Escribe Martin Fu
Las masivas y espontáneas protestas que comenzaron el pasado 13 de julio y movilizaron más de un millón de personas, terminaron tirando al gobernador Ricardo Roselló. Dimitió por el repudio generalizado a sus dichos homofóbicos, machistas y violentos. Sumado al rechazo a las políticas que someten a cientos de miles a una creciente miseria y han forzado el mayor exilio de puertorriqueños de las últimas décadas.
La jornada del 22 de julio, con huelga general, bloqueos de rutas y autopistas de San Juan terminaron coronando la salida y renuncia de Rosselló del gobierno, que ha quedado acéfalo con un real vacío de poder. La figura de Wanda Vázquez, secretaria de Justicia y en la primera línea como posible sucesora en medio de esta enorme crisis, es rechazada y amplía, aún más, la movilización. Sumando a Colectiva Feminista en Construcción, que denuncia el paso de Vázquez como jefa de la Procuraduría de las Mujeres en 2010 “donde no abordó los problemas de violencia de género y fue una pieza más en la burocracia del gobierno” (Clarín, 26 de Julio) y utilizó sus influencias para acomodar a su hijo y marido en la función pública. La crisis no se ha cerrado y en la isla soplan vientos de bronca. Dos son los partidos que se alternan en el poder en Puerto Rico desde 1950, el partido Nuevo Progresista -del gobernador depuesto- y el partido Popular Democrático. Ambos son expresiones patronales, correas de transmisión del imperialismo yanqui. Cuentan con el rechazo de las mayorías que hasta expresaron el “que se vayan todos” en las enormes movilizaciones de julio. La Junta de Supervisión Fiscal, organismo creado por los banqueros yanquis para garantizar los pagos de la deuda sigue en pie. Ha perdurado con el paso de los gobiernos y según sus propios voceros el ajuste y las políticas fiscales son mandatadas por la misma. Esta crisis pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de la independencia total y definitiva de los Estados Unidos. Reflotando las pasadas luchas independentistas encabezadas por dirigentes como Filiberto Ojeda Ríos y Oscar López Rivera (ver El Socialista Nº 432).
Puerto Rico ha autodecretado su bancarrota económica desde mayo de 2017, con una deuda externa de 70.000 millones de dólares que no para de crecer. Ser un estado asociado a Estados Unidos no le supone ninguna ventaja o mejor ubicación a los puertorriqueños, frente al resto de Latinoamérica. El país tiene una tasa de desempleo del 15%, tres veces superior a la de cualquier estado de la Unión, siendo el costo de vida más caro que en el continente y los salarios sensiblemente inferiores. Las políticas de ajuste y los recortes de presupuesto fueron los detonantes en la decisión de decenas de miles de emigrar hacia Estados Unidos, sumado a la corrupción y la desidia, condiciones que se repiten y multiplican en la mayoría de los gobiernos de Latinoamérica. Los doce años de recesión económica y la crisis del endeudamiento han servido de aliciente en el proceso revolucionario iniciado el 13 de julio en San Juan de Puerto Rico. La isla sufrió en 2017 los embates de los huracanes Irma y María que la arrasaron de punta a punta, sintiéndose en los barrios más pobres debido a su precaria infraestructura. Hubo miles de muertos cientos de desaparecidos y durante meses sectores populares vivieron sin luz ni agua. Las mayorías populares debieron sufrir también el abandono de un gobierno que no dio respuesta y del gobierno de Trump, que miraba hacia otro lado. Luego Trump, ante la presión popular, hasta ventiló el desvergonzado robo de los fondos destinados a los primeros auxilios y planes de reconstrucción de la isla más urgentes.
Eduardo Lato, escritor puertorriqueño, señaló que “han sido doce días en que los que por primera vez en décadas vivimos sin amos, descubrimos en estas jornadas la fuerza indetenible de la libertad” (Clarín, 26 de julio). Parece ser la mejor ilustración de lo que fueron las jornadas revolucionarias de julio y el espíritu de jóvenes, trabajadores y el pueblo en general supieron expresar en las calles. Sin una dirección política y con figuras del arte como la del músico Ricky Martín, René de Calle 13, el rapero Bad Bunny encabezando las movilizaciones y con la solidaridad de otros artistas como Benicio del Toro y Luis Fonsi, la exigencia del cambio de la dirigencia política de la isla es uno de los reclamos que unifica la rebelión. Esto pone en el tapete la necesidad de que la juventud rebelde, los artistas, los trabajadores, las mujeres y sectores de la izquierda, den paso en la formación de un nuevo partido de los de abajo.
La crisis política no está resuelta. La movilización popular rechaza el recambio de Wanda Vázquez. El pueblo boricua debe seguir su lucha hasta lograr un gobierno surgido de la movilización revolucionaria y de las nuevas organizaciones populares que vayan surgiendo. La movilización debe reclamar el no pago de la deuda externa para utilizar ese dinero en un plan de emergencia de obras públicas para generar trabajo y reconstruir las ciudades más afectadas por el huracán. En ese camino retomar la pelea por la independencia de Puerto Rico de los Estados Unidos. Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) acompañamos este proceso y llamamos a rodear de solidaridad al pueblo de Puerto Rico, que nuevamente se ha puesto de pie y ha salido a las calles a luchar por un futuro más digno para su pueblo.