Por Miguel Lamas
El 24 de junio fue asesinado en Cisjordania ocupada, el militante palestino Nizar Banat. Más de 25 soldados de la Autoridad Palestina (ANP) allanaron su casa en Dura Al Jalil y lo golpearon con barras de hierro, provocándole heridas mortales.
El hecho fue repudiado con masivas protestas populares durante toda la semana y una huelga general el lunes 28, exigiendo la renuncia Mahmoud Abbas, presidente de la ANP y dirigente del partido Al Fatah.
La ANP no es un gobierno que responda al pueblo palestino, sino que es un instrumento sometido a sueldo del sionismo. Sus finanzas dependen de la “ayuda” de Israel que controla su territorio y economía, y de Estados Unidos. Y su policía es entrenada por Israel y Estados Unidos. La única “autoridad” de la ANP es reprimir a su pueblo en Cisjordania ocupada. Ese territorio tiene tres millones de habitantes, 2.600.000 palestinos y unos 400.000 colonos sionistas que se quedaron con las mejores tierras con respaldo del ejército israelí. Otros dos millones de palestinos viven en la Franja de Gaza, periódicamente bombardeada y bloqueada por Israel.
Nizar Banat era uno de los que denunciaba la corrupción de la Autoridad Palestina. Por eso lo asesinaron. Además del asesinato de Banat, han encarcelado, torturado y humillado sin ningún proceso judicial, a centenares de jóvenes que luchan contra los colonos y ocupantes sionistas. Es decir lo mismo que hace la policía de Israel.
Por eso esta rebelión popular contra Abbas y Al Fatah es parte de la lucha contra la ocupación sionista. Y este levantamiento es una expresión de la nueva generación de jóvenes palestinos que impulsaron la gran huelga general en toda la Palestina histórica del 18 de mayo pasado, contra el bombardeo sionista a Gaza.