Por Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)
Como parte de la lucha contra el racismo, las injusticias, la desigualdad y la violencia machista hacia las mujeres negras y por iniciativa de las agrupaciones de mujeres negras de América Latina y el Caribe reunidas en República Dominicana en 1992, se instaura el 25 de Julio como el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente. También es conocido como Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora. Desde el 2014, en Brasil, también se celebra como el Día Nacional de Tereza de Benguela y de la Mujer Negra, en honor a una líder “quilombola” del siglo XVIII que luchó junto a comunidades negras e indígenas contra la esclavitud.
Desde el momento mismo en que se inicia la invasión europea a los pueblos del continente africano, estos luchan por la libertad. En el continente americano y el Caribe, desde el siglo XV, hubo levantamientos antiesclavistas y empezaron a surgir las comunidades rebeldes de negras y negros libres, llamadas palenques, quilombos y de otras formas. En la Guyana holandesa los rebeldes derrotaron varias campañas militares de los esclavistas, que tuvieron que firmar tratados reconociendo la soberanía y autonomía de las comunidades rebeldes en el siglo XVIII. En Jamaica los esclavistas ingleses también tuvieron que negociar tratados de paz con los rebeldes, al fracasar en su intento de aplastarlos militarmente. Surgió un movimiento abolicionista internacional. No obstante, los colonialistas y capitalistas europeos, así como la élite blanca criolla, incluida la independentista, se negaron a ceder. La libertad, igualdad y fraternidad de la revolución francesa no preveía la emancipación de las personas esclavizadas en las colonias francesas, esto solo lo conquistó la revolución haitiana. Esta revolución a su vez inspiró nuevas rebeliones en el Caribe y el continente.
La independencia bajo la conducción de los blancos criollos esclavistas significó la postergación de la libertad de las personas esclavizadas. Así, por ejemplo, en la Gran Colombia que abarcaba a los Estados actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, el Artículo 2° de la Ley 1° del 21 de julio de 1821 establecía que “Los dueños de esclavas tendrán la obligación precisa de educar, vestir y alimentar a los hijos de éstas, que nazcan desde el día de la publicación de la ley; pero ellos, en recompensa, deberán indemnizar a los amos de sus madres los gastos impedidos en su crianza con sus obras y servicios, que les prestarán hasta la edad de diez y ocho años cumplidos”. Por tres décadas más continuó vigente la esclavitud y esta norma de corte patriarcal descargó sobre las madres la carga efectiva de la manutención de sus descendientes.
El imperialismo sigue devastando la región
El tráfico esclavista y la minería y las plantaciones en las que fueron explotadas millones de personas esclavizadas en las colonias fueron pilares del desarrollo del capitalismo en el mundo, así como para la consolidación del imperialismo europeo y de Estados Unidos, dejando un legado de genocidio, expoliación y pobreza a los pueblos de los continentes africano y americano. El saqueo continuado de las riquezas naturales por parte del imperialismo, la extorsión con la que Francia condicionó a un pago millonario el reconocimiento a la independencia de Haití, las invasiones estadounidenses en estos países que consideró y sigue considerando su “patio trasero”, el apoyo imperialista a dictaduras corruptas y asesinas, la imposición de tratados de libre comercio que destruyen la producción local, forman parte de la historia del Caribe que sigue condenando a sus pueblos a la condición semicolonial. Sin olvidar que la región aún sufre opresión colonial en Puerto Rico y las Antillas colonizadas por Holanda, Francia y el Reino Unido, y que Haití ha tenido que soportar la ocupación militar extranjera durante la mayor parte del siglo XXI, luego de un golpe apoyado por EEUU. Esta ocupación por parte de los cascos azules, con tropas provistas por gobiernos “progresistas” suramericanos en su mayoría, ha tenido un costo social altísimo, incluyendo numerosas denuncias de violencia sexual contra mujeres haitianas.
En este marco, las mujeres afrocaribeñas y afrolatinas no solo son víctimas de la violencia institucional y de las fuerzas represivas, sino que además sufren todo tipo de persecución y discriminación en la vida cotidiana, reforzada institucionalmente por regímenes capitalistas aliados a las iglesias. La pobreza, el trabajo precario, la discriminación racial, la violencia, el sexismo, la exclusión, la discriminación en el empleo, la hipersexualización, el perfilamiento racial, la opresión de las migrantes, los asesinatos de lideresas comunitarias, los crímenes de odio, forman parte de las condiciones en las que viven las mujeres negras en América Latina, el Caribe y la diáspora.
Como consecuencia de esta opresión y explotación, cada año miles de personas, sobre todo de la juventud y las mujeres, se ven en la difícil situación de emigrar a países europeos y a Estados Unidos atravesando sur y Centroamérica. En esta migración forzada son víctimas de violencia, robos, violaciones y tráfico.
Las mujeres negras dicen presente en las luchas de la región
Las mujeres trabajadoras afrocaribeñas, afrolatinas y de la diáspora entonces sufrimos la explotación capitalista y la opresión racista y patriarcal de manera descarnada y brutal. Somos las más empobrecidas en la clase trabajadora de nuestros países. En ocasiones se nos usa como chivo expiatorio para encubrir las políticas de ajuste capitalistas, como cuando el Estado dominicano acusa a las mujeres haitianas de acaparar los hospitales y supuestamente generar una crisis en el sistema de salud, cuando la realidad es que el gobierno desfinancia la salud pública para subsidiar la salud privada y el sistema privatizado de seguridad social. Los gobiernos de la región y de los países imperialistas son cómplices con la trata de mujeres y la esclavización para fines de explotación sexual. En las zonas francas y maquilas se nos impide sindicalizarnos y se nos pagan salarios de miseria. Llevamos la mayor carga del trabajo del hogar. Se nos niega el derecho al aborto y el acceso a métodos anticonceptivos.
A pesar de todas las trabas para nuestra participación política, somos parte activa y fundamental de la lucha contra el capitalismo, contra el patriarcado y contra el racismo. Ejemplo de ello, Marielle Franco, insigne luchadora brasileña, mujer negra lesbiana asesinada por oponerse a los atropellos policiales que sufren los pobres en las favelas de Brasil. Su crimen sigue impune hasta el día de hoy e implica directamente al presidente brasileño Jair Bolsonaro. Las mujeres negras brasileñas estuvieron a la vanguardia de la campaña “Ele nao” contra Bolsonaro. Son mujeres negras quienes encabezan la lucha contra la desnacionalización racista de alrededor de 200 mil personas dominicanas de ascendencia haitiana. Las mujeres del pueblo Garífuna están presentes en la lucha contra el dictador hondureño Juan Orlando Hernández. En EEUU, la diáspora afrolatina y afrocaribeña estuvo presente en la rebelión del año pasado contra la brutalidad policial racista con la consigna de “Las vidas negras importan”, que luego tuvo expresiones en muchas partes del mundo, con el derribo de estatuas y denuncias contra las expresiones de racismo que se viven en cada país. En Colombia, especialmente en Cali, cuna de una vigorosa comunidad afrodescendiente, forman parte de la lucha contra el asesino uribista Iván Duque. En Cuba, son parte de las masas que salieron el 11 de julio a las calles contra el hambre y la represión. Y a lo largo y ancho de todo el continente las mujeres afrodescendientes somos parte de la lucha feminista y de las luchas de la comunidad LGTBIQ.
Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores -Cuarta Internacional (UIT-CI) como feministas y socialistas somos parte de la lucha antirracista, antimperialista, antipatriarcal, anticlerical y anticapitalista. Peleamos contra todos los gobiernos, que son los responsables de la opresión, discriminación y explotación. Peleamos por los derechos de todas las mujeres y en especial luchamos contra la violencia hacia las negras, indígenas y migrantes porque somos parte de la misma clase trabajadora y la lucha contra el racismo es parte de la lucha por su unidad.
24 de julio 2021