Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI para El Socialista N°473 (19.08.20)
Con centenares de miles de personas en las calles y una huelga general, el pueblo de Bielorrusia rechaza el escandaloso fraude electoral y exige que se vaya Lukashenko, el dictador que gobierna hace veintiséis años.
El domingo 9 de agosto hubo elecciones en Bielorrusia y, como sucede desde hace veintiséis años, el tribunal electoral proclamó el triunfo de Lukashenko, con 80% de votos, frente a Svetlana Tikhanovskaya, con un supuesto 9 por ciento.
Antes de las elecciones Lukashenko encarceló a dos candidatos opositores acusándolos de ser parte de una “conspiración extranjera”, uno de ellos es el esposo de Svetlana Tikhanovskaya. Otro candidato potencial con posibilidades electorales, miembro del banco Gazprombank de Rusia, huyó después de recibir el aviso de que también iba a ser arrestado.
Durante la campaña, los activistas fueron perseguidos por la KGB (policía política que sigue llamándose igual que en los tiempos de Stalin), los actos opositores fueron reprimidos y cientos de personas terminaron encarceladas. A los observadores independientes, a los partidos opositores y veedores internacionales les impidieron fiscalizar los comicios.
Estallan las protestas
La mayoría de la población no creyó en el “triunfo” de Lukashenko y se desataron protestas masivas y una huelga general contra el fraude electoral. “Las protestas no tienen precedentes en su escala, ya que la gente en decenas de ciudades y pueblos se ha levantado y pide que la principal figura de la oposición, Svetlana Tikhanovskaya, quien tuvo que huir al exilio, sea reconocida como la ganadora de las elecciones presidenciales del domingo”, señaló la corresponsal de la BBC.
El gobierno respondió con una fuertísima represión policial, con casi 7.000 detenidos, centenares de heridos, torturados y la internet caída por días. Pero sólo logró aumentar el repudio popular.
El domingo 16, las protestas continuaron por octavo día consecutivo. Se estima que más de 250.000 personas participaron en la “marcha de la libertad” en la capital, Minsk. También hubo marchas masivas en Gomel, la segunda ciudad del país.
Según informes de los medios de comunicación bielorrusos, los trabajadores hicieron paros y asambleas espontáneas en más de cien grandes empresas manufactureras, incluidas BelAZ (camiones todoterreno, Zhodino), MAZ (camiones y autobuses, Minsk), MTZ (tractores, Minsk), Keramin (baldosas cerámicas, Minsk), Integral (productos electrónicos, Minsk), Grodno Azot (productos químicos, Grodno) y Belaruskaliy (fertilizantes potásicos, Soligorsk).
Partidarios del presidente Lukashenko se reunieron también el domingo 16 en el centro de Minsk en una contramanifestación que contó con poca asistencia, muchos obligados bajo la amenaza de ser despedidos de sus trabajos.
El régimen de Lukashenko
Bielorrusia está ubicado entre Rusia y Polonia, tiene más de nueve millones de habitantes y fue parte de la antigua Unión Soviética. Como Rusia y otros Estados emergentes de la URSS, en 1991 se independizó en el marco de una huelga general que duró un mes. Aunque cayó el régimen estalinista de partido único, se restauró el capitalismo mediante un régimen de ex burócratas estatales asociados a nuevos capitalistas. Bielorrusia conserva una porción importante de empresas estatales, pero en el marco del libre mercado capitalista con inversiones imperialistas en los sectores claves más modernos (informática) y la banca.
La apertura democrática lograda por los trabajadores movilizados en 1991 fue cada vez más restringida. Y a partir de 1994 se empezó a consolidar el gobierno dictatorial de Aleksander Lukashenko con una fachada de elecciones, siempre fraudulentas. Mantiene además una buena relación con Rusia y Putin, a quien le ha pedido “ayuda”.
La actual crisis del régimen no solo fue causada por el fraude electoral, sino por el hartazgo de la continua represión a las libertades democráticas, incluidas la libertad sindical y de organización política de los trabajadores, y también por el ataque a los derechos laborales y la crisis social. El año pasado comenzó una fuerte recesión económica, el gobierno dictó leyes facilitando despidos, imponiendo un sistema de contratos temporales, recortando beneficios sociales, aumentando la edad jubilatoria y buscando facilitar la inversión extranjera europea o rusa. También incrementó la deuda externa y se inició la privatización de empresas públicas aumentando la dependencia con la banca internacional.
El coronavirus agravó la situación. Como Trump y Bolsonaro, Lukashenko negó el alcance de la pandemia e intentó ocultar el impacto real en la salud popular. El mandatario, de 65 años, llegó a aconsejar a los bielorrusos que beban vodka y vayan al sauna. Hoy Bielorrusia superó los 70.000 infectados, aunque hay muchos indicios de que el número real es muy superior. El propio Lukashenko tuvo Covid-19.
¡Fuera Lukashenko!
La señora Tikhanovskaya capitalizó la bronca popular a Lukashenko por ser la única alternativa electoral. Incluso Lukashenko reforzó esto con su afirmación de que “una mujer no puede manejar Bielorrusia”, dicho con el que logró que centenares de miles de mujeres estuvieran a la vanguardia de la movilización.
Tikhanovskaya es una candidata procapitalista también. Tiene el apoyo de sectores imperialistas europeos y de los capitalistas ucranianos. Su programa de gobierno, aunque no habla mucho de eso, debe basarse muy probablemente en avanzar con las privatizaciones y reforzar la dependencia con el capital extranjero.
Pero el otro elemento importantísimo en las protestas bielorrusas es el papel central de los trabajadores industriales y los sindicatos obreros, que convocaron a la huelga general e incluyen entre sus demandas, además de la democracia política, el rechazo a las privatizaciones, la defensa de la estabilidad y los derechos laborales y la plena libertad de organización sindical.
Desde la UIT-CI apoyamos la rebelión obrera y popular democrática del pueblo bielorruso para terminar con la dictadura e imponer elecciones libres y democráticas. Por el desarrollo de la huelga general obrera. Contra cualquier intento represivo o de intervención militar interna o de Putin y Rusia. Consideramos que la construcción de una alternativa política de los trabajadores y trabajadoras es una necesidad para seguir la lucha por los cambios de fondo que necesita el pueblo trabajador bielorruso, que pasa por lograr un gobierno de la clase trabajadora.
En ese camino, llamamos a la solidaridad internacional en apoyo al pueblo y la clase trabajadora de Bielorrusia para sacar a la dictadura de Lukashenko e imponer las demandas democráticas y sociales que reclaman.