Escribe Miguel Lamas, desde Bolivia
El 18 de octubre hay elecciones nacionales en Bolivia. Las encuestas indican que el MAS estaría con alguna posibilidad de ganar en la primera vuelta. Pero aún hay más de 20% de votantes “indecisos” y los que irían por “blanco o nulo”. Si el MAS no llega a 40% y no obtiene más de 10% sobre el segundo, habrá segunda vuelta y ganaría Carlos Mesa, hoy segundo en las encuestas, porque reuniría el voto anti-MAS. Todo esto en medio de una profunda crisis de salud, económica y política, que hace más imprevisibles los resultados.
El gobierno de facto y reaccionario de Jeanine Añez, en medio de la pandemia, tuvo una política económica desastrosa para la salud y la economía popular, apoyando económicamente a bancos y oligarcas agroindustriales. A esto se sumó una desenfrenada corrupción, que incluyó la compra de respiradores en España con enorme sobreprecio y que no sirvieron, y no entregando siquiera el mezquino presupuesto previsto para los hospitales.
Bolivia, según cifras oficiales, es el tercer país del mundo en muertes por habitante de coronavirus. Pero puede llegar a ser el primero de esa macabra lista, un informe que publica el diario yanqui New York Times revela que las cifras reales de fallecidos “en exceso” en Bolivia, en relación con otros años, presumiblemente lo son por coronavirus.
El último que apague la luz
Añez tuvo que renunciar a la candidatura a la presidencia en las próximas elecciones, no pasaba de 10% en las encuestas. Cada semana se va algún ministro. Todos los que la apoyaron al principio, incluyendo los candidatos Carlos Mesa y el ultraderechista Luis Fernando Camacho, y hasta su partido, el Demócrata, pasaron a la oposición, con duras críticas públicas, ante el abrumador rechazo popular a su gobierno.
El MAS fue cómplice del gobierno desde el Parlamento ya que no hizo ninguna ley, teniendo la mayoría de dos tercios, a favor de la economía popular y la salud. Pero, por supuesto, también denuncia duramente a Añez.
Elecciones en medio de la crisis
En este contexto, se llega a las elecciones con importantes luchas obreras contra los despidos, y de los trabajadores y trabajadoras de la salud por sus derechos laborales, por abastecimiento a los hospitales, etc. Luchas que no tienen el menor apoyo de la Central Obrera Boliviana.
Hay siete frentes electorales, de los que solo dos compiten por la presidencia, Luis Arce (MAS, 40% de votos válidos en encuestas) y Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana, 32% de votos válidos), y un tercero, Luis Fernando Camacho, de ultraderecha (16%), y más de 20% de ciudadanos que no contestan o declaran voto nulo o blanco. Para que no haya segunda vuelta el primero tiene que superar 40% de votos válidos, no cuentan blancos o nulos, y tener más de 10% de diferencia sobre el segundo.
Aunque parece lo menos probable, el MAS podría ganar en primera vuelta. Si hay segunda vuelta, se supone que Carlos Mesa ganaría al reunir el conjunto de los votos anti-MAS.
El MAS mantiene una fuerte votación
El MAS gobernó desde 2006 y llegó a sacar 64% de los votos en 2014, sufrió un importante desgaste ante el derrumbe de los precios de los hidrocarburos, por su falso “socialismo andino” que no cumplió con una verdadera nacionalización del gas ni de la minería, pactó con la oligarquía agroindustrial y con las multinacionales mineras (Sumitomo) y del gas (Repsol) a las que les dio cada vez más ventajas. Incluso apeló en diversas circunstancias a la represión contra trabajadores e indígenas y a someter a sus organizaciones.
Por eso, un sector numeroso de trabajadores rompió con el MAS. Sin embargo, el desastroso gobierno de Añez y la falta de alternativas electorales le permiten al MAS conservar el voto de grandes sectores populares, campesinos, indígenas y trabajadores precarizados, que no quieren a la derecha en el poder. Y de alguna forma confían en que vuelva la relativa bonanza económica de los primeros años del gobierno del MAS por los altos precios internacionales del gas y los minerales.
Arce y Mesa hacen campaña con promesas en el aire, sin mencionar lo que harán con el dominio económico decisivo de las multinacionales del gas y la minería y el agronegocio terrateniente, ni con qué medidas podrán evitar la crisis económica cada vez más grave que se descarga sobre el pueblo trabajador.
Todo indica que, gane quien gane, Mesa o el MAS, será un gobierno de crisis y no al servicio del pueblo trabajador y los campesinos. Tampoco se puede descartar una crisis poselectoral inmediata por un resultado confuso, denuncias de fraude, etc.
Voto nulo o blanco y construir el Partido de los Trabajadores
El Partido de los Trabajadores (PT), que integra ARPT sección de la UIT-CI, fundado por un congreso de la COB en 2013, hoy en reconstrucción, que no tiene legalidad electoral, llama al voto blanco o nulo.
El PT considera que tanto Mesa como Camacho expresan fuerzas abiertamente antipopulares proimperialistas, que se disfrazan de “democráticas”, y que el MAS, aunque conserva parte de su base popular, campesina y obrera que no quiere a un gobierno derechista, es un falso socialismo que ya fracasó. Su candidato, Luis Arce, fue el ministro de Economía del MAS que traicionó la Agenda de Octubre y mantuvo las transnacionales dueñas del gas. Ahora sigue sosteniendo un plan claramente capitalista para volver a acordar con las multinacionales y el agronegocio, como lo hizo en su anterior gobierno, pero en una situación económica nacional e internacional mucho peor.
Por eso el llamado del PT es al voto blanco o nulo y a la lucha por unir a los trabajadores de la ciudad y el campo para construir una alternativa detrás de sus propios intereses de clase, enfrentar el ajuste capitalista antipopular, expropiar a las multinacionales y los grandes latifundios, impulsar una economía popular apoyando la producción agraria campesina y una industrialización que respete a la naturaleza y defender los derechos laborales y de los indígenas, por un gobierno del pueblo trabajador basado en asambleas populares.