
El golpe triunfante generó miles de muertos, torturados, desaparecidos y exiliados. Fue la terrible consecuencia de una derrota en la cual la traición del PC y PS juega como la principal responsable.
Esta verdad fue ocultada durante muchos años, pero el velo comenzó a correrse. En el año 1988, estos partidos concretan otra traición: pactan la transición a la democracia en lugar de cumplir con el anhelo democrático de las masas que era derrotar a la dictadura.
Hoy estos partidos están absolutamente integrados al régimen burgués ya sea desde el gobierno o desde el parlamento como los más celosos custodios del neoliberalismo y las ganancias de los grandes empresarios nacionales y extranjeros.
Ante este panorama no queda otra alternativa que formar un verdadero partido revolucionario, que no tenga compromisos con la burguesía, que busque la movilización independiente de los trabajadores con el objetivo de que ellos mismos conquisten el poder político y por esta vía expropiar a las grandes corporaciones económicas y administrar democráticamente la producción bajo su propio control.