Corresponsal de Correspondencia Internacional, revista de la UIT-CI
Entre el 6 y el 8 de mayo se realizó en la casa Benito Juárez de La Habana el primer Evento Académico Internacional León Trotsky, auspiciado por el Instituto de Filosofía y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, con la colaboración de otras instituciones entre las que destaca el Museo Casa León Trotsky de Ciudad de México.
Las ponencias abarcaron los aportes de Trotsky a la teoría marxista, su participación en los debates culturales y artísticos, Trotsky como historiador, entre otros temas. El trotskista venezolano Simón Rodríguez Porras, coautor del libro ¿Por qué fracasó el chavismo? Un balance desde la oposición de izquierda, miembro del Partido Socialismo y Libertad de Venezuela y la UIT-CI participó en el panel Revolución en el Caribe y el continente con la ponencia La vigencia de la IV Internacional en el Siglo XXI.
Existe un creciente interés en la figura y el legado teórico de Trotsky en Cuba, donde el estudiantado y la intelectualidad desarrollan debates acerca de la experiencia de la URSS y el sentido de los cambios económicos y sociales que experimenta la isla en las últimas décadas. En el ámbito del arte y la cultura se refleja este interés. «El hombre que amaba a los perros», del novelista cubano Leonardo Padura, es una obra literaria que aborda la vida de Trotsky y de su asesino, el agente estalinista Ramón Mercader, quien vivió sus últimos años en la isla caribeña. De dicha novela se vendieron dos ediciones en Cuba. En una de las obras del artista cubano Rubén Alpízar, exhibida en la Bienal de La Habana al mismo tiempo que se realizaba el evento académico, se puede apreciar a Trotsky como una de las icónicas figuras que ocupan una suerte de Arca de Noé, junto al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante y la cantante Celia Cruz, entre otros referentes. Aunque su labor de difusión estuvo dirigida más al exterior que al interior de Cuba, la finada intelectual Celia Hart se proclamó abiertamente como trotskista la década pasada.
Contra la corriente
El coordinador del evento fue el investigador cubano Frank García, que de manera admirable logró superar los obstáculos para su realización, con la colaboración de jóvenes igualmente tenaces como la periodista Lisbeth Moya y el escritor Yunier Mena. En la inauguración del evento, García consideró a los trotskistas cubanos como revolucionarios incomprendidos y recordó el título del caricaturista mexicano Rius, “El diablo se llama Trotsky”, al reivindicar al dirigente bolchevique. Su audaz iniciativa e incansable trabajo permitió la realización de este histórico evento, al que asistieron alrededor de 60 invitados internacionales de unos quince países.
Lamentablemente la asistencia de jóvenes estudiantes, investigadores y activistas cubanos fue muy limitada. La actividad no se anunció públicamente y el ingreso a la casa Benito Juárez estaba restringido a una lista de invitados elaborada previamente. Donaciones de libros de Trotsky y otros materiales fueron retenidas por la aduana. Para muchos en el aparato estatal, Trotsky sigue siendo una mala palabra, tal y como lo fue en la década del 70 cuando fueron encarcelados los últimos trotskistas en Cuba.
No son pocos los académicos e intelectuales cubanos que se esfuerzan por incorporar el estudio de la obra y el legado teórico del revolucionario ruso a la reflexión sobre la experiencia soviética y sobre los cambios en curso actualmente en la isla, superando resistencias institucionales de vieja data. Sin llegar a una decena, los jóvenes cubanos asistentes a la actividad mostraron gran interés por los debates suscitados desde esta corriente marxista radicalmente crítica del estalinismo. La oposición de izquierda al estalinismo contó con importantes figuras en las décadas del 20 y 30 en Cuba como el joven dirigente Julio Antonio Mella y el dirigente obrero Sandalio Junco. Lamentablemente en los años 60 el trotskismo en Cuba pasó a ser identificado con la corriente posadista, conocida por sus disparatadas y erráticas políticas. Sin reivindicarse trotskista, el Che Guevara en sus últimos años recomendó la publicación de libros de Trotsky en Cuba y llevó textos suyos entre sus últimas pertenencias en la guerrilla boliviana. Nahuel Moreno homenajeó merecidamente al comandante guerrillero como “héroe y mártir de la revolución permanente”.
Tres días con una intensa agenda
Esteban Volkov, nieto de Trotsky, envió su saludo al evento. Se presentó el libro Trotsky en el espejo de la historia, del historiador peruano Gabriel García; una nueva edición de La Revolución traicionada por parte del Centro de Estudios Socialistas Karl Marx y la compilación Escritos Latinoamericanos, del Centro de Estudios y Pensamiento Socialista León Trotsky, así como extractos de un documental en fase de preparación, El hombre más peligroso del mundo, de la realizadora audiovisual Lindy Laubman.
Se abordó una gran riqueza de temas durante tres días de intensa actividad. Entre las ponencias presentadas, Paul LeBlanc habló sobre la lucha de Trotsky contra el estalinismo, Clara de Freitas habló sobre la crítica al culto de Lenin desarrollado por el estalinismo, Suzi Weissman disertó sobre la ruptura entre Trotsky y Victor Serge, Helmut Dahmer desarrolló una ponencia acerca de la relación entre la obra de Walter Benjamin y la de León Trotksy, Marcela Fleury examinó la relación entre la obra cinematográfica de Eisenstein y la teoría de la revolución permanente, Armagan Tulunay trazó paralelismos entre el exilio de Trotsky en Turquía y el de Nazim Hikmet en La Habana, Flo Menezes expuso acerca del trotskismo del brasileño Mario Pedrosa, Yunier Mena disertó sobre el arte y la cultura en La Revolución Traicionada, Dan La Botz presentó una ponencia sobre los debates entre Trotsky y Souvarine, Alex Steiner pasó revista a los estudios de Hegel realizados por Trotsky, Daniel Perseguim presentó un estudio de la fase mexicana del Boletín de la Oposición, Rafael Bernabé abordó el surgimiento del imperialismo estadounidense según Trotsky y el caso puertorriqueño, mientras que Ricardo Márquez habló sobre Julio Antonio Mella y el trotskismo cubano.
Entre las intervenciones de los investigadores cubanos destacó Natasha Gómez, profesora de filosofía de la Universidad de La Habana, quien resaltó la importancia de la teoría de la revolución permanente, de la que fue precursor el propio Marx, para una lectura marxista de revoluciones en países periféricos como la propia Cuba. Wilder Varona, del Instituto de Filosofía, planteó que Cuba tenía una deuda histórica con Trotsky y con el movimiento trotskista, cuyos aportes eran pertinentes en la actual “disputa de sentido”. La investigadora Caridad Massón expuso desde la perspectiva del estalinismo los argumentos empleados tanto para expulsar del partido comunista del dirigente obrero negro Sandalio Junco, como para luego asesinarlo, cuando ya era dirigente del Partido Bolchevique Leninista. La exposición generó indignación, pues rayó en la apología del brutal crimen, pero no hubo interrupciones.
Fueron reiterativas las intervenciones y ponencias que desmarcaban al marxismo del estalinismo, su tergiversación burocrática y reformista. No faltaron las polémicas entre distintas corrientes acerca del carácter social de la URSS, las revoluciones del período de posguerra, los debates entre Trotsky, Nin y Serge, entre otros temas.
La vigencia de la IV Internacional
En su ponencia, Simón Rodríguez Porras presentó “una posible lectura de lo que significa ser trotskista actualmente, a través de una interpretación de la vigencia del proyecto de la IV Internacional, la cual (Trotsky) consideró la obra más importante de su vida”. Recordó el investigador que Trotsky dio por agotada definitivamente la Internacional Comunista “luego de la desastrosa política del estalinismo que auxilió el ascenso del nazismo al poder. Menos de un año después de la fundación de la IV Internacional, se firmaría el infame pacto Molotov-Ribbentrop”. La IV Internacional retomó la tradición internacionalista. “Existe evidencia de que este debate (el del internacionalismo versus el socialismo en un solo país) fue el que más preocupaba a Stalin al momento de ordenar el asesinato de Trotsky”.
La ponencia contrastó las tareas que la IV Internacional estableció para sí misma con el mundo actual. “La caída de la URSS y la restauración del capitalismo a fines del siglo XX en los países en los que la burguesía había sido expropiada, indudablemente tuvo un impacto político muy profundo al no lograrse en ninguno de estos países un régimen de democracia obrera que preservara las conquistas sociales y la expropiación de la burguesía. Para concluir que hubo restauración capitalista nos basamos en los criterios por los que durante la NEP Lenin y Trotsky consideraban que la URSS seguía siendo un Estado obrero: el monopolio estatal del comercio exterior, la planificación económica estatal y la estatización de los sectores fundamentales de la economía. Esta restauración del capitalismo implica que en países como China, donde el Partido Comunista gobierna aliado a las transnacionales o Rusia, bajo el gobierno conservador de Putin, lo que está planteado es la necesidad de una nueva revolución socialista”.
Hace erupción en 2007 un nuevo episodio en la crisis cíclica del capitalismo. La desigualdad económica ha alcanzado sus mayores niveles en la historia. No hay sectores burgueses “antiimperialistas” o “progresistas” que puedan jugar un rol dirigente para una etapa de “liberación nacional”, como todavía plantea el estalinismo siguiendo un esquema de “revolución por etapas”. El caso más dramático de los proyectos fallidos de colaboración de clases en Latinoamérica es el de Venezuela, donde el ajuste económico, con una brutal reducción de los salarios y del gasto social, obligó a más del 10% de la población a emigrar, crisis que se agrava con las sanciones económicas estadounidenses de este año. Una posición revolucionaria consecuente implica repudiar las sanciones económicas a Cuba y Venezuela por parte de EEUU y el intento de golpe propiciado por Trump, pero manteniendo plena independencia política. En los países del Norte de África y el Medio Oriente donde siguen surgiendo grandes rebeliones populares, la ausencia de partidos revolucionarios que organicen un cambio de fondo, levantando una alternativa socialista a las crisis, ha transformado grandes triunfos en derrotas. Al concluir, Rodríguez reivindicó que “sigue siendo posible y necesario construir un partido revolucionario mundial para luchar contra un sistema que también es mundial”.