Correspondencia Internacional N° 44 Marzo 2020
Es sabido que la epidemia del coronavirus comenzó en China, en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en diciembre. Al cierre de esta nota el número de casos llegaba a más de 80 mil. Desde allí se expandió al mundo. ¿Por qué se originó en China?
Una de las versiones más disparatas la dio Nicolas Maduro, quien llegó a alertar “que no sea el coronavirus un arma de guerra que se esté utilizando contra la China y ahora contra los pueblos del mundo en general” ( Infobae , 28/2/20). Ni siquiera el gobierno chino insinuó algo semejante.
Las causas del surgimiento y el desarrollo del coronavirus hay que buscarlas en la crisis social que existe en la China capitalista. En sus tremendas desigualdades sociales con más de 1.000 millones de trabajadores/as y campesinos que viven explotados, en condiciones de hacinamiento y de misera frente a unos 400 millones de ricos y de clases media alta.
Esta epidemia muestra la verdadera cara de la dictadura del PCCH, cuando el imperialismo y los medios de prensa burguesa la vienen elogiando como un ejemplo de “modernidad” del capitalismo. Mientras sectores de la izquierda reformista, como el chavismo, el lulismo o el castrismo la elogian como un ejemplo de un supuesto “socialismo del siglo XXI”.
En las primeras investigaciones sobre los orígenes del coronavirus, se sospecha que ha surgido en los masivos mercados públicos de la ciudad Wuhan, en donde se venden animales vivos: desde pollos, cerdos hasta aves y reptiles, que en muchos casos son faenados en el momento. También se comercializan desde zorros, murciélagos hasta serpientes. Se cree que algunos de estos animales pudieron haber transmitido el virus. Desde el gobierno chino han querido justificar estas prácticas, totalmente insalubres y que están prohibidas en muchas partes del mundo, como una cuestión “cultural ancestral”. Cuando en realidad este tipo de mercados, que se dan en China y en otras partes del mundo, son fruto de la miseria y la desigualdad de los pueblos. Una tradición que viene de las miserias y las hambrunas que genera la explotación capitalista.
También la epidemia del coronavirus se da en el marco de un deterioro del sistema de salud chino por las privatizaciones. Desde la revolución de 1949 el sistema fue estatal y gratuito. Con la restauración capitalista “un 45% de la población urbana del país y el 80% de la población global, no tiene ningún tipo de seguro médico, admitido recientemente por el Viceministro de Salud Gao Qiang” (Andrés Oppenheimer, “Cuentos Chinos”, página 61, Editorial Sudamericana. 2005).
La gravedad de la epidemia del coronavirus se pone en evidencia, además, por el manejo represivo y de censura de la dictadura. Por eso los datos de fallecimientos e infectados son totalmente dudosos ya que la única fuente de información es el PCCH.
Lo más grave fue el caso de censura y represión al médico oftalmólogo Li Wenliang. El 30 de diciembre hizo la primera alerta que no fue tomada en cuenta. Para peor, días después de empezar a conocerse este llamado, funcionarios de la oficina de seguridad pública (policías) se presentaron para advertirle que estaba “cometiendo una falta grave”. Lamentablemente el médico ya había contraído el virus y terminó falleciendo a mediado de enero.
La dictadura, al negar esta advertencia, probablemente profundizó el agravamiento de la epidemia y su conexión con el resto del mundo. Tal fue el repudio que el gobierno central tuvo que destituir a los dos principales dirigentes del PCCH de Wuhan, para tratar de contener el odio popular.
La otra cara del coronavirus son las consecuencias en la crisis de la economía capitalista mundial. China es el mayor exportador del mundo y la caída récord que ha registrado su producción industrial, por el cierre de las empresas, tendrá un impacto negativo en todo el mundo capitalista. Ya trasciende los marcos de China. Se ve afectado, por ejemplo, todo lo relacionado con la industria del turismo. Caen la producción y los precios del petróleo. Se profundizará la crisis de la economía capitalista en curso desde 2007. Las multinacionales están preocupadas por sus enormes pérdidas de ganancias en China y en el mundo. El imperialismo y sus gobiernos van a tratar de profundizar los planes de ajuste y saqueo sobre la clase trabajadora y los pueblos. La oleada de rebeliones populares muestra que no les va a resultar tan fácil.