Entrevista a Frank García para Correspondencia Internacional – UIT-CI
El Primer Encuentro Académico León Trotsky, realizado entre el 6 y el 8 de mayo en La Habana, llamó la atención internacionalmente. Para el activismo y la intelectualidad marxista latinoamericana y mundial no podía pasar desapercibido que en Cuba se abriera una discusión sobre el dirigente bolchevique y fundador de la Cuarta Internacional. La relación del régimen cubano con el viejo revolucionario soviético de alguna manera podría verse sintetizada metafóricamente en la circunstancia de que el asesino de Trotsky, el agente estalinista Ramón Mercader, hubiera pasado sus últimos años en la isla, hecho que se convierte en el eje de la novela El hombre que amaba los perros, del escritor cubano Leonardo Padura.
Para un grupo de jóvenes investigadores y activistas que se reconocen como socialistas, Trotsky ofrece claves relevantes para la interpretación de los procesos que condujeron a la caída de la URSS, y en un contexto de transformaciones económicas y sociales en el que constatan el surgimiento de una nueva burguesía cubana, mientras cobran fuerza debates acerca del sentido de esos cambios, indudablemente que la realización de este evento marca un hito. Más allá de que la asistencia de público cubano haya sido tan escasa como la difusión del evento en los medios locales.
Simón Rodríguez, del Partido Socialismo y Libertad (PSL) de Venezuela y de la UIT-CI, quien participó en el evento con la ponencia “La vigencia de la Cuarta Internacional en el Siglo XXI” (ver “Encuentro Académico sobre Trotsky en Cuba” http://uit-ci.org/…/temas…/2237-2019-05-15-14-49-03), entrevistó un mes después por correo electrónico al investigador cubano Frank García, quien estuvo a la cabeza de la meritoria organización del evento, para conocer más acerca del proceso en el cual se enmarca su realización.
Coméntanos cómo surge la iniciativa de realizar este encuentro académico, qué antecedentes tuvo.
Esta fue una pregunta recurrente entre los participantes del evento. Constataban que las reformas en Cuba no tienen en su programa –aunque no por ello lo obstaculizan- traer al país otras, distintas y muy polémicas lecturas de los marxismos. Algunos invitados querían vincular el congreso a una respuesta al avance de la derecha mundial. Tampoco. Entonces, ¿por qué?
La Revolución cubana ha tenido cuatro grandes momentos de estímulo de los marxismos críticos, heréticos y heterodoxos. El primero fue en la década de los años sesenta del pasado siglo cuando hubo un abierto enfrentamiento ideológico y teórico contra la política soviética de coexistencia pacífica con el imperialismo. A su vez, el Gobierno Revolucionario se negaba a introducir los manuales teóricos de Moscú. Era común en La Habana leer a Deustcher o Mandel. Estos y otros tantos autores salían de las imprentas a raíz de un proyecto muy estimulado por Fidel que se llamó Ediciones Revolucionarias. Pero publicar a Trotsky nunca hubiera sido posible: entre las tres fuerzas políticas del Gobierno Revolucionario se encontraba el viejo partido comunista, el Partido Socialista Popular.
La segunda etapa, más tímida, pero no menos importante y centrada en el rescate del pensamiento guevariano, fue entre 1986 y 1990. En esos cuatro años Fidel desató una ofensiva contra la burocracia y la tendencia pro soviética dentro del partido: se llamó Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. Era la contraofensiva cubana contra la perestroika, aunque algunos, tratando de hacer lógicas forzadas, lo entendieron como la Perestroika caribeña. Mientras allá se entregaban, aquí el Che cobraba más fuerza. Pero tampoco, ni de lejos, publicar a Trotsky. Dependíamos por completo de la URSS y del Campo Socialista Europeo, a la vez que los viejos comunistas continuaban muy presentes.
La tercera época de estímulo del marxismo crítico fue después de la caída de la URSS. Los manuales soviéticos, que habían conquistado Cuba en 1971, se desechaban a tal punto que muchos nihilistas y decepcionados echaban esos títulos a la basura. Aun en las esquinas aparecen apilados –y siempre estamos quienes los recogemos – libros con discursos de Brezhnev alabando la entrada de los tanques en Praga o títulos que explicaban la ciencia social que se llamó Construcción del Partido. Puro dogma esquemático, pero muy necesario para entender qué pasó, qué pensaban en Moscú.
En ese mismo tiempo –durante la crisis económica cubana que se llamó Periodo Especial- debido a una necesidad propia de la intelectualidad cubana para explicarse las crisis globales de las izquierdas, se despertó una necesidad de búsqueda de Gramsci. Fue un fenómeno mundial. Gramsci era de todos y era de nadie. Muchos partidos comunistas pro Moscú que nunca lo habían incorporado e incluso, que lo llegaron a tildar de revisionista, lo hicieron propio, siempre acompañado de la imagen del Che Guevara –a quien alguno de ellos lo señalaron en su momento de aventurero-. Esto se debió porque Lenin y Marx les parecía inválidos para explicar lo que sucedía: era una muestra más de cómo el dogma es ignorante.
En Cuba también se regresó, además, a Mariátegui: fuimos el primer país socialista en publicarlo -1973- como ahora también somos el primer país socialista en hacer un evento sobre Trotsky-; se buscó a Foucault y Bourdieu y un tanto, pero sin éxito, a Rosa Luxemburgo –quizá porque arriba no se entendió su crítica orgánica al gobierno bolchevique-. De pronto en las aulas universitarias, Gramsci, Bourdieu y Foucault tenían respuesta para todo. Casi se pasa de un reduccionismo a otro.
El cuarto y más radical capítulo de la saga comenzó a fermentarse desde el 2008 y con más fuerza en el 2012 hasta el 2016, terminando por completo en 2017. Nació una oleada de críticas al período de oscurantismo brezhneviano que dominó Cuba entre 1971 a 1985. A raíz del efecto Obama se crearon más condiciones para debates abiertos nunca vistos. Ahí se llegó, a veces de manera ingenua y otras no tanto, a confundir el marxismo con el estalinismo, esto último, casi siempre estimulado por la prensa digital que traía la burguesía nacida de las reformas económicas. Pero después de la llegada de Trump al poder retornamos a una política de plaza sitiada. Ni de lejos como en los años setenta del pasado siglo, porque entre otras cosas es un escenario social por completo diferente: no existe la Unión Soviética y sí existe en Cuba la burguesía y existe sociedad civil y existe internet, pero, no deja de ser cierto que el clima de debate se ha cerrado considerablemente. Por lo tanto, si seguimos la lógica, este evento debió realizarse entre el 2012 al 2017. Ahí sí entró el curso de posgrado sobre Trotsky que impartí en la Universidad Central de Las Villas, en Santa Clara. Pero el segundo día del curso se anunciaba que Donald Trump ganaba las elecciones.
Como ves, el evento sí se pudo hacer gracias a los espacios ganados en un largo proceso acumulativo, proceso que a su vez generó una conciencia crítica de la cual soy heredero, signatario y en alguna medida, tributario. Proceso que existió como un fenómeno –contradictorio por dialéctico- de la revolución. Y es que Fidel Castro siempre estimuló la cultura como herramienta emancipadora y desenajenante. En una Cuba capitalista nunca hubiera existido un estímulo sostenido para con el marxismo.
Sin embargo, el evento fue producto de una testarudez revolucionaria individual, de mi interés personal por Trotsky, porque nadie, debido al reflujo del 2017 en adelante, nadie esperaba algo como esto. Muchos tenían un escepticismo inmenso y pensaban que me cansaría en el camino. Algo a lo que, antes de prohibir –nunca se prohibió- algunos funcionarios apostaron: a mi cansancio.
Exceptuando a quienes colaboraban con la organización del evento o eran ponentes, asistieron muy pocas personas cubanas al evento. Sin embargo, ese núcleo mostró un gran compromiso y sus intervenciones fueron de mucho nivel, lo cual demuestra que existe un genuino interés por el tema. Luego de su culminación, ¿tuvo alguna difusión el evento dentro de Cuba?
El evento, más allá de lo que puede hacerse en las redes sociales y en el blog marxista cubano La Tizza y la prensa de izquierda extranjera, no ha tenido en Cuba ninguna difusión. La gente ha sabido de él después de realizado. Sin embargo, los estudiantes universitarios que estuvieron presentes, sí llevaron consigo la voluntad de estudiar a Trotsky. Gracias a ellos, en Santa Clara –sin ser estos jóvenes trotskistas- ha nacido un creciente interés por esta figura. Como producto de ello se han repartido diez ejemplares de La Revolución Traicionada y otros títulos, no siempre de Trotsky pero sí desconocidos en Cuba. Pero, cuando se encuentran que hay todo un cuerpo teórico que no es solo Trotsky: Bensaid, Broué, Löwy, Callinicos, Tariq Alí, Robert Brenner, el Grupo de Septiembre… chocan con que no tienen acceso a esa literatura. Tienen voluntad de leer en digital, pero es muy incómodo y no siempre existen los dispositivos para ello. Ellos devoran el tomo 1 de El Capital y no pocos escritos de o sobre Lenin, pero cuando les piden más lecturas a sus profesores, estos los envían a Hegel y Feuerbach. Yo pido solidaridad literaria para esos compañeros jóvenes: Yunier Mena Benavides, Verde Gil y Ana Isa, que es como se llaman en Facebook. Los tres ayudaron mucho al evento. Por favor, contáctenlos. Quieren más y más libros.
En La Habana tenemos a la compañera Lisbeth Moya, estudiante de periodismo que asumió la producción del evento. Ella tiene mejor situación en el acceso a la literatura, pero no deben dejar de ayudarla.
En 2016 dictaste un curso de posgrado sobe Trotsky. Escuchamos durante el encuentro intervenciones de académicos cubanos ligados a los estudios de filosofía que enfatizaron la importancia de los aportes teóricos de Trotsky para el marxismo. ¿Se estudia a Trotsky en las universidades cubanas?
No. Trotsky no se estudia en las universidades cubanas. Sin embargo, continúa y crece el interés por el marxismo hereje. Eso fue lo que viste en las intervenciones de nuestros académicos: unas ganas tremendas de enriquecer la teoría marxista en Cuba. La profesora Natasha Gómez, que intervino desde el público en la primera sesión del primer día, es una compañera que desarrolla un trabajo teórico-crítico interesantísimo sobre Antón Pannekoek, Otto Rühle, Karl Korsch, el austromarxismo y los teóricos de la llamada “enfermedad infantil del izquierdismo”. Y es que hoy es muy débil el dogmatismo que acusa de revisionista a toda teoría que no esté dentro del dogma. Para ayudar a este proceso siempre pido apoyo internacional: envíennos literatura. Tenemos el gran problema de no poder hacer compras on line: el bloqueo norteamericano contra Cuba existe. No es propaganda: es un hecho.
Tú mismo aclaras que no eres trotskista pero como marxista reconoces la importancia de conocer su legado político y teórico. ¿En qué sentido consideras que, a la juventud cubana de hoy con inquietudes anticapitalistas, revolucionarias, este legado le resulte útil?
Trotsky no prevé la actual situación de Cuba, pero buena parte de sus textos nos ayudan a comprender algo que originó lo que hoy vivimos los cubanos: el derrumbe de la Unión Soviética. Un proceso todavía muy confuso para muchos en la isla y que lo seguirá siendo, en tanto en Cuba no se descubra por completo una de las más importantes piezas extraviadas del marxismo: Trotsky. Para ello se realizó el evento. Para llevar a Trotsky hacia los cubanos. Y no a los cubanos hacia Trotsky, que es diferente.
Pero, además, los aportes de Trotsky a las concepciones del arte, en su vinculación con las corrientes culturales de inicios de la revolución bolchevique y después al redactar el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente, dan claves de cómo los marxismos han asumido aspectos meridianos como la libertad de creación artística. Y esta parte interesa mucho en Cuba, pues aquí está el criterio generalizado que la mayoría de las políticas comunistas para con el arte son censoras.
¿Tienes alguna noticia sobre el avance de los planes de publicar las ponencias presentadas en el evento? ¿Hay nuevos proyectos para continuar impulsando el estudio de Trotsky?
Estoy en el proceso de compilación, traducción y transcripción de los debates. Necesitamos ayudas urgentes con estas dos últimas tareas. Acelerar el proceso de edición y entregar a la editorial un libro completo y editado hará que, a lo mejor, tengamos en la Feria Internacional del Libro de La Habana, la presentación de las memorias del 1er Evento Académico Internacional León Trotsky: nuestro mayor logro. Está, y no menos importante: la realización del 2do. Evento Académico Internacional León Trotsky, en Sao Paulo, en octubre del 2020. Contacten a Daniel Perseguim a través del correo encuentrotrotsky@gmail.com
Él les dirá las necesidades que correspondan con las solidaridades. Requerimos ayuda urgente.
No soy trotskista, pero –como ya he dicho- todas las trotskistas y todos los trotskistas del mundo son mis camaradas, y porque soy comunista, todas y todos, las y los que luchan contra el capitalismo y por el socialismo, son mis compañeras y mis compañeros. No importan los grupos, tendencias, o partidos políticos a que pertenezcan. Tenemos un objetivo común: todo para las clases trabajadoras, nada para la burguesía. Ni reyes, ni burgueses, ni Estado: hacia el comunismo.